Asesinó y mutiló a su esposa en el cuarto de un hotel, y luego la arrastró por las escaleras

Asesinó y mutiló a su esposa en el cuarto de un hotel, y luego la arrastró por las escaleras

Horror. El homicida, que estaba casado desde hace tres meses, fue descubierto en las primeras horas de ayer cuando pateaba el cadáver. La pareja provenía de Santiago del Estero y había llegado a Tucumán el sábado, para participar en un congreso. El hombre ya había sido detenido ese día. Cuadro macabro.

29 Octubre 2007
"Pablo, ¿seguro que estás bien?". "Sí, sí. No te preocupés. Quiero ir a mi pieza. No pasa nada". Pablo Antonio Amín, un santiagueño de 24 años domiciliado en la localidad de La Banda, mantuvo en los primeros minutos de ayer este diálogo con su amigo Walter. Después tomó el ascensor y subió hasta el quinto piso del Catalinas Park, ubicado en avenida Soldati 380. Junto con su esposa, María Marta Arias, de 23 años, ingresó en la habitación 514 y cerró la puerta.
La pareja había llegado a Tucumán el sábado, y se hospedó en el hotel con otros dos matrimonios. Todos venían a un congreso de la empresa Herbalife, para la que trabajaban. Pablo mide casi dos metros y pesa más de 100 kilos, según dijeron los amigos. El joven les confesó ese día que hacía cuatro noches que no dormía. No se lo veía alterado, pero lo habían escuchado hablar en forma incongruente.
El sábado a la tarde fue hasta la plaza Independencia acompañado por su esposa y de pronto comenzó a gritar que lo perseguían para matarlo. Quienes lo vieron aseguran que comenzó a correr sin rumbo fijo, pasando por delante de autos y motos, hasta que se detuvo junto a un policía, al que le pidió ayuda. María Marta Arias no entendía lo que estaba pasando. El agente llamó a la base y en una camioneta lo llevaron hasta la sede de la Patrulla Urbana. En el camino habría dado a entender que su problema era con Arias. "Ella ya no me quiere. Me quiere alejar de todos", habría confesado.

Desconfianza
"No quiero hablar con mi esposa, no quiero hablar con mis amigos. No confío en nadie", le dijo al comisario Luis Ibáñez. Finalmente accedió a que su amigo Walter estuviera con él. "Este no es un problema policial, sino médico", advirtió el comisario, y le dijo a Amín que lo llevarían al Hospital Padilla. El hombre, luego de pensarlo unos momentos, accedió.
En el nosocomio estuvo una hora; no le dieron ningún tratamiento, y finalmente recibió el alta médica. Las tres parejas fueron a comer a un bar cercano al hospital y luego regresaron al hotel. Amín rechazó la invitación a tomar café con sus amigos. Estos lo vieron subir al ascensor de la mano de su esposa. El horror estaba a punto de comenzar.
El análisis de la escena del crimen permitió reconstruir gran parte de lo sucedido. Tanto Amín como Arias estaban desnudos, pero no es seguro que hayan mantenido relaciones sexuales. Amín, un experto en artes marciales, habría atacado a su esposa cuando estaba ya dormida; por de pronto, el hombre no presentaba lesiones defensivas. En el cuello de ella quedaron las marcas de los dedos de él. Así la mató. Nadie en el quinto piso escuchó nada. No hubo gritos ni peleas. Habían pasado pocos minutos de las 2. Amín utilizó un elemento filoso (un cuchillo, una trincheta o una hoja de afeitar) para sacarle los globos oculares; los puso sobre la cama. Con el mismo elemento le hizo varios cortes en la frente y después comenzó a golpear el cuerpo. Este presentaba grandes hematomas en el tórax, en la espalda, en los brazos y en las piernas. Pero además la joven había sufrido profundas heridas en la vagina y en el ano. La habitación quedó teñida de rojo. No se sabe qué hizo Amín con el arma. Después, tomó el cadáver de los cabellos y salió de la habitación. No lo vieron, pero el rastro de sangre les permitió a los investigadores saber qué había sucedido. Bajó por las escaleras hasta el 4º piso y tiró el cuerpo por el hueco hacia el tercero. Caminó hasta allí y siguió arrastrando de los pelos el cuerpo hasta llegar al primer piso. En ese momento lo descubrió uno de los empleados del hotel y llamó al policía Miguel Concha, que estaba de guardia afuera. Cuando el uniformado llegó al primer piso, se asustó: Amín pateaba el cadáver con violencia. Fueron necesarias cuatro personas para reducirlo. "No se preocupen, estoy en estado de emoción violenta", les advirtió, como dando a entender que la Justicia no podría juzgarlo. Desde el piso, seguía lanzando patadas hacia donde estaba el cuerpo de su esposa. Su furia asesina era incontenible.

"El Señor los va a perdonar"
"Por favor, dénme agua; estoy deshidratado. Me tragué el anillo. Lo tengo en la garganta. Dénme agua, y el Señor los va a perdonar". Los alaridos de Pablo Amín se escuchaban desde la calle. "Quiero H2O. Quiero agua. Tengan misericordia", gritaba Amín, a pesar de que le habían administrado tres calmantes por vía intravenosa. Los agentes policiales estaban estupefactos.