El centenario de la biblioteca de Monteros

El centenario de la biblioteca de Monteros

20 Julio 2006
Semanas atrás, en este comentario, deploramos justificadamente la situación económica que sofocaba a la biblioteca Alberdi. Sostuvimos, lógicamente, la necesidad de que, además del Estado, las fuerzas vivas de la ciudad diseñaran una estrategia para evitar el colapso definitivo de la venerable institución. Nuestros conceptos llegaron hasta representantes del empresariado, que se acercaron a auxiliar a la Alberdi. Es una actitud que procedimos a elogiar.
Pero la situación de esa biblioteca dista de constituir un caso singular. En nuestra edición de ayer, informamos que hoy se cumple el centenario de la fundación de la biblioteca Mitre, de la ciudad de Monteros. Sus anaqueles atesoran más de 20.000 libros, que son intensamente consultados por los jóvenes estudiantes. Ambito de otras numerosas manifestaciones culturales a lo largo de su dilatada historia, la institución sureña fue la primera que existió en el interior de Tucumán y la tercera que se fundó en la provincia, según recuerdan orgullosamente sus autoridades. Actualmente, tiene además otros servicios, como pileta de natación, salón de actos y bar.
Pero, junto con la indudable gratificación de haber llegado al siglo de vida, la biblioteca Mitre afronta considerables problemas económicos.
Según su tesorera, desde hace ocho años no reciben subsidio alguno, y están librados a las cuotas de los socios como única fuente de recursos para mantenerse. El local tiene, además, deficiencias que es necesario arreglar. El techo se ha agrietado a causa de los últimos temblores, y las paredes se muestran afectadas por la humedad, esa gran enemiga de los libros.
Es decir que estamos ante otra muestra de los serios obstáculos que se erigen constantemente en el camino de este tipo de instituciones. Nadie podría discutir lo mucho que ha crecido y evolucionado positivamente la vida cultural de la provincia. Pero en ese proceso, paradójicamente, no se otorgó a las bibliotecas el lugar que hubieran merecido, y que tienen asignado en las comunidades de los países más adelantados.
Basta recordar que, en cualquier filme norteamericano, se ve que hasta en los pueblos más pequeños, las bibliotecas funcionan en excelentes locales, cuentan con nutrido material y hasta con colecciones de periódicos digitalizadas para la rápida consulta.
Entre nosotros, en cambio, y salvo casos muy excepcionales, las bibliotecas vienen sufriendo un retroceso incesante, por lo menos desde la mitad del siglo que pasó hasta la fecha. Prácticamente no existe un centro de este tipo que no experimente graves problemas para financiar su tarea y para afrontar el mantenimiento de los locales en los cuales funcionan.
Nos parece que es hora de que el Estado provincial, las instituciones culturales en general y las empresas privadas diseñen en conjunto una política capaz de sostener estas entidades. Ellas representan un cuantioso provecho para todos, y en realidad debieran enorgullecernos, como índices ciertos de nuestro desarrollo espiritual, y del respeto por nuestras tradiciones de cultura.
Así, sería adecuado celebrar el centenario de la biblioteca Mitre de Monteros, estableciendo un sistema que la ponga a salvo de apuros y que le permita seguir llenando su trascendente misión.
De otro modo, nos será imposible explicar, a las generaciones que nos sucedan, las razones de la indiferencia con la cual, desde hace décadas, venimos tratando a estos centros de cultura, como si ignorásemos la enorme deuda que hemos contraído con ellos.










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