El espectáculo de los “quiosquitos”

El espectáculo de los “quiosquitos”

El debate comenzó apenas esbozados los lineamientos de la política de seguridad. La ministra Sabina Frederic y la ex ministra macrista Patricia Bullrich representan dos paradigmas absolutamente diferentes del modo de encarar el problema de las drogas. La primera dice que hay que enfocarse en ayudar a las víctimas y perseguir al gran narco, porque lo que se hizo en estos últimos cuatro años fue un show punitivo, espectacularización que sólo mostró detenciones de “perejiles” e incautación de sustancias en pocas cantidades, principalmente marihuana de consumidores. La segunda plantea que en sus años de gestión se secuestró más drogas que nunca y dice que la nueva funcionaria no entiende que “el narcotráfico, sus bandas y sus asesinos son enemigos de todos los ciudadanos”. Hay pocas manijas de donde agarrarse en este zarandeo político. Lo único claro, en que todos coinciden, es que a pesar de los operativos y las marchas y contramarchas políticas, el ingreso de la droga ha ido en aumento. El modo de enfrentar el problema es lo que está en debate, y esa discusión es cultural, política, partidaria y hasta religiosa. Va a ser difícil encontrar soluciones a esto.

Una de las pocas cosas que el macrismo exhibía como política exitosa era precisamente el programa “Argentina sin narcotráfico”. Se presionó para que se pusiera énfasis en que el peor demonio era la droga y quienes la traficaban; y las fuerzas de seguridad del país se enfocaron en la idea de detener traficantes y secuestrar droga. Se montaron agencias especiales de lucha -incluso en Tucumán- y hasta los policías de patrulla callejera se dedicaron a buscar supuestos narcos. De ahí que hasta se capturaron estudiantes con porros y plantas de marihuana. El año pasado se difundió una estimación del gobierno macrista de que por Argentina se trafican 528.606 kilos de droga cada año y que se secuestra poco más de la mitad, 268.126 kilos, y el resto circula. Esas cifras se basaban en estimaciones y cálculos de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar), que suenan exagerados frente a las estimaciones internacionales que dicen que en promedio, por ejemplo en EEUU, apenas se incauta el 20% del circulante. ¿El macrismo manipulaba las cifras? No lo sabemos. Acaso se trate de modos de interpretar los datos. Lo que es cierto es que hubo grandes operativos e incautaciones.

Cada vez más droga

Ante la realidad de que a pesar de las constantes detenciones y los secuestros, cada vez circulaba más droga, la explicación era que se trataba de un crecimiento del negocio a causa de la falta de lucha durante el kirchnerismo, anterior a la gestión de Cambiemos. Según esta lógica, en los informes de los próximos años debería haber un descenso en las cifras, gracias a los operativos del macrismo. Así lo explicó en su momento Bullrich.

La nueva administración dice que este paradigma de operativos “espectacularizados” –también llamado “show punitivo” por Frederic- no ha servido para combatir al gran narco sino para perseguir a adictos, pequeños consumidores y pequeños traficantes. Incluso, sugiere, ha sido dañino porque al capturar al pequeño vendedor se corta la cadena investigativa y jamás se llega al gran narco, que busca otros canales de venta cuando se le cae un “quiosquito”. Esta situación es reconocida por fiscales –lo dijo Pablo Camuña- y por jueces -Daniel Bejas-. Y esos pequeños traficantes -los que viven de y para los “quiosquitos” barriales- se reprodujeron por las villas carenciadas y marginales, sin pausa.

Los funcionarios políticos pasados y actuales tienen sus teorías acerca de esto. Pero el camarista Ricardo Sanjuán dice que un gran problema es que no se han estudiado las razones del crecimiento del consumo (y de la venta, es decir, del narcomenudeo). No se sabe por qué se consume más, describe. Las investigaciones judiciales y policiales están destinadas a captura y secuestro y no a entender qué ocurre para llegar al fondo de la cuestión. El gran narco vive de esta ignorancia por parte del sistema.

El equipo de la ministra Frederic se dedicó en diciembre y enero a estudiar los informes sobre los operativos hechos por las cuatro fuerzas de seguridad federales entre 2016 y 2019, durante la gestión de Patricia Bullrich en la cartera de Seguridad. Según se publicó en Infobae hace unos días, el 93% de las incautaciones de marihuana durante 2019 fue a consumidores o por narcomenudeo; y en más del 80% de los operativos realizados en busca de sustancias ilícitas se secuestraron menos de 100 gramos de cocaína o de cannabis. Además, los operativos crecieron durante los últimos tres años mientras disminuía la cantidad de drogas secuestrada. ¿Cuál sería la explicación? Los policías dicen que los grandes narcos delegan y siempre hacen que los dealers trasladen escasa cantidad de droga. Pero el estudio del equipo de Frederic señala que se han gastado horas y horas de trabajo en perseguir a los pequeños y que eso no desalienta el gran narcotráfico.

