En el Túnel del Tiempo

En el Túnel del Tiempo

Las medidas adoptadas en los últimos días retrotraen a los argentinos a épocas que ya se vivieron. Para el Presidente es solamente tomar carrera hasta definir un plan que llegará en marzo. En Tucumán, pasa algo parecido.

El comienzo de una era trae en sus alforjas ilusiones, esperanzas, proyectos, sueños y cambios. Todo eso estuvo el martes pasado cuando asumió el nuevo Presidente de la Nación. La Argentina dio un paso más en el fortalecimiento de su democracia.

Alberto Fernández tomó las riendas del poder, habló claro y simple e hizo un croquis del camino que le toca recorrer. Fue un dibujo a mano alzada sin plan y sin una ruta precisa. Tanto que las decisiones trascendentales quedaron anotadas para reuniones multisectoriales a desarrollar esta semana que comenzó a las cero de hoy. Otras, más importantes aún, como el presupuesto y la refinanciación de la deuda se las llevó a marzo para rendir esos exámenes bien preparado y sin ninguna improvisación.

En los primeros días de gestión el Presidente gesticula como todos quieren, pero se lo ve incómodo como nadie espera. No se encuentra tranquilo durmiendo en Olivos pero disfruta de sentarse en la mesa de examen de la facultad de Derecho para cumplir con su misión de profesor que, sin embargo, empieza a ser incompatible con su investidura presidencial.

El gabinete y su estructura laboral ya están trabajando y lo que falta es que él se acomode en su dificultosa relación con la vicepresidenta. Nunca podrá negar que tiene banda y bastón porque Cristina lo eligió. Ahora tiene que autoconvencerse de que hoy es el hombre más poderoso no sólo por la bendición de la ex presidenta sino por un caudal de apoyo y votos que sumaron peronistas, antimacristas, anticristinistas e independientes que vieron en su figura el gran conductor para borrar la grieta y para hacer despertar la economía.

En 1966 eran niños muchos de los principales actores de la vida política argentina de hoy. En los momentos de ocio se sentaban frente a sus televisores en blanco y negro y veían lo que podían. No tenían muchas opciones. Una de esas era la serie “El Túnel del Tiempo”. En ella Tony y Douglas se metían en el túnel y “visitaban” distintos momentos de la historia. Más allá de la magia de viajar por el tiempo, ellos afrontaban el desafío de no modificar la historia. Enfrentaban el dilema ético de que si intervienen podrían evitar graves daños. Pero si no lo hacen grandes catástrofes volverían a suceder inevitablemente.

Recuerdos del futuro

Esta semana que ya no volverá nunca más Alberto Fernández puso a funcionar el túnel del tiempo y retrotrajo a los Argentinos a mediados de 2015. Sacó algunos presos de sus jaulas, incrementó las retenciones y puso en guardia a los actores del campo, confirmó el cepo que ya había traído del pasado el macrismo, diseñó un dólar turista para los que viajen al exterior e instaló la doble indemnización para frenar los despidos que pueden venirse, con el riesgo de que, al mismo tiempo, frene nuevos empleos.

Como los protagonistas de la serie del siglo pasado, Douglas y Tony, el Presidente de la Nación afronta el dilema ético de modificar variables para que se repita la película que ya se vio y se vivió. Y, al mismo tiempo, tiene la opción de ordenar detalles y variables para ofrecer una Argentina diferente. Esta opción asomó en el mismo momento en que dio su discurso para saludar a todos los habitantes de esta Nación. Habló en tono pausado y tranquilo de la necesidad ineludible de superar la grieta y de buscar elementos que unan definitivamente al país. Pero, segundos después de plantear esto, elevó su tono y advirtió, cuando habló de la Justicia, que ese abismo al que no quería caer estaba a un soplido de distancia, ni siquiera hacía falta un empujón. El Presidente debe convencernos de que esa dicotomía es parte de la ciencia ficción, como aquel Túnel del Tiempo. En esto, por ahora, Cristina no lo ayuda. El hambre de primeros planos, la sed de venganza y su desconfianza la traicionan y le quitan protagonismo al Presidente.

Dedo en la llaga

Más que un cambio de voz de Alberto fue un dedo en la llaga. La Justicia ha tocado fondo. Ya en 1983 cuando la democracia volvía a caminar, esta “señora de ojos vendados”, como magníficamente se representa a la Justicia, espiaba por debajo de sus vendajes. Así había militares o funcionarios de facto que eran intocables para la Justicia de entonces. Desde aquella época hasta ahora, las cosas no han cambiado. Los argentinos tenemos una Justicia a la carta que no puede evitar empanzarse con el menú que la política elabora. Lo grave es que no pareciera querer independizarse y esta semana con la libertad de Julio De Vido o de Roberto Baratta ratifica la decisión de seguir transitando por la misma senda a pesar de que el titular del Poder Ejecutivo pidió romper las cadenas.

El grito

El poder de la política es devastador. Hasta un juez le teme. Y, en Tucumán, las cosas no son diferentes. Hace unos meses cuando la mujer sintió que no podía más y que debía gritar su verdad buscó diferentes ayudas. A medida que se acercaba a expertos y comentaba que había sido violada y violentada ella era recibida con los brazos abiertos. Hasta que soltaba el nombre de quién era el acusado. A partir de ahí entraba en terreno pantanoso. No siempre podía confiar. Peor aún, hasta en más de un momento se debe haber sentido traicionada por sus ocasionales interlocutores. El poder es así. Se cuela por los intersticios más recónditos y corroe en silencio.

Esta semana el caso Alperovich volvió a la palestra. El diálogo entre los jueces Osvaldo Rappa (en Buenos Aires) y Facundo Maggio (en Tucumán) no fue un aporte a la tranquilidad de la víctima. Por el contrario, contribuyó a seguir mirando de reojo a la “señora de los ojos vendados”.

Ahora, la mujer que denunció haber sido ultrajada sigue esperando que alguien se haga cargo de su causa. Y, esa mora hace crecer el fantasma del poder político revoloteando y actuando sobre la independencia de los Tribunales.

Salvo la senadora Silvia Elías de Pérez, que siempre estuvo obsesionada con denunciar la dependencia de la Justicia, la mayoría de los políticos esquiva opinar y más aún jugarse sobre un tema tan controvertido como el de la acusación a Alperovich. En verdad, los políticos le temen al caso. Intuyen que la sentencia se dicta antes de que entren a Tribunales y que sus carreras políticas finalizan antes de que comience el proceso.

Y, de las entidades intermedias como facultades, agrupaciones colegiadas, mejor ni hablar; se esconden debajo de la cama como esos perritos domésticos a los que la pirotecnia los espanta.

Cara y ceca

Incrementar el consumo, reactivar la economía y reducir la inflación son tres ideas fijas que desvelan al Presidente. Esta semana llegarán al Congreso una batería de medidas con aquellos objetivos. Para que Cámara de Diputados le dé el sí a Alberto Fernández pasarán a jugar un rol importantísimo no sólo el presidente de la Cámara Baja, Sergio Massa, sino también el interbloque que se armó con los que saltaron el cerco del macrismo, grupo que integra la tucumana Beatriz Ávila. La parlamentaria seguirá teniendo un protagonismo alto, juego al que apostó fuerte y ahora deberá sostenerlo.

La contracara de esta relación es la del mismísimo gobernador Juan Manzur, quien junto a los gobernadores perdieron, por ahora, la potencia con la que arrancaron la campaña presidencial al lado del flamante titular de Poder Ejecutivo. Cristina ha condenado al ostracismo al gobernador tucumano y, Alberto, por ahora –de nuevo- sólo le pide paciencia y patea la pelota afuera. Ni lo defiende ni le promete nada.

Hijos de gastos de bloque

En el Túnel del Tiempo también cayó la Legislatura provincial que discutió un presupuesto propio que pocos conocían y que menos aún eran capaces de desmenuzar como debiera. Y, como ocurre siempre, se sentaron sobre las bancas cuestiones como la transparencia del manejo de los fondos y las remuneraciones de los legisladores. Para la mayoría de ellos, directa o indirectamente, se le hace muy difícil abordar esos tópicos. Todos de cierta manera son hijos, sobrinos, tíos o hijos putativos de los gastos de bloque. Todos crecieron y se criaron en la mentira y en la incapacidad para decir que perciben determinados fondos. Menos aún son capaces de reconocer que necesitan voluminosas sumas de dinero para poder ejercer su rol político. Como los que se espantan con la pirotecnia se esconden debajo de la cama cuando salen estos temas.

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