24 Dic 2017
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Saber pedir

Un componente fundamental dentro del modelo de comunicación y resolución de conflictos, propuesto por el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg -llamado “Comunicación no violenta”- es el “saber pedir”. Es decir, expresar nuestras necesidades clara, unívocamente, de manera que el otro, a su vez, sepa responder, lo haga con empatía.

Rosenberg propone emplear un lenguaje positivo y evitar las frases de sentido vago, abstracto o ambiguo. Lo aconsejable es formular nuestras peticiones en forma de acciones concretas que los demás puedan realizar. “Quisiera que compartamos más tiempo juntos” es un pedido difuso, puede interpretarse de muchas maneras. En cambio: “quisiera que una vez por semana salgamos a comer los dos solos”, no deja lugar a dudas.

La razón es evidente: cuanto más claros nos mostremos con respecto a lo que esperamos de la otra persona, más probabilidades tenemos de que reciba lo que verdaderamente queremos transmitirle y obre en consecuencia. Porque lo que queremos decir no siempre es recibido como tal. De ahí que las terapias de pareja incluyan ejercicios para instalar el hábito de chequear que una parte entendió lo que la otra le dijo, y así erradicar la vieja mala costumbre de confiar en que “hay cosas obvias”. Abandonar los sobreentendidos y la falacia de que “la realidad es como yo la veo” forma parte de evolucionar mental y afectivamente. Y es también condición necesaria para la apertura al otro, a su capacidad de enriquecernos.

Sinceridad y empatía

La “Comunicación no violenta” exige ser concientes de qué objetivo perseguimos con nuestros pedidos. Lograr que el otro cambie a disgusto, cediendo a las manipulaciones, no es una buena señal (de hecho eso es violencia, aunque encubierta). No se trata -dice Rosenberg- de “salirnos con la nuestra”. Los cambios saludables son los que se eligen hacer de buena voluntad y desde una actitud solidaria.

Es difícil transitar ese filo de la navaja que se encuentra entre la sinceridad y la empatía. Es decir: entre la sinceridad de poder decir lo necesitamos de los demás (palabras de afecto, escucha, ayuda material, etc.) y la comprensión respetuosa de lo que ellos están experimentando (preocupaciones laborales, temores, crisis, etc.).

Cuando las personas -una pareja, un grupo de hermanos, una familia- confían en que el propósito primordial de los implicados es la calidad de la relación y el deseo de que el vínculo evolucione logrando incluir cada vez más las necesidades de todos, se hace más fácil confiar en que los pedidos de cada uno son realmente eso y no exigencias camufladas.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.