Los argentinos tenemos un problema. ¿Cómo se entienden estas informaciones? Ya se dieron discusiones a propósito del debate sobre la provincialización de la ley de narcomenudeo, que sólo parece haber funcionado en Salta; mientras que en Córdoba ha sido negativa, ya que su aplicación, en los últimos 13 años, significó captura de pequeños vendedores e impunidad para los barones de la droga. En Tucumán estamos indecisos y la ley aprobada el año pasado, que iba a entrar en vigencia a comienzos de este año, ha sido pospuesta hasta agosto. Se está esperando para saber qué va a hacer el Gobierno nacional al respecto.

Tampoco estamos muy seguros de entender la diferencia entre adictos, trafiadictos, pequeños dealers y grandes narcos. ¿Se trata de cantidad de droga, de modos de vida, de organización? El juicio a la banda de la “Cabezona” Gómez nos podrá mostrar la dificultad para entenderlo. Se secuestraron 42 kilos de cocaína. Es gente de origen pobre. La “Cabezona” se describió como vendedora de ropa y ha vivido en Villa 9 de Julio y en barrio 8 de Marzo, si bien creció hasta llegar a tener un departamento en calle Junín al 400, una camioneta RAM y un auto Mini Cooper. Su socio, “Cotoroto” Sánchez, acusado de guardar, fraccionar y distribuir la droga a “quiosquitos”, se describe como desocupado, con instrucción de primaria incompleta, con domicilio real en Pérez Palavecino al 100, Barrio Alejandro Heredia. Según la acusación, él había construido el bunker para guardar la droga en un terreno de su tío Alberto Lobo, en el barrio Néstor Kirchner. Otro miembro de la presunta asociación ilítica, Marcelo Campillo, se describe como gasista, plomero y puntero político. El hijo de la “Cabezona”, Enzo Ale, se enfrentó a tiros contra los policías federales con una pistola 9 milímetros y dijo que lo hizo para defenderse porque pensaba que lo estaban por asaltar. ¿Estas personas, de oficios como vendedor ambulante, taxista, gasista, técnico en refrigeración, ama de casa, vendedora, son pequeños vendedores o grandes narcos? Para la Justicia, son grandes narcos. La “Cabezona” ya tiene tres condenas por narcotráfico. El fiscal Camuña dice que en los últimos cinco años se desbarataron al menos 10 grandes organizaciones en Tucumán, si bien reconoce que el tipo de lucha que se aplica no hace disminuir el problema de la droga. Además, tampoco tienen elementos materiales para lograrlo: la Justicia Federal en Tucumán está desmantelada y empobrecida y casi puede decirse que los éxitos declamados contra el narcotráfico son milagros en un universo del que se ignora casi todo.

Los policías, por su parte, no tienen dudas. Ellos aplican su manera de trabajar que consiste en operativos y detenciones y en estos años lo han enfocado en todo lo que se parezca a narcotráfico. Posesión de plantas, precursores, hojas de coca, paco, “alita de mosca”, cocaína, marihuana de todo tipo -inclusive los 273 kilos de hierba seca que alquien tiró desde una avioneta en La Cocha en 2018-. Y “cocinas” y casas para “estacionamiento” de cocaína, como la que se encontró en El Cadillal en 2016.

¿Cambiarán los policías su forma de trabajar? El Gobierno federal dice que “no es el show punitivo el camino”, que va a capacitar a los agentes y que se va a diseñar una política criminal basada en la investigación territorial. El Gobierno provincial, que hace un año aplaudía la política macrista y prometía hacer todo lo posible en la lucha contra el narcotráfico, ahora es cauto. Los policías están atentos a ver qué pasa. La movida nacional ha sido grande y el debate recién empieza. Pero hay que ver si todas las provincias se van a sumar.

Problema complejo

La sociedad no sabe dónde están parados los distintos actores. Hay una realidad de pobreza y marginalidad cercana al 40% (responsabilidad de todos los gobiernos) y hay una expansión del narcomenudeo por los barrios marginales. Eso se puede mirar como delito que debe punirse (mirada macrista) o como problema social que debe trabajarse con un abordaje más complejo, no necesariamente policial, y que puede vincularse con las adicciones, por un lado, y con la inseguridad, por otro. Porque está claro que la relación entre droga e inseguridad se da sólo en las clases vulnerables. Más arriba en la escala social es como si el problema no existiese.

La ministra Frederic, que sólo ha destacado de la gestión de Bullrich el trabajo con estadísticas, prometió usarlas para diseñar estrategias sobre evidencia empírica. Acaso de ahí surja una luz para saber dónde estamos parados y si lo que se hace sirve para cambiar y mejorar la realidad. Hasta ahora no ha resultado.

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