Una costumbre muy “santa”

Una costumbre muy “santa”

En el mundo del fútbol, las cábalas siempre suman.

RITUALES.  La Virgen y San Expedito, de local y de visitante, siempre acompañan al plantel del “Santo”. Los hinchas llevan en la piel los colores de San Martín y la pulsera roja en la muñeca, contra la envidia. la gaceta / fotos de franco vera - diego aráoz RITUALES. La Virgen y San Expedito, de local y de visitante, siempre acompañan al plantel del “Santo”. Los hinchas llevan en la piel los colores de San Martín y la pulsera roja en la muñeca, contra la envidia. la gaceta / fotos de franco vera - diego aráoz
05 Febrero 2020

Cuentan los campeones del mundo de 1986, que cuando llegaron a México, Carlos Bilardo les pidió que desarmen las valijas y que a partir de ese momento, quedaba prohibido que alguno las tocara hasta el último día. “Para el ‘Doctor’, tocar las valijas significaba que querías volver antes de tiempo”, dice Oscar Ruggeri.

Sobre el mismo Mundial, Bilardo contó que desde la concentración hasta el estadio los acompañaba la canción Gigante Chiquito de Sergio Denis y que el ómnibus que los trasladaba debía llegar en el mismo instante que Denis terminaba su canción. Además, al “Doctor” le gustaba que sólo dos motos con policías vayan delante del ómnibus en el traslado.

El propio Bilardo, en su última etapa como técnico en Estudiantes, tenía la costumbre de cruzarse por el medio del equipo rival, mientras estos salían de la “manga”. Más aquí en el tiempo aparecieron los cuernitos de Reinaldo “Mostaza” Merlo, el talco de Alfio “Coco” Basile y Rubén “Panadero” Díaz, el buzo rojo de Rodolfo D’Onofrio y un sinfín de cábalas que se destacan en nuestro fútbol.

En San Martín, como en el resto del mundo fútbol, también nos encontramos con distintas particulares, como las imágenes de la Virgen del Valle y de San Expedito que siempre acompañan al plantel. Si se trata de cábalas, el primer apuntado por sus compañeros es Lucas Diarte. Era de esperarse que el defensor graduado en la escuela del doctor Bilardo -Estudiantes- tenga el mote de “el más cabulero”. “Tengo varias cábalas, pero no las puedo contar, ojalá logremos el objetivo, ahí te las cuento, pero son muchas. En el plantel todos tienen sus rituales, pero ya forma parte de cada uno”, responde.

Ricardo Somma no se pone colorado al admitir no tener cábalas. “Yo respeto y acompaño. No hago lo mismo desde hace 25 años. El objetivo es darle tranquilidad a la persona que lo hace, confort y seguridad. Si al jugador les sirven las cábalas, bienvenido sea, yo no tengo una cábala, pero si alguien me pide que hagamos algo, acompaño”, dice el preparador físico.

Cuando todos tiran del mismo lado de la cuerda, con la finalidad de conseguir lo mejor para el equipo, no importa quién hace el gol, quién recibe una amarilla o quién tiene sus rituales. Mientras sea para conseguir el objetivo; todos felices. “Los técnicos son bastante cabuleros, se fijan quién se sentó primero y quién se sentó último en el micro. Te llama la atención que estén también en esos detalles, pero si eso hace bien al equipo bienvenido sea”, dice Abel Lucciati, que admite no tener cábalas igual que su compañero de zaga, Emiliano Amor.

En el mediocampo, Claudio Mosca indica que no es cábala, pero que se hizo costumbre escuchar a Walter Salinas en el ómnibus siempre. Por su parte, Nicolás Castro dice no tener, aunque aclara que trata de repetir siempre la misma ropa de concentración.

Ignacio Arce toma la palabra y admite sin ningún tipo de problemas ser supersticioso. “Soy bastante cabulero en las concentraciones. El boxer que me acompaña desde la concentración hasta la cancha es siempre el mismo. Sólo lo uso ese tramo. Que no falte ese boxer porque me quita fuerzas”, admite entre risas el arquero.

Se viene la hora de la verdad. En La Ciudadela, que el domingo estará plagada de hinchas cabuleros, esperan que a los jugadores no se les olvide ninguna.

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