Urge controlar la vegetación invasora en las yungas

Urge controlar la vegetación invasora en las yungas

Municipios y Provincias tienen que encarar acciones para el control de especies invasoras como el ligustro.

14 Febrero 2020

El costo que pagamos por los cercos de ligustro y por la sombra tupida que dan los siempreverdes es muy alto. Es muy alto porque esos representantes de la especie Ligustrum, que tan inocentes nos parecen, son, hoy por hoy, un potente invasor en nuestros bosques nativos. Y si nuestro bosque muere, nosotros corremos alto riesgo también. Por eso es urgente que todos, ciudadanos, municipios y Provincia, pongamos manos a la obra.

Priscilla Powell especialista del Instituto de Ecología Regional (IER), entrevistada por LA GACETA hace unos días, explicó que el siempreverde avanzó sobre la yunga desde Yerba Buena, Tafí Viejo, San Javier y Raco... centros urbanos que empezaron como zonas de veraneo con los jardines como protagonistas. “El que se usa en los cercos es un problema también en todos lados, pero es importante en el Parque Nacional Aconquija, por ejemplo en la zona del “Portal los alisos”, cerca de Alpachiri.

No es raro (ni malo) el uso especies no nativas (robles, fresnos, naranjos...); pero hay que distinguir, de entre estas, las dañinas: compiten por el espacio, ganan y avanzan. El ligustro tiene características que lo hacen poderoso: crece rápido, da buena sombra, resiste a pestes, crece en variedad de ambientes y condiciones, no pierde muchas hojas.

Suena seductor; pero eso mismo es lo que lo hace enemigo en la yunga: “es un competidor exitoso y forma bosques monodominantes (en los que es la especie más abundante). Esto hace que en zonas donde antes había muchas especies nativas, ahora quedan unas pocas”, explicó la experta. Estudios del IER mostraron que en los bosques de ligustro se reduce la diversidad de aves, insectos, hongos y lianas; cambia la composición de hongos (son más secos). “Pero además, grandes extensiones con una sola especie, generan riesgo de extinción masiva si aparecen plagas; sería perder vegetación en grandes sectores del cerro, lo que significaría erosión garantizada”, dijo, y alertó que se corre riesgos de deslaves.

Nuestra yunga necesita acciones concretas y Tucumán debe actuar con urgencia.

De hecho, en teoría, la Provincia lo tiene previsto: entre los lineamientos estratégicos que se propuso para sus metas 2020 de los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de la ONU figura “velar por la conservación, el restablecimiento y el uso sostenible de los ecosistemas terrestres (...) en particular los bosques, los humedales, las montañas y las zonas áridas, en consonancia con las obligaciones contraídas en virtud de acuerdos internacionales”. Pero esas acciones, además de coordinadas, deben ser guiadas por expertos. “Lo que se pueda hacer varía según la etapa en la que se encuentra el proceso de invasión. Lo ideal (porque tiene mayor éxito y menor costo) es prevenir, es decir, impedir la introducción de especies invasoras”, advirtió Powell. Y agregó que un buen ejemplo de este tipo de acción es la necesaria respecto del kiri, altamente invasiva, que se ha hecho muy popular por ser capaz de crecer en suelos infértiles y absorber mucho más dióxido de carbono que cualquier otra planta, pero que es como una bomba de tiempo -advierte la experta- crece muy rápido, produce miles de semillas que dispersa el viento, sus ramas dan origen a nuevos árboles y rebrota con fuerza después de un incendio”.

Con el ligustro ya es tarde, pero al menos se puede trabajar para que la situación no se agrave aún más. “Para ello -añadió- el trabajo debe ser colectivo: municipios y provincias tienen que encarar acciones para el control de las especies invasoras como el ligustro. Por de pronto, habría que dejar de plantarlos y venderlos en los viveros”.

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