Soda Stereo movilizó a tres generaciones de rockeros detrás de su "burbuja del tiempo"

Soda Stereo movilizó a tres generaciones de rockeros detrás de su "burbuja del tiempo"

Parejas abrazadas, niños sobre los hombros y adolescentes inquietos compusieron el paisaje de un estadio colmado de emociones y recuerdos. Hubo tiempo para el humor y la buena onda en el escenario.

MOMENTOS MAGICOS. Cerati dijo que Soda nunca se fue, y su música sigue sonando actual, a pesar de que hay temas de 25 años de antigüedad. NA MOMENTOS MAGICOS. Cerati dijo que Soda nunca se fue, y su música sigue sonando actual, a pesar de que hay temas de 25 años de antigüedad. NA
21 Octubre 2007
BUENOS AIRES (Enviado especial, Facundo Pereyra).- Con “Juegos de seducción” se vio en el campo a parejas en arrumacos nostálgicos y hasta algunas lágrimas. Con “La ciudad de la furia”, exaltación, saltos y sudor. La vuelta de Soda Stereo tuvo como condimento extra, calculado tal vez, la integración de tres generaciones a las que Gustavo Cerati llamó presuntuosamente “el gran pueblo del rock”.
Aunque la presencia de un público mayoritariamente adolescente y joven, formado por chicos que difícilmente hayan visto a Soda en vivo alguna vez, los nostálgicos se animaron a cargar hijos sobre los hombros y a tratar de acercarse al escenario donde Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti estaban ayudando a recrear mágicos recuerdos, aportando los sonidos con los que muchos argentinos y latinoamericanos crecieron. Y esa es otra característica llamativa, porque llegaron fans de México, Paraguay, Perú y Bolivia (en una enumeración hecha sólo por las banderas que se vieron en el estadio de River el viernes, en el primer show).
También hubo varios famosos, nuevas modelos, deportistas y actores. Todos jóvenes y encerrados en el VIP de Personal.

Tecnología para el pasado
La “burbuja del tiempo”, como Cerati llamó a esta situación hace un mes, en la conferencia de prensa, sobrevoló inevitablemente el estadio durante las 28 canciones que tuvo el recital. Porque aunque el sonido haya sido de última generación y casi perfecto, o las pantallas gigantes de alta definición hayan mostrado todo a la perfección, lo que se escuchó fue parte del pasado. Las luces y los efectos de las pantallas leds, con tres discos móviles gigantes que llevaban efectos por el escenario (ese fue el trabajo del escenógrafo inglés Martin Philips), fue al mismo tiempo “ochentoso” y futurista, una recreación de la estética de esos años, pero con la tecnología que viene.
El trío, siempre dispuesto a estar en la vanguardia estética, o a modelar una propia, diferente, mantiene esa idea en alto. Zeta parecía ser una especie de sargento Kirk, el personaje de historieta, pero en negro. Y Gustavo con su chaleco con tachas, sus botas de cuero sobre el pantalón negro ajustado. Retro futurista.
La buena onda entre el trío tardó en evidenciarse. Zeta y Charly se hicieron morisquetas toda la noche, pero Gustavo parecía demasiado concentrado en los suyo. En “Cuando pase el temblor” se permitió una broma que convirtió a River en una pista de baile. Reemplazó palabras de la canción por “reggaetón”, e hizo unos acordes de ese estilo. Fue un toque de actualidad y humor.
Lo que estuvo sobre el escenario fue un trío, y muchos se enteraron al finalizar el show, antes del abrazo y de la reverencia de los tres músicos, que había invitados entre las bambalinas y las sombras, al fondo. Ahí estuvieron, casi imperceptibles, tres buenos músicos como Tweety González, Leandro Fresco y Leo García, que aportaron sin romper el encanto de volver a ver juntos a esos tres tipos que ya no usan los pelos batidos.
Pasaron 10 años desde que la banda se despidió, pero durante esas dos horas y media no se notó. La burbuja mantuvo el recuerdo herméticamente cerrado durante las dos horas y media que duró el recital. Y la memoria llegó otra vez a la conferencia de prensa, en la que Gustavo comentó, al hablar sobre el rock actual, que si Soda genera tanto revuelo, algo debe estar fallando... O algo se mantuvo vivo, podría agregarse, porque el fervor y el fanatismo intergeneracional no tiene otra explicación.
La despedida, con dos vueltas al escenario, fue también una recreación histórica. Gustavo dijo “gracias....”, y extendió el brazo para que 70.000 almas agregaran el “...totales”, completando esa frase espontánea con la que intentó despedirse de Soda el 19 de setiembre de 1997, en el mismo lugar.

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