La vida de Marcovich en Banda del Río Salí

La vida de Marcovich en Banda del Río Salí

Si un niño no lo hubiera reconocido en 2013 al verlo por TV, el homicida habría pasado desapercibido al romper la prisión domiciliaria.

DOMICILIO. La casa de Alberdí 206 fue el hogar de Carlos Marcovich en Banda del Río Salí. Allí cumplía prisión domiciliaria.  la gaceta / foto de franco vera DOMICILIO. La casa de Alberdí 206 fue el hogar de Carlos Marcovich en Banda del Río Salí. Allí cumplía prisión domiciliaria. la gaceta / foto de franco vera
02 Febrero 2020

Así como el 23 de enero un vecino salteño identificó al homicida Carlos Marcovich por las fotos quie había visto de un informe de LA GACETA del 29 y 30 de diciembre de 2019, hubo otra ocasión en la que el hombre que fingió su muerte fue descubierto circulando en la calle, porque lo habían visto antes en televisión.

Este hecho ocurrió en el año 2013, cuando un niño de Banda del Río Salí reconoció a Marcovich en un programa de televisión que mostraba fotos del condenado. En ese tiempo, el criminal, recientemente recapturado, se había mudado a esa ciudad para cumplir condena domiciliaria debido a secuelas digestivas que le había dejado una cirugía estomacal.

El crimen del linyera
En el año 2004, Marcovich fue condenado por quemar y matar a Juan Carlos Carrizo y cargarlo con sus pertenencias para fingir su muerte. El asesino pretendía que su familia cobrara un seguro de vida y pudiera pagar las deudas que acarreaban. En el año 2013, se le otorgó la prisión domiciliaria debido a su problema de salud, y el condenado se mudó a la ciudad del este.

Pocos vecinos de la cuadra recuerdan que Marcovich vivió un tiempo en Banda del Río Salí, en una casa de calle Alberdi 206.

“Uno de mis hijos fue quien lo descubrió. El caso había tomado magnitud nacional, y una noche vimos el programa de televisión de Ricardo Canaletti. El periodista daba un informe sobre Marcovich, cuando mi hijo lo reconoció”, explicó Teresa Bermúdez. La vecina cuenta haber reprendido al niño, de 12 años en ese momento, creyendo que estaba bromeando con el tema.

“La verdad, me quedó la duda porque mi hijo insistía con que estaba seguro de haberlo visto. Al poco tiempo yo también lo vi, salía tapado con gorra y anteojos de sol, pero era él”, reconoce Bermúdez. Su hijo, Sebastián Roldán, cuenta que casi nadie conocía el pasado de Marcovich. Su madre prefirió no comentar el tema en el barrio, pero él sí lo discutía con los amigos de su edad. “Parece que los chicos éramos los únicos que queríamos averiguar si era un criminal o no. A lo mejor los grandes preferían no decir nada, pero la verdad es que el hombre salía a menudo a hacer las compras, nadie podía sospechar que tenía prisión domiciliaria. Se movía con libertad, cada vez que podía, como cualquier otro vecino”, describió el joven.

CONDENADO. Carlos Marcovich durante el juicio. archivo CONDENADO. Carlos Marcovich durante el juicio. archivo

Discusiones infantiles
Según sus anécdotas, los chicos iban a jugar al pasaje que cortaba la cuadra y veían salir al detenido. Entonces se armaban las discusiones sobre si “el viejo” era o no Carlos Marcovich. Al final descubrieron que sí, y comenzaron a bromear diciendo que había que sacarle fotos y vendérselas a los medios.

“Pocas veces salía la gente de esa casa, al menos yo no veía mucho movimiento. A menudo se acumulaban las boletas y cartas en la entrada”, advirtió Alfredo Díaz, vecino del frente.

En Alberdi 206 vivía en ese entonces una mujer mayor con sus tres hijos. No se sabe si en ese domicilio Marcovich fue recibido por familiares o por una pareja. Cuando la Justicia le revocó la domiciliaria y fue a buscarlo, el condenado ya se había ido. Sin embargo, los vecinos que lo ubican dicen que frecuentó el lugar por más de un año.

“Particularmente lo vi sólo de noche, cuando llegaba en un vehículo”, menciona Díaz, quien además aclara que no sabe si el hombre aparecía más temprano, ya que él trabajaba durante buena parte del día.

Vida discreta
Bermúdez enfatizó: “A diferencia de lo que leímos sobre él, aquí no se dio mucho con el vecindario. En esa casa, a veces recibían a gente y hacían reuniones, pero no era de hablar con los vecinos”. La mujer asegura además que en más de una ocasión lo vio manejando una camioneta roja. “No puedo dar fe de que sea suya, pero sí lo vi manejar más de una vez. Vivió un buen tiempo en esta zona”.

Al igual que quienes lo conocieron en Salta, nadie en ese barrio dijo haberlo notado enfermo, a pesar de que esa era la razón por la que gozaba del beneficio de prisión domiciliaria.

“Jamás se lo notó enfermo; era un vecino más que llevaba una vida normal. Nunca vimos que lo venga a asistir una ambulancia ni que lo visite la Policía. De todas formas, es sólo lo que se veía, no sabemos tanto sobre cómo vivía, ya que no se daba con la gente de aquí”, resumió Roldán.

Los años en que Carlos Marcovich vivió en la Banda del Río Salí fueron quizás su etapa menos llamativa. La gente que lo conoció en otros domicilios asegura que era un hombre que no pasaba desapercibido.

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