Kirchner, Lula y Chávez: ¿unión de palabra?

Kirchner, Lula y Chávez: ¿unión de palabra?

Los mandatarios de la Argentina, Venezuela, Brasil y Uruguay hablan de armar un bloque para negociar ante el FMI.

06 Marzo 2005
El miércoles pasado, los presidentes de la Argentina, Néstor Kirchner; de Venezuela, Hugo Chávez, y de Brasil, Lula da Silva ratificaron su intención de encarar como bloque las negociaciones por la deuda ante el Fondo Monetario Internacional. Los mandatarios se reunieron en Montevideo, Uruguay, para aplaudir la asunción del presidente Tabaré Vázquez, que -como ellos- comparte una ideología más bien hacia la izquierda que hacia la derecha política. Se comprometieron a -también con Vázquez- aunar una estrategia y una postura frente a los compromisos que deben cumplir con el FMI, para tratar que las pautas que les impone el organismo multilateral sean menos pesadas para sus administraciones.Sin embargo, la historia muestra otros resultados, que no condicen con las declamaciones.
Según algunos especialistas consultados por LA GACETA, hay diferencias marcadas entre los objetivos de cada mandatario y en la relación que tienen, por separado, ante los organismos multilaterales. "Gran parte, si no todos, los países latinoamericanos se sienten incómodos y hasta inquietos por la actitud de Chávez que, gracias al precio del barril de petróleo, se ha embarcado en un proceso agresivamente nacionalista, cuyo eje pasa por la compra de armas y equipamiento bélico de sofisticada factura", afirma el politólogo Roberto Starke, marcando una diferencia entre el líder venezolano y sus pares.En el mismo sentido, el especialista en relaciones internacionales Fabián Calle, sostiene: "mientras Kirchner y Lula son vistos en Washington como líderes de centroizquierda pragmáticos, dispuestos a apoyar la administración Bush en temas clave y a brindar sus buenos oficios diplomáticos para lograr mayores niveles de estabilidad en la zona Andina; en el caso de Venezuela, su actual gobierno ha sido recientemente calificado por el Departamento de Estado como una fuerza negativa en la región".

Décadas de diferencias
Las pruebas de la imposibilidad de lograr un bloque latinoamericano de negociación por la deuda son históricas y, casi siempre, ligadas a que por sobre la unidad prevalecieron los intereses particulares de cada país. En 1982, tras una fuerte crisis en México, iba a nacer en Cartagena una unión de países negociadora ante bancos y organismos. Pero un grupo de banqueros ofreció, en 1984, al club de deudores que iba a concentrar a 11 países del Cono Sur, la opción de refinanciar sus respectivas deudas. La mayoría fue optando por tomar la oferta y el club quedó desarticulado. En 1992, ante otra crisis que prometía abroquelar a los gobernantes latinoamericanos, el Plan Brady dividió el frente deudor.
El año pasado Kirchner y Lula suscribieron el Acta de Copacabana para negociar juntos ante el FMI. Pero las diferencias comerciales entre ambos países llevaron a que solo Brasil consiguiera los beneficios fiscales que supuestamente iban negociar entre ambas naciones.
En el contexto actual, la cuestión es similar. La idea que lanzaron los presidentes en Montevideo de armar un bloque para negociar ante el Fondo se contrapone con la realidad que tiene cada país respecto al organismo multilateral en estos momentos.
La Argentina está a punto de comenzar una dura negociación ante el FMI, tras superar la reestructuración de la deuda. Brasil duda de seguir atado a un acuerdo con el Fond, pero a la vez cumple a rajatabla con las pautas que le marca la institución crediticia. Venezuela, que nada en petrodólares, paga sin problemas los compromisos que tiene ante el organismo.y sin preocuparse demasiado sobre el tema. Y Uruguay, no tiene desde hace tiempo conflictos -ni se cree que tendrá- con el organismo.
Durante la semana que pasó, los presidentes de estos cuatro países acordaron intercambiar información respecto de sus deudas con el Fondo para poder negociar juntos lo que sea más convenientes para todos. Pero nada se habló sobre cuándo y cómo se mostrarán mutuamente las cartas. Hasta ahora, y según evidencia la historia, todo parece estar en el campo de las palabras y lejos de la maduración de un acuerdo real como bloque para cancelar los compromisos asumidos con el FMI.

PUNTOS DE VISTA
Educando a Hugo
Por Roberto Starke - Consultor político - profesor de la Universidad de Buenos Aires
La reunión entre Lula, Chávez y Kirchner en Montevideo echó luz sobre una realidad latinoamericana compleja y hasta contradictoria.
Los diarios reflejaron que los temas tratados pasaron por cuestiones vinculadas a la integración latinoamericana. Además, se habló sobre la posibilidad de un "acuerdo para negociar en bloque con el FMI". Más allá de estas generalidades, me sumo al lote de los que opinan que la reunión rozó temas un poco más urgentes que los de la integración energética y económica. Originalmente convocada por el presidente Lula -lo que constituye todo un dato- la reunión tenía el propósito de encarar a Hugo Chávez, y abordar con él algunos los temas más preocupantes de la región.
Gran parte, si no todos, los países latinoamericanos se sienten incómodos y hasta inquietos por la actitud del líder venezolano que, gracias al precio del barril de petróleo, se ha embarcado en un proceso agresivamente nacionalista, cuyo eje pasa por la compra de armas y equipamiento bélico de sofisticada factura. A esto se suma su apoyo constante a grupos insurgentes, cuyos objetivos son la desestabilización de algunos gobiernos de la región.

Desequilibrios
Esto afecta directamente el equilibrio regional, pero mucho más importante hace que los ojos del "gran hermano del norte" se dirijan hacia aquí y perciban que hay una amenaza latente.Frente a esta realidad, ¿podemos creer que la reunión sólo repasó una agenda de integración económica y energética? O, más bien, una temario que, si bien abordó estos temas, lo hizo siempre con la idea de que la integración no puede asociarse al armamentismo y la persecución ideológica de la oposición? Se puede alentar la integración en vario rubros. Lo que no se puede hacer es estar asociado a un "niño travieso y díscolo" que se ha enamorado de su rol revolucionario y que se ha tornado en una aliado incómodo. Su amistad con hombres como Kirchner y Lula puede encaminarlo hacia un mayor pragmatismo y moderación. Por lo menos en eso confían los colegas de la región y EEUU.
En eso están Lula y Kirchner. Tarea nada fácil, especialmente porque el rol de "maestro Ciruela" siempre fue incómodo, especialmente para los que en otros tiempos se concibieron a sí mismos como "compañeros de ruta".

Con diferencias marcadas
Por Fabián Calle - Profesor de teoría de relaciones internacionales (UCA) - Politólogo
El encuentro entre los mandatarios de Argentina, Brasil y Venezuela se enmarca en un conjunto de factores de coyuntura, de naturaleza estructural y de largo plazo. En este último sentido, el estancamiento del proceso del ALCA y el acuerdo Mercosur-Unión Europea (en ambos casos por la resistencia de los países desarrollados a limitar sus subsidios agrícolas) tienden a reforzar los espacios de cooperación subregionales y regionales.
Otro factor relevante es la importancia clave que los gobiernos y sectores empresariales del área (y en especial Brasil) están dándole al tema de la infraestructura y al desarrollo de una matriz energética sustentable.
En lo que se refiere a variables menos duras, está la afinidad personal y en cierta medida ideológica entre los tres mandatarios. No obstante, es conveniente tener en cuenta las diferencias entre los presidentes de Argentina y Brasil respecto del caso Chávez.
Mientras los dos primeros son vistos en Washington como líderes de centroizquierda pragmáticos, dispuestos a apoyar la administración Bush en temas clave (terrorismo, narcotráfico) y a brindar sus buenos oficios diplomáticos para lograr mayores niveles de estabilidad en la zona Andina; en el caso de Venezuela, su actual gobierno ha sido recientemente calificado por el Departamento de Estado como una "fuerza negativa" en la región, por sus relaciones con Cuba y por tener una postura ambivalente frente al conflicto armado en Colombia. Mientras que en el caso de Argentina y Brasil, la administración Bush ha demostrado su voluntad política de potenciar espacios de estabilidad económica (por ejemplo: el "silencio constructivo" en el proceso de canje de la deuda); en el caso de Venezuela, el nivel de hostilidad bilateral es clara, pese a que Caracas ha cumplido estrictamente con los pagos al FMI y con el envío puntual de 15% del petróleo que consume los EEUU.
Por último, cabe destacar que el núcleo duro de la integración regional sigue pasando por el Mercosur y, más concretamente, por la capacidad que tengan Argentina y Brasil de articular sus diferencias y de dotar a este espacio regional de un mayor grado de institucionalización y coordinación en temas económicos, comerciales y, crecientemente, de seguridad.

Mucho ruido y algunas nueces
Por Jorge Jose Torres - Director del magíster en Relaciones Internacionales, UNT
Kirchner, Lula y Chávez avanzaron en un acuerdo en el campo político y económico. Se decidió apuntalar la Comunidad Sudamericana, el desarrollo de principios para la negociación con el FMI.
Como vemos, es una importante ratificación de políticas regionales. Es importante señalar que la convocatoria a esta reunión fue impulsada por Brasil, que desarrolla una sostenida política para afianzarse como una potencia media de carácter regional y un interlocutor válido ante EEUU para los problemas sudamericanos. Para comprenderlo, recordemos su actuación en el caso Haití y el reciente conflicto colombo-venezolano por el secuestro de Rodrigo Granda.
Sobre esta cuestión, Kirchner desarrolla una política dual: acepta que Brasil es política y económicamente la primera potencia regional. Pero, cuando puede, trata de poner un freno a lo que considera intentos políticos de seudo hegemonía de su "aliado estratégico". Todo un desafío para la personalidad del presidente Kirchner y las aspiraciones de un país como Argentina, acostumbrado por tantos años a ser el number one latinoamericano.

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