El mago, el canciller y el elefante

El mago, el canciller y el elefante

Malos días para la política tucumana. El crédito de los 3.000 millones muestra las dificultades para transparentar las cuentas públicas. Manzur, afectado por la rara relación de la pareja presidencial. El ocaso de Alperovich.

Una de las cosas más difíciles para los hombres públicos es mostrar los números. Recientemente, la Legislatura le aprobó el préstamo de 3.000 millones de pesos al Poder Ejecutivo. Muchos miembros de la Cámara posibilitaron este crédito sin saber lo que aprobaban. Es más, hay quienes ni lo leyeron.

Indudablemente, estaban tan apurados en sancionar el empréstito que tampoco tuvieron tiempo de mostrar lo que hacían. Sólo sabían que el gobernador no iba a poder pagar sueldos y por lo tanto había que cumplir con el recado sin importar cómo.

Tampoco el Ejecutivo mostró los números para saber si el monto era el correcto. E incluso parece que les diera vergüenza contar cómo se pagarían los 3.000 millones de pesos. El mago de las finanzas tucumanas conocía detalles pero cuando se le consultó se limitó a decir muy poco.

Es cierto que los prestidigitadores no deben contar sus trucos, pero en esta caso Eduardo Garvich está obligado a mostrar todas las cartas porque es dinero de todos los tucumanos. Y a esos 3.000 millones los tendrán que pagar hasta 2022 los ciudadanos de la provincia. No es nuevo que la dirigencia política conjuga sus acciones sólo en presente, el futuro es de los otros y ella no tiene responsabilidad sobre lo que pase.

El ministro de Economía afirmó que se iba a pagar una tasa por encima del 70%. Garvich eligió ocultar la verdad. No se animó a decir que había firmado un cronograma estimativo de pago de cuotas en el que se fijaba una tasa variable (badlar corregida) cuya fórmula arroja un costo del 83,9 % para el primer mes. Tampoco comentó a cuántas entidades bancarias pidieron el crédito antes de llegar al agente financiero de la provincia. La transparencia es, tal vez, una de las deudas más abultadas de la gestión.

Como Coperfielfd, Garvich trató de que todos vean una cosa en vez de otra. Engañar suele ser el verbo que se aplica en estos casos. Cuando habló sobre el crédito precisó: “la tasa es variable; tenemos un plazo de tres años con seis meses de gracia, con una tasa que es badlar más 9%, pero que, por lo mismo que es badlar, es móvil y precancelable”. Curiosamente, la tasa badlar del 11 de noviembre cuando el mago y su ayudante, el ministro del Interior Miguel Acevedo, firmaron el decreto estaba en 46,5%. Si se le suma el 9%, la tasa final llegaría al 55,5%, un valor muy lejano al 83,9% que se terminó aprobando.

Es muy común que desde el escenario los magos subestimen a sus espectadores. Están seguros de que entre sus alocuciones, movimientos de mano y conocimiento de los trucos, los asistentes sólo se dedican a abrir la boca sorprendidos y luego a aplaudir. Por eso es factible que Garvich haya declarado que la tasa a utilizar es badlar, pero en realidad parece tratarse de la badlar corregida. En ese caso terminaría siendo una tasa que al 11 de noviembre estaba en 73,4. Si se le suma el 9% quedaría en 82,4%. En este caso se acerca más al número que se sancionó. Sin embargo, sigue habiendo cierta diferencia, aunque menor.

Tal vez si hubieran consultado en otras entidades podrían haber conseguido algunos puntos menos. Sin dudas los bancos otorgan sus créditos según la cara de sus clientes, pero en el caso de Tucumán la provincia no estaba tan mal ya que no había contraído otras deudas. Venía de estar libre de deudas porque no había pedidos créditos. Fue, precisamente, lo que más repitió Juan Manzur durante su campaña electoral. Apenas fue electo ahí si reconoció que las cuentas no estaban en orden.

