“No conozco una persona importante en la historia que tenga un certificadode buena conducta”

“No conozco una persona importante en la historia que tenga un certificadode buena conducta”

El filósofo Tomás Abraham reunió a Foucault, Sarmiento y Milagro Sala en su último libro. Aquí explica cómo logró tan particular combinación. El conjunto de textos independientes agrupados en La máscara Foucault se convierte en un ensayo que parte de su colega francés y termina en un análisis histórico y social de nuestro país. “Milagro Sala es sarmientina”, afirma.

15 Septiembre 2019

Por Alejandro Duchini

Para LA GACETA - Buenos Aires

Tomás Abraham viene publicando de manera sostenida: en los últimos años se le animó a la novela, con La dificultad. Después publicó el extenso Mis Héroes, en el que describió a personas que de alguna forma lo marcaron. Luego apareció El deseo de revolución, 500 páginas para analizar a intelectuales contemporáneos. Y ahora acaba de publicarse La máscara Foucault, en el que refiere a su maestro francés para derivar en la biopolítica y así analizar la historia argentina hasta llegar a Milagro Sala. En la siguiente charla con LA GACETA Literaria cuenta que no para de escribir y explica por qué ama tanto la figura de Sarmiento, reniega de los impolutos y por qué al momento de leer hasta el chisme le resulta atractivo. Arranca así: “Estoy escribiendo mucho. Suelo empezar a escribir textos breves, sin proyección de libro, y después me doy cuenta de que tengo algo armado. Mientras escribía El deseo de revolución dicté un seminario de doctorado en la Facultad de Filosofía de la UBA, que incluía puntos temáticos sobre Foucault. Después di otro curso en la misma facultad sobre su tarea en el College de France. Sus trece cursos. Mientras tanto, aparecieron en Francia algunos libros de amigos de Foucault que tuvieron una relación cercana con él. Eso me llamó la atención y los leí. Me parecieron atrayentes. Escribí sobre eso y el tema forma parte de la primera parte de La máscara Foucault. No estaba preparando un libro; estaba escribiendo. Pero además desde hace unos dos años andaba con la idea de los alcances del concepto de biopolítica en Foucault, que era un tema que se trataba mucho entre foucaultianos. En un momento se me cruzó Alberdi con eso de que gobernar es poblar y vi estadísticas que mostraban que nuestro país quintuplicaba su población en pocas décadas. Analicé las evoluciones de los inmigrantes en Argentina, continué con la presencia del gaucho en el mundo rural del país pre-inmigratorio y me dije que existía la posibilidad de preparar un libro si agregaba unos problemas que estimaba sin analizar de su obra, como su idea de intelectual específico, la visión de algunos historiadores sobre su obra y el problema del colonialismo”.

- De Foucault, pasando entre otros por Sarmiento, llegás a Milagro Sala. ¿Por qué?

- Milagro Sala fue un acontecimiento político nacional. La primera vez que escuché de ella fue hace muchos años, cuando colaboraba con la campaña de Hermes Binner. Algunos diputados socialistas iban a Jujuy a ver a una mujer a la que describían como una especie de santa y no como líder social y política. La imagen que me dieron era de algo mágico religioso. Había gente que peregrinaba para verla. Su tema se hace político en el kirchnerismo y después con el gobernador Morales cