"Entré a rendir por él"
"La verdad es que con mi hermano gemelo pasamos muchas cosas, algunas que rozan lo increíble. Mi papá no sabía, al momento de nacer, que éramos gemelos: no había ecografía en ese entonces: se escuchaba un solo latido. Mi papá me daba dos veces la mamadera mientras mi hermano lloraba del hambre, y viceversa, hasta que nuestra pediatra, con sabio criterio, le ordenó que nos vistieran distinto", dice Fernando. "De ahí en más, todo fue por separado, hasta nuestra educación, siempre en colegios distintos, hasta que, por esas cosas de la vida, nos juntaron en tercer año del secundario en mi colegio. Mi hermano entró en mitad de año. No le reconocieron ninguna materia. Primera vez que lo vi con mucha angustia y solo ante tanta presión. Se llevaba todas las materias a diciembre, así que, como yo me llevaba la otra mitad, rendí primero lo mío y después entré a rendir por él. Con el uniforme éramos dos gotas de agua. Mi hermano aprobó la otra mitad y pudimos pasar un momento complicado. Fue el destino el que quiso que seamos gemelos, así que le sacamos provecho al máximo a esta situación. Después del secundario nos volvimos a separar, el siguió su vida en Buenos Aires y yo acá... pero siempre le voy a agradecer a la vida haber tenido un hermano gemelo. Es un sentimiento muy difícil de explicar".