Circuncisión femenina

25 Oct 2014
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Cincuncisión femenina

Difícil de creer para nosotros los occidentales, pero la circuncisión femenina constituye aún hoy una práctica frecuente en muchas partes del mundo, especialmente en África, la península Arábiga, Indonesia y Malasia.

Consiste en diferentes procedimientos quirúrgicos que implican la extirpación parcial o total del clítoris, o de los labios menores o de algunas partes de los mayores. La versión menos drástica de esta intervención -aunque igualmente violenta- es la que implica sólo la remoción del glande del clítoris (recordemos que este órgano, fuente del placer femenino, está compuesto por los mismos tejidos que el pene y, en términos generales, funcionan de forma análoga). En estos casos, es común que las mujeres sientan una fuerte reducción de sus deseos y sensaciones sexuales e, incluso, que se vuelvan incapaces de experimentar orgasmos (sin mencionar que semejante asalto físico es suficiente para condenar de por vida la zona genital a una asociación con el dolor).

Cuando la mutilación es extrema -la llamada “infibulación”- se remueve prácticamente todo el clítoris (está compuesto por muchas más partes de las que “a simple vista” pueden observarse) y también los labios internos. Además, se ocluye casi por completo el orificio vaginal, se suturan los labios mayores y se deja sólo una pequeña abertura -previa inserción en la uretra de una caña hueca- para que salgan la orina y el flujo menstrual. La gran mayoría de las veces estas operaciones -que se realizan a niñas que tienen alrededor de siete años- se llevan a cabo con instrumentos rudimentarios, sin esterilización y sin anestesia. Una verdadera y aberrante tortura que se cobra muchas vidas. O que las deja afectadas para siempre,  marcadas por el terror de una experiencia sumamente traumática, sin la menor posibilidad de gozar sexualmente y con dolores lacerantes durante las relaciones sexuales -de las que, por supuesto, no estarán eximidas- y víctimas, para colmo, de infecciones crónicas y enfermedades diversas.

“Razones” para esta práctica

Los motivos que se sostienen como justificación de este horroroso ritual son variados: económicos, de control sexual, religiosos, culturales. Uno de los más extendidos es el de asegurar la castidad de una mujer hasta el momento de su boda, ya que de lo contrario no tendría chances de casarse. Ocurre que esas sociedades otorgan un valor superlativo a la virginidad femenina. De manera que, la noche de la primera relación sexual, el esposo rasga con un puñal de doble filo los labios suturados para poder introducirse en su mujer. Los gritos de la pobre novia son una prueba para el pueblo de que ella es virgen y él, un verdadero hombre. Si el marido debe ausentarse por un tiempo más o menos prolongado, vuelve a “coser” a su esposa, a fin de prevenir el adulterio. De hecho, garantizar la fidelidad es otro argumento esgrimido con frecuencia, como así también controlar la sexualidad de las mujeres y brindar más placer al varón. Otros la consideran un ritual religioso o parte de una tradición cultural, que deben respetarse.

Algunas sociedades tienen la creencia de que el clítoris es en realidad un órgano masculinizante y que, por lo tanto, debe ser retirado. Para otros es considerado peligroso, a tal punto de ser capaz de causar la impotencia o la muerte del varón que lo toca. Similar a la idea de que su contacto con el bebé durante el parto, produciría el envenenamiento de la leche materna. La mitología también le adjudica a la circuncisión femenina otras bondades: eliminar los malos olores genitales, evitar el lesbianismo y prevenir la ictericia, por citar algunos ejemplos. 

Por suerte en muchos otros países -como el nuestro- esta intervención quirúrgica es ilegal. Pero se ha informado que alrededor de 6.000 mujeres sufren esta mutilación diariamente y que cerca de 130 millones la han padecido. 

Desde hace varias décadas, numerosas organizaciones de derechos humanos intentan erradicar esta práctica. E inclusive, dentro de esas mismas comunidades, grupos de mujeres valientes se han puesto firmes en su decisión de proteger a las niñas y evitar que, como ellas, sean circuncidadas.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.