Mamá Azul

13 Oct 2018
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Mamá Azul

Con una mirada azul de mar calmo cocía la ropa de los adictos en recuperación. 

"Vine un viernes hace años y no puede dejarlo...". No le respondí. Preferí observarla mostrándole interés con la intención de que continúe.

Su piel era la de una mujer joven, aunque peinaba muchas canas producto de una larga vida docente.

"Estoy jubilada. Yo era maestra jardinera. Los chiquitos son más tranquilos que estos, que se mandan tantas macanas" -expresó con voz suave-. No podía dejar de obsevar su bondad intrigante.

"Yo voy cayendo por tercera vez aquí" -dijo un interno- "No sabe lo que es para mí que mi madre me diga que duerme tranquila. Esta es la tercera y la última. Me voy a curar" -dijo sonriendo-

"Hacemos rosarios para vender. Este chico nuevo que vino los hace rapidísimo y eso que recién llega. Es buen chico" -continúo el joven-

"¡Ahí esta la reina!" -interrumpió Mamá Azul- y salió corriendo a acariciar una gata rojiza. "Es una reina. Me quedaría con ella pero ya son las tres. Tenemos que ir a hacer la Coronilla al Jesús de la Divina Misericordia. ¿Viene con nosotros?" "Si, claro" -respondí- 

En una capilla iluminada los internos en círculo escuchaban con atención la explicación de la Coronilla.  "¿Saben lo que significan los tres colores? -preguntó una joven voluntaria- Algunos respondieron "si" otros "no" y otros nos quedamos en silencio...

Se hizo la oración. Me costaba seguirla porque me perdía en las voces de quienes tenía a mi lado. Eran sonidos profundos y sentidos. Me sentí pequeño...

Salimos. En la puerta me esperaba el encargado del lugar: "Le tengo malas noticias. No quiere quedarse. Son las cosas de Dios. Él tiene otros tiempos" Sentí mi cuerpo vacío y me aferré a los ojos de Mamá Azul. "Así es" -confirmó la mujer mientras se acercaba a la madre del joven-. La tomó con firmeza de los hombros y le dijo: "Vaya a las reuniones. Son muy importantes. Ud. las necesita y confíe en Dios" Su mirada era penetrante y la madre del joven parecía sostenerse de sus azulados matices. Le estaba dando esperanza; de esa esperanza que solo dan las Santas.

Volvimos en silencio. En el asiento trasero del auto, el joven se iba poniendo sus aritos. Volvía al barrio.

Un rosario usado cayó en la mano de su madre; uno nuevo colgaba del cuello del joven.

Al regresar le pregunté con dolor a una amiga: "¿Por qué...?". Ella respondió:

"Porque no es el éxito sino la fidelidad lo que nos acerca a Dios..."

¡Hasta la próxima!  

*¿Te gutarìa sumarte a este tipo de voluntariado? Comunicate al +54 9 3533 40-0706

 


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