Yo quiero a mi guitarra

Yo quiero a mi guitarra

Empezó como una charla y terminó como una gran zapada unplagged. Quedó demostrado que los violeros tucumanos no pueden vivir sin tocar, y 4 AM fue testigo del fenómeno. Cinco guitarristas, cultores de distintos géneros y representantes de diferentes generaciones, nos introdujeron a un mundo de cuerdas, diapasiones y pura inspiración.

LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA
23 Noviembre 2006
“Buen violero es el que te  rompe la cabeza con una nota”

“Cuando mis dedos se mueven en su fino diapasón; de las notas, de sus cuerdas, hay una conversación. Mi guitarra y yo tenemos una extraña relación”, cantaba Pappo en su blues de antología. 4 AM reunió a cinco violeros de distintos palos y edades, para tratar de descubrir cómo es eso de pensar con los dedos. Medidos, casi reflexivos para hablar, se soltaron con la guitarra en las manos. Tocaron, zaparon y se divirtieron hasta que los flashes se apagaron y la entrevista llegó a su fin.


Viciosos. Enamorados. Impulsivos. Creativos... Los violeros tucumanos, al menos los cinco que 4 AM convocó para charlar, no resisten tener muda la guitarra en sus manos y empiezan a tocar, aún cuando no hay amplificadores cerca. Y el chirrín chirrín de las cuerdas en crudo llena los huecos del ambiente donde se están haciendo las fotos.
“La técnica para tocar en realidad es la forma de hacerlo que tiene cada uno... A mí me gustan los violeros que dicen ‘mirá quien soy’, más que los que dicen ‘mirá lo que aprendí’”, comenta Daniel Amani, de Trilogía.
Amani fue el primero en llegar a la reunión, y junto a Chechi Bazano, de Tripas Calientes, uno de los que más habló y animó la entrevista colectiva, que de a poco fue entrando en ritmo y pasando de la seriedad a la fiesta.
Según Chechi, un buen violero es el que, “como un buen cantante o tecladista, te emociona y te parte la cabeza con una nota, más allá de su velocidad o practicidad”.

Los maestros
Pablo Gutiérrez, de Empleado del Mes, destacó que “lo más importante es la sensibilidad”, y ahí empezaron a aparecer nombres. Luis Alberto Spinetta, The Edge, Eric Clapton, Slash, Van Halen.. y Jimi Hendrix.
Con Hendrix, la conversación cambió de golpe. Justo llegó Atilio Cabral, de Malas Lenguas, y poco después Tito Ahumada, de Gran Valor, recién salido del dentista. “Es gente que tiene su sello, que la escuchás tocar y sabés quién es, aunque esté con otra banda o como solista”, subrayó Chechi. Además, marcó diferencias, en el caso de Spinetta, entre el valor de la lírica y la armonía en su conjunto por sobre la capacidad de interpretación (elogiable también).
“Claro, lo importante es no parecerse a... Cuando apareció Hendrix dio vuelta a todos, a los que venían tocando y a los que aparecieron después. John Mayer, que se toca todo, decía que Hendrix es un aeropuerto por el que hay que pasar sí o sí, porque en definitiva sos a lo que llegaste tratando de ser como él... Es como con los Beatles”, enfatizó, enérgico, el “Flaco” Amani. Y sabe lo que dice.


Admiración mutua

“¡No! No puedo estar en la nota entre esos violeros”, exclamo Pablo Gutiérrez cuando conoció quienes serían sus compañeros en la producción. El respeto y la admiración entre los cinco músicos es mutua y así  lo reconocen.
Chechi Bazano, por ejemplo, recordó: “una vez vi a Hades, y este (por Amani) me partió la cabeza... nunca había visto a un violero tocar solo, sin la banda, y descoserla así”.
Pero los mayores elogios de todos fueron fue para Luis Albornoz, el histórico guitarrista de Redd.

