Cuesta resignarse a perder las tradiciones

Cuesta resignarse a perder las tradiciones

El Gymnasium de la UNT tuvo un acta fundacional donde no se permitía mujeres ni en el cuerpo docente.

25 Marzo 2007
La imagen del discóbolo alude al desarrollo armónico de cuerpo y mente, pero también forma parte de una tradición clásica donde lo masculino tiene prevalencia.
A los alumnos del Gymnasium, que consideran al su colegio como un segundo hogar y comparten la mística de una tradición concebida sólo para varones, la posibilidad de que un día se convierta en una institución mixta no les agrada.
“Me parece descabellado que ocurriera algo así, porque el Gymnasium cambiaría por completo. Ciertas estructuras como las tutorías estudiantiles o los campamentos, sería muy difícil que se puedan adaptar para compartirlas con mujeres”, objetó Valentín Monroy, alumno de sexto año. Sus compañeros Pedro Torasso, Bruno Benedek y Carlos Díaz coincidieron en que los campamentos y las giras no serían lo mismo si hubiera mujeres.
Aunque los alumnos del Gymnasium realizan convivencias y otras actividades de esparcimiento con sus colegas del Escuela Sarmiento, no hay una integración verdadera como la que se produciría si estudiaran en la misma aula.
Monroy considera que la educación humanística de su colegio es ideal para una matrícula mixta, pero advirtió que el bagaje sentimental de la tradición es muy fuerte y deja afuera a las mujeres. “Nosotros pasamos más horas en el colegio que en nuestras casas. Por eso se dice que el Gymnasium les roba los hijos a los padres. No sería lo mismo si hubiera mujeres. No es fácil cambiar la tradición”, remarcó.
Los jóvenes recordaron que en su reglamento original el colegio no permitía que hubiera profesoras mujeres. Todos eran varones, incluso el rector, que era quien designaba en forma directa a los profesores. Ahora, el 80 % del plantel docente es femenino, desde que se eliminó esa restricción y los cargos comenzaron a concursarse.
“En algunos aspectos el colegio fue cambiando junto con la sociedad, pero hay algunas cosas que para el gymnasista son intocables. Es como una cultura”, afirmó Monroy.

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