La ciudad de los perros

La ciudad de los perros

Un problemas que al parecer no tiene solución para las autoridades.

24 Enero 2005
En reiteradas oportunidades nuestro diario se ha ocupado del problema que implica la presencia de una enorme cantidad de perros sueltos por las calles de la ciudad. En algunas ocasiones, los canes conforman verdaderas jaurías que intimidan con su sola presencia a los peatones con los que se cruzan. Y en otras, el peligro potencial que significan los animales sueltos se concreta en ataques, a causa de los cuales las víctimas sufren lesiones que, en algunos casos, revisten gravedad.
Hace pocos días se publicó en LA GACETA una inquietante estadística: los médicos que prestan servicio en los consultorios externos del Hospital de Niños deben atender diariamente a más de 20 personas que llegan con mordeduras de perros. La situación se complica porque se trata del único centro en el que puede resolverse satisfactoriamente este tipo de emergencias, por lo que los pacientes que concurren no son sólo niños, sino también adultos, con y sin los beneficios de alguna obra social.
No hace falta abundar en detalles acerca de las complicaciones que trae aparejado el hecho de ser mordido por alguno de estos animales. Será necesario colocar a la víctima la vacuna antitetánica y, ante la sospecha de que el perro que la atacó pudo tener rabia, también deberá ser sometido al tratamiento específico contra esta terrible enfermedad.
En momentos en que se está intentando recuperar a Tucumán como plaza turística, resultaría dramático que fuera un visitante el que se viera obligado a pasar por una situación de estas características.
Los perros sueltos no sólo significan un peligro para los transeúntes por la eventualidad de un ataque. Las frecuentes riñas en las que se trenzan, sobresaltan a los caminantes y provocan pánico entre los más pequeños, quienes se sienten intimidados por los gruñidos y los ladridos de los canes. Por otra parte, la permanencia de los animales sueltos atenta contra la higiene en las calles, a las que contaminan con sus deposiciones y con la basura que desparraman cuando tratan de procurarse el alimento.
Todo lo expuesto deja en claro que la situación es lo suficientemente seria como para merecer la atención especial de las autoridades municipales. El 1 de enero pasado, la Municipalidad se hizo cargo del Centro de Adaptación y Reubicación Animal (Cenara), en el que actualmente hay cerca de 300 perros que están en tratamiento para ser luego entregados a familias que quieran hacerse cargo de los animales. Sin embargo, habrá que esperar por lo menos tres meses para que el área de Urbanidad e Higiene Pública disponga de un móvil que le permita organizar operativos en los barrios para capturar a los canes que luego serán llevados al Cenara para su tratamiento.
Nuestro diario ha hecho reiteradas referencias -en este mismo espacio o a través de la crónica periodística- a la enorme cantidad de perros sueltos que hay en las calles del microcentro. Pero también se ha ocupado del problema en otros sectores de la ciudad, para dejar en claro que no se trata de una situación limitada a una determinada zona o que se produce de tanto en tanto. Por el contrario, salta a la vista que se trata de un problema permanente, ante el cual las autoridades deben adoptar las decisiones pertinentes para darle una solución integral.
No se trata de llevar a cabo efímeras campañas de erradicación cada vez que se produce una denuncia periodística, o cuando las mordeduras que recibe una víctima son especialmente graves. Se trata de diseñar una política coherente y de llevarla a cabo en forma sistemática. Sólo entonces se podrá hablar de solución en este preocupante tema.
Mientras tanto, San Miguel de Tucumán seguirá siendo la ciudad de los perros.

Tamaño texto
Comentarios