Lo importante son los dedos

En un impagable cuadro de voyeurismo musical, la atención del grupo se agudizaba cada vez que uno sacaba la viola de su estuche para la producción fotográfica. Hasta que las miradas se petrificaron en la Les Paul de Atilio Cabral. “Por ahora está bien, tiene el sonido que necesito”, destacó Atilio.
Otra con historia es la Fender Stratocaster de Chechi Bazano. “A mí me gustaría tener dos o tres más, y que una sea Telecaster”, se ilusionó.
Pablo Gutiérrez y Tito Ahumada están conformes con sus guitarras, pero Daniel Amani también reveló que sueña con una Telecaster.
Todos apuntaron que sus guitarras no son todo lo profesionales que quisieran. “Para tener una buena en serio tenés que ir a Buenos Aires y hacerla pedir, como los equipos, y pensar en gastar por lo menos 4.000 dólares para una Gibson”, dijo Chechi. Por su trabajo en una casa de música y su larga trayectoria como violero, algo conoce del tema.
Pero más allá de las marcas o de la afinación, Daniel afirmó: “el 90 % del sonido está en los dedos”.

“Tocar es todo”

Los violeros entablan con la guitarra una relación especial, que en muchos casos se asemeja a la que podrían tener con una mujer (y hasta puede llegar a ser más intensa).
“La guitarra es la música, es todo. Es una compañía muy importante... Poder tocar es todo”, dijo Atilio Cabral. Pablo Gutiérrez le agrega un ingrediente adictivo: “si empezás a tocar, ya no parás más... Es un viaje de ida”.
“¡Me metió en cada quilombo! -bromeó Chechi Bazano-. Es un vicio, una compañera, y si no toco por unos días es como que me falta algo importante”. Y contó que cuando era adolescente acompañó a sus abuelos a un viaje de 15 días a Paraguay, y que en la cuarta jornada no soportó la abstinencia y se metió en una casa de venta de instrumentos para tocar un rato.
Tito Ahumada no puede imaginarse la vida sin su guitarra. “Es una forma de conectarme con el mundo”, resumió.
Y Daniel Amani enfatizó que por la guitarra siente culpa... “Por la guita que gasto en cuerdas”, aseguró, y motivó las risotadas de sus colegas. Más en serio, tiró otra definición: “es un traductor de emociones con el que puedo expresarme”.

PRIMERO
El todo

Los cinco coincidieron en que al escuchar una banda, en vivo o en un disco, primero se fijan en el conjunto, y luego sí empiezan a separar los instrumentos.
“Lo que pasa es que vos podés tratar de sacar un solo de AC/DC, y va a sonar parecido, pero hace falta tener en cuenta la nota que mantiene el bajo, por ejemplo, porque sin eso ya no se parece en nada”, explicó Chechi Bazano.

UNO X UNO 

Tito Ahumada, 32 años, violero de Gran Valor. Empezo a los 16, “tocando lo que queria y lo que salia, y despues fui a algunas clases con el señor”, dijo señalando a Amani.
Pablo Gutierrez, 25 años, toca y canta en Empleado del Mes. A los 12 empezo a estudiar con Lucho Hoyos a pedido de su papa, que lo imaginaba folclorista. “Queria tocar desde chico, cuando vi a Queen en tele y flashee”, revelo.
Chechi Bazano, 40 años. Toca en Tripas Calientes y en sargento Cruel. Empezo a los 9 con el folclore, y a los 16 formo su primera banda.
Daniel Amani, 38 años (“¿que van a decir mis fans?”), toca y canta en Trilogia. Arranco a los 15 , y un año despues formo Hades con algunos compañeros del colegio. Esa banda llego a ser una de las mas fuertes de Tucuman.
Atilio Cabral, 19 años, de Malas Lenguas. Empezó a los 14, inspirado por el rock clasico de los Rolling Stones. “Encontre una guitarra en mi casa, llame un profesor y me largue”, conto. Asi de simple.



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