Un meteorito cambió la vida de un pueblo peruano

Un meteorito cambió la vida de un pueblo peruano

El objeto cayó en un descampado y dejó un cráter de unos 30 metros de diámetro y ocho de profundidad.

CURIOSOS. Algunos vecinos se animan todavía a acercarse al cráter.  REUTERS CURIOSOS. Algunos vecinos se animan todavía a acercarse al cráter. REUTERS
19 Septiembre 2007
LA PAZ.- Dolor de cabeza, vómitos, mareos, diarrea, pero sobre todo miedo, es lo que ha causado la caída de un meteorito inofensivo en Carancas, un poblado peruano de 3.000 habitantes, vecino de la localidad boliviana de Conchacollo de Machaca. El objeto cayó el sábado, cerca del mediodía, en un descampado donde dejó un cráter de unos 30 metros de diámetro y ocho de profundidad, según testigos.
“Desde ese día, nuestra gente está enferma: tenemos dolor de cabeza, náuseas, mareos, diarrea y vómitos”, relató al diario boliviano “La Razón” un vecino de Carancas.
En el planetario de La Paz examinaron una muestra del objeto. “Posee alto contenido de hierro altamente magnético, o sea que podría tratarse de un meteorito”, afirmó Max Schreier al diario. La policía peruana cercó el lugar donde cayó el cuerpo, por temor a que este despida algún tipo de radiación, lo que fue descartado por los expertos. En el interior del cráter hay agua, en apariencia densa, que despide un olor fétido. Los vecinos que se aproximaron al cráter relataron que sufrieron sequedad en la garganta. Uno de ellos contó que el sábado se hallaba a cuatro kilómetros de la localidad cuando oyó una explosión. “Se escuchaba como si algo dentro de la tierra girara; cuando me acerqué vi que salieron dos colores de humo: uno azul que se fue al cielo, y el otro era negro que el viento lo llevó hacia Bolivia. Duró más de 20 minutos; no se podía ver nada”, dijo a “La Razón”.
La tierra y piedras que saltaron con el impacto llegaron hasta la vivienda de Gavino Ramos, que vive a 300 metros del lugar. El mostró a un cronista del diario boliviano parte del techo de su casa, destrozado por una de las piedras.
La gente sigue con miedo en Carancas, mientras aguarda la llegada de algún equipo de científicos. (Especial)

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