Mío y de ellos

Es curioso cómo los dirigentes políticos cuando hablan de la administración del Estado para repartir, pagar sueldos, contruir o hacer obras utilizan los pronombres posesivos. Hablan de mis empleados, mis obras o sostienen: “les pagué”. En cambio, cuando se refieren a los dineros toman distancia y se olvidan de los posesivos para desligar responsabilidades. Las reglas éticas aconsejan que debería ser al revés para que la administración de los fondos sea como la del hogar donde un punto de diferencia puede desequilibrar el desayuno de todos los días.

Canciller con overol

El gobernador de la provincia se sacó el traje de canciller y se puso el overol. Va a tener que volver a empezar. Su imagen de hábil, estratégico y silencioso negociador quedó chamuscada en los últimos días. El poco transparente endeudamiento provincial sumado a que no puede confirmar (ni asegurar) los cargos que iba a tener su equipo en el gabinete nacional lo ha dejado groggy. La transición le ha hecho mal. Su ex jefa lo hizo trastabillar y lo mandó al rincón. Manzur no supo leer que su amigo Alberto no es independiente y, menos aún autónomo.

La Argentina afrontará un gobierno muy raro que no se ha visto antes. El poder será ejercido por una sociedad de dos personas en la cual, sorprendentemente, quien más capital tiene (votos y poder) es la que ocupa el sitio con menor rango institucional. La vice es más fuerte que el presidente. Alberto Fernández de Kirchner tiene la lapicera pero la tinta la cargan en el Senado. Por eso el gabinete tiene una puerta giratoria por ahora. Más de un funcionario “sijuancistas” volvió a guardar los trajes para sus juramentos. Los únicos beneficiados fueron los sastres.

Manzur, en tanto, tendrá que aprender aquella lección política que asegura que al jefe no se lo patea cuando está en el suelo. Cristina en tanto, está saboreando el placer de la venganza.

Con el overol puesto y con paciencia oriental, Manzur empezará a tejer de nuevo, mientras ve por televisión como otros gobernadores como Gildo Isfrán (nuevo jefe de los senadores) y como Gerardo Zamora que ya puso a su esposa, Claudia Ledesma Abdala, como presidenta provisional del Senado.

Tanto Manzur como Alberto no tomaron conciencia de que la transición es esperar y organizar, no gobernar. El político es cuando asume, no cuando es electo. El futuro presidente debe estar rumiando bronca de no haber tomado conciencia de esa simple realidad y terminó mal parado apoyando candidaturas en países extranjeros. Actuó como presidente en Uruguay, Brasil o Bolivia, cuando tenía tiempo para pensar.

El ocaso tan temido

Y, como si fuera poco, a la política tucumano la atravesó punta a punta la fábula del elefante y la hormiga. La denuncia por violación contra el senador licenciado José Alperovich altera la vida política de la provincia. Tanto la ha afectado que muy pocos se acuerdan ya del manual de las irregularidades que patentó el intendente de Tafí del Valle Francisco Caliva. A él la oposición política le perdonó la vida y por eso ahora camina como “Pancho” por su casa. Alperovich y su novela acaparan la atención.

La denunciante ya ratificó su verdad y se prepara para hacer lo mismo en Buenos Aires. En tanto, Alperovich está encerrado en su laberinto. Mientras la mujer grita su historia, el devaluado político tucumano escribe sus últimos capítulos como protagonista. En el ocaso de su carrera aparece solo. Ni uno de los que se enriquecieron a su sombra es capaz siquiera de darle una expresión de aliento. Tanto es el aislamiento, que esta semana después de que, por unanimidad, lo licenciaron en el Senado, eligió regresar en auto para no exponerse en los aeropuertos.

Una de las cosas más difíciles para los hombres públicos es mostrar los números. Para Alperovich que siempre confundió lo público con lo propio, hoy lo más difícil para él es mostrar lo privado.

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