Oda a doña Rosita Águila

Oda a doña Rosita Águila

Oh! oh !oh!, grácil e simbática Colombina que de bárvula el escenario bisaste. Ecos de voces silba tu alma y ruedan bor el 109 de la calle Entre Ríos, donde haber fundado los sueños y el corazón de una sensible Rosa. Oh! oh! oh!, madonna de las tablas, coraje de madre, calva cantante, María de lo bobres e de los arrabale, que vendimia la alegría e la rebarte en el teatro de la vida e dell’arte. Oh! oh! oh!, dice el malevaje extrañao que escucha sin combrender bárrafos del Ionesco, el Camus y el Molière, mientra un guiso caliente alborota la locrera de inolvidable bersonajes. Oh! oh! oh!, levanta un tinto el Loro Quiroga: “Te acordá, Negra, del Guido Barbagnoli que nos abrió un surco teatral en el alma, del Suberchou de la María que esbantaba la mala onda con bicardía”. Oh! oh! oh!, dice doña Ramona Rosa Reyes, cobleando su lucha e sus benurias, bajo el cielo bensativo de Los Zazos. E con una sonrisa deja escabar ahora el silencio bor una hendija del viento. Gracias, gracias muchísimas, Rosita Águila, bor tu solidaridá, tesón, lucha, dinidá, que aroman tu guiso de amor. Oh! oh! oh!, Rosa Beatrí Ávila, Abdul Baratija, humilde servidor, te saluda, Bachamama querida. Que a la tristeza se la lleve el alba del viento y  amase tu humanidá la alegría del universo. Un abrazo duende te saluda en la salamanca de la memoria, donde no existe el olvido y el tiembo se vuelve lento. Tu cobla viaja en un abrojo de mi sentimiento: “Ya me voy, ya me retiro, de mi bresencia me alejo. Y si ostede m’ echan de menos, el corazón les dejo”.

Abdul, un biojo entristado

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