Yoga y sexualidad

10 Sep 2017
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“¿Por qué no haremos todos yoga?”, me dijo una vez un paciente y no pude sino darle la razón… Y es que muchos occidentales, a pesar de saber que incorporar esta disciplina a nuestras vidas reportaría múltiples beneficios a nivel cuerpo-mente-espíritu, todavía nos resistimos a hacerlo.

Si para decidirnos no nos alcanza el hecho de que casi todos los grandes maestros espirituales han considerado el yoga un aspecto fundamental de su sadhana, tal vez nos terminen de convencer los efectos positivos de esta práctica milenaria sobre la sexualidad.

Beneficios para todos

Lori Brotto, psicóloga canadiense encargada del Laboratorio de Salud Sexual de la Universidad de Columbia Británica de Vancouver, ha dedicado muchas de sus investigaciones a observar los efectos del yoga sobre la sexualidad. Hace pocos años publicó dos estudios realizados en la India con un grupo de sesenta y cinco hombres y otro de cuarenta mujeres que estaban empezando a practicar yoga. En el primer grupo se reportó un incremento en el deseo sexual, mejoras en la erección y en el control eyaculatorio, y un aumento de la confianza y la satisfacción postcoito. En el caso de las mujeres se evidenciaron progresos significativos de todo tipo: deseo, excitación, lubricación, disminución de dolor, alcance de orgasmo y satisfacción. Un seguimiento en el largo plazo reveló que las mejoras eran especialmente notables en las mujeres mayores de 45 años.

Si bien, como señala el divulgador científico Pere Estupinyà en su libro “La ciencia del sexo”, “buena parte de estas mejoras también se podrían conseguir con cualquier otro tipo de gimnasia” y “seguro que si quienes llevan una vida sedentaria empiezan a practicar danza o Pilates también mejorarán la condición física y la respuesta sexual”… parece ser que el trabajo mental y el componente de bienestar psíquico del yoga contribuyen a reforzar todavía más estos efectos.

Posturas anti estrés

Las ásanas o posturas del yoga difieren mucho de otros ejercicios de gimnasia (por muy beneficiosos que estos puedan resultar también). Es decir, no involucran sólo nuestros músculos, sino que colaboran de un modo especial -reforzando la unidad cuerpo-mente- a normalizar las funciones de todo el organismo: regulan procesos involuntarios como la respiración, la circulación, la digestión y el metabolismo, y afectan el funcionamiento de todas las glándulas -incluidas las sexuales- y órganos, así como el sistema nervioso y la actividad psíquica.

Este bienestar general produce, como es lógico, la disminución de los niveles de estrés: un beneficio fundamental, si consideramos que es el estrés uno de los principales desencadenantes de las disfunciones sexuales.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.