La ética en el tenis está en la cuerda floja

La ética en el tenis está en la cuerda floja

12 Noviembre 2007
En pocos días, el tenis mundial se vio envuelto en tres escándalos. Qué sucede con el otrora “deporte blanco”, se preguntan millones de aficionados en el mundo, aún sorprendidos por los casos de apuestas ilegales, la noticia del doping por cocaína de Martina Hingis y el supuesto envenenamiento que un jugador alemán sufrió en Rusia en una de las semifinales de la Copa Davis. Ninguno de estos asuntos está claro pero el más delicado de ellos, el último, es el que más sospechas despierta. Por sus alcances, atentar contra la vida ya de por sí constituye un crimen que no debe quedar impune. Y en lo deportivo, lleva a los especialistas a sostener que este caso puntual no es el primero -ni será el último-, en una actividad cada día más invadida por la competencia salvaje y en la que ganar no siempre se logra por medios lícitos.
Un caso nunca resuelto y que habitualmente se toma con sorna es el que protagonizó el cuerpo técnico argentino en el Mundial de fútbol de Italia, en 1990. Allí, se cuenta, el técnico Bilardo les habría acercado un bidón que contenía agua y una sustancia extraña a los jugadores brasileños. El resultado fue inmediato: los rivales comenzaron a sentir molestias y se desconcentraron. El triste “resultado” de la mal llamada “viveza criolla” podría considerarse uno de los tantos que se sucedieron en el ámbito deportivo de la alta competencia a través de los años.
La práctica de sacar ventajas de una forma tan ruin determina que los equipos se desplacen a ciertos países llevando a cuestas una parafernalia de elementos a fin de evitar posibles situaciones de riesgo, sobre todo con el agua y la comida. Pero hay casos en los que se exagera en los cuidados: el representante australiano de la Copa Davis que vino a Buenos Aires el año pasado, hasta evitó el contacto de sus jugadores con el público por temor a agresiones.
El supuesto ataque al “juego limpio” que los alemanes sufrieron en carne propia en Moscú -denunciado por el doblista Alexander Waske- se trata de una manifestación espectacular pero por ahora sin pruebas, de un asunto más que se suma al mal momento que atraviesa el tenis. Si bien las autoridades deportivas del país afectado señalaron que no especulan con el asunto, son los propios dirigentes de la Federación Internacional los que sostienen que van a esperar el resultado del análisis al que se someterá Tommy Haas -el jugador afectado- en Nueva York, para ver qué pasos se darán.
Y mientras los rusos hablan de “demasiadas películas de espionaje” para minimizar la denuncia, nada adelantaron sobre la necesidad de iniciar una propia investigación en bien del deporte. El país cuenta con una histórica y larga lista de casos de envenenamiento a políticos, empresarios y personajes influyentes, con sustancias capaces de actuar rápidamente sin dejar huella en el organismo. Incluso, existen especulaciones que relacionan este caso de la Copa Davis con el mundo de las apuestas, que en Rusia está en manos de las mafias. Se sabe ahora, a la luz de los acontecimientos, que el tenis reporta sustanciosos beneficios en ese sentido. De allí que nadie descarta que el envenenamiento de Haas pueda estar relacionado con ello, lo cual abre un horizonte sombrío ya no sólo para el tenis sino también para el deporte mundial.
Entre tanto, la acción debe seguir y Rusia tiene aún pendiente la final de la Davis frente a Estados Unidos. Si el caso no se dilucida hasta entonces, una eventual victoria europea obligaría a un debate: qué es lo que se debe hacer para ganar, cuál es el precio que se debe pagar para alcanzar un objetivo y qué valores éticos imperan en el deporte actual.

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