Edward Prado: “el juez debe ser un árbitro: no puede inclinarse por ninguna parte”

Edward Prado: “el juez debe ser un árbitro: no puede inclinarse por ninguna parte”

El ex juez y diplomático estadounidense dijo que el juicio por jurados implica un cambio "muy grande" para la Argentina.

DISERTACIÓN EN LA FACULTAD DE DERECHO. El embajador Prado ayer, en la mesa panel junto a la decana Seguí y el académico Pérez Galimberti. DISERTACIÓN EN LA FACULTAD DE DERECHO. El embajador Prado ayer, en la mesa panel junto a la decana Seguí y el académico Pérez Galimberti.

El juicio por jurados tiene 200 años de práctica en los Estados Unidos. En la Argentina, esa modalidad de juzgamiento con la participación de los ciudadanos “existe” en la letra constitucional desde 1853, pero ni la Nación ni la mayoría de las jurisdicciones provinciales lo aplican todavía, incluida la provincia de Tucumán. Pese a su “vejez”, es una novedad. Estas asimetrías quedaron expuestas ayer, en la mesa panel que tuvo como protagonista a Edward Prado, ex juez y embajador estadounidense designado por el presidente Donald Trump. Con su estilo campechano y su conocimiento de las cosas, Prado reflexionó que el juicio por jurados iba a implicar un cambio “muy grande” para la Argentina. Y brindó una definición simple y futbolera del papel del juez: “debe ser un árbitro que no se inclina por ninguna de las partes”.

La misma idiosincrasia que hace que el juicio por jurados tenga vigencia constitucional plena, pero que recién ahora esté comenzando a instalarse, torna compleja la idea del magistrado que se limita a tocar el silbato y se abstiene de tomar partido por los equipos. “El juez fija las pautas (del debate), pero no se mete en el juego: no dice cuáles son los jugadores ni qué posiciones van a ocupar... Sólo está ahí viendo que las reglas se cumplan, y es el jurado el que debe decir si el imputado es culpable o no. Es algo simple: el juez no se pone de un lado ni del otro”, insistió Prado ayer con su español con acento de Texas en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán.

El embajador tomó la palabra luego de que expusieran la decana Adela Seguí y Alfredo Pérez Galimberti, académico y vicepresidente del del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) (se informa por separado). La mesa panel forma parte del XI Concurso Nacional Universitario de Litigación Penal que organizaron Derecho y el Inecip, y cuya fase final tendrá lugar hoy a partir de las 10 con un simulacro de juicio por jurados en el que participarán ciudadanos tucumanos escogidos por sorteo y previa inscripción.

La presencia de Prado en la Facultad de Derecho concitó el revuelo propio de las personalidades importantes: agentes de seguridad y vehículos modificaron el paisaje de la Casa Remis y de la -en ese tramo colapsadísima- calle 25 de Mayo al 400. Ajeno a esa pompa -o habituado a ella-, el embajador hizo bromas y prefirió responder preguntas antes que brindar un discurso. Para “romper el hielo”, advirtió al comienzo que lo habían llamado “juez”, “embajador” y “doctor”. “No sé cuál es mi título, pero sé lo que los acusados dijeron de mí”, bromeó. Luego trató de ensayar una presentación, y recordó que había trabajado con los juicios por jurados durante los 19 años en los que se desempeñó como juez federal; que después ocupó la función de juez de Apelación, y que antes había sido fiscal y defensor público. “Tengo experiencia en estos distintos roles. Lo único que me faltó es ser el imputado y por eso me vine a la Argentina”, remató otra vez con una sonrisa.

Prado insistió en que lo más difícil para un juez era “quedarse en el molde” y manifestó que en los Estados Unidos esa regla podía ceder en el caso de advertir una lesión al derecho constitucional de la defensa. “Si me convenciera de que el defensor no está haciendo su trabajo, podría advertírselo y buscar la forma de restablecer el equilibrio. Pero eso sucede muy pocas veces y yo, como juez, casi nunca lo hice”, explicó. Y añadió que a él, que había sido defensor y fiscal, le costaba no pensar en todas las preguntas y objeciones que las partes deberían plantear. “Es difícil, pero no me puedo meter. Y va a ser difícil para los jueces de aquí”, vaticinó el diplomático.

El embajador precisó que el otro rol del juez es educar a los jurados y que eso era fundamental en la Argentina porque los ciudadanos nunca había desempeñado el papel. “Y de repente llegan a una sala de juicio y se sienten intimidados. A mí me gustaba darles la bienvenida y decirles que el edificio pertenecía al Estado, pero que era su casa”, comentó. Y añadió: “el jurado tiene que probar los hechos fuera de toda duda razonable. Para que eso suceda, debe sentirse bien. Hay cuestiones que no están en los libros que tienen su importancia. Por ejemplo, el juez sabe que no puede tomar mucho café porque eso lo obliga a ir al baño. Yo a los jurados les decía que hagan un gesto con la mano si necesitaban descansar porque, hay que decir la verdad, algunos abogados son muy aburridos”.

En cuanto a la integración del tribunal, Prado recomendó vigilar que los ciudadanos estén desvinculados del caso y cuidar, a continuación, que las partes no los engañen. A esa altura del panel daba la sensación de que de mil amores se quedaría a seguir dialogando con sus interlocutores, pero Prado fue fiel a su condición de diplomático y salió con prisa a encontrarse con el gobernador.

Con Manzur

Edward Prado: “el juez debe ser un árbitro: no puede inclinarse por ninguna parte”

El gobernador Juan Manzur recibió ayer en su despacho al embajador de los Estados Unidos en la Argentina Edward Prado. Tras la reunión, el jefe del Poder Ejecutivo agasajó al diplomático con un almuerzo en el Salón Blanco, con la asistencia de funcionarios del Gabinete y de autoridades de la UNT, jueces de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán, diputados nacionales y empresarios locales. Antes de su llegada al país, Prado ejerció como juez en la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos por el Quinto Circuito, con sede en San Antonio, Texas. Durante su mandato fue designado por el presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos para presidir la Comisión Revisora del Fuero Penal, la Comisión Directiva del Centro Judicial Federal, la Comisión de Servicios de Defensoría y la Comisión del Poder Judicial de la Conferencia Judicial de EEUU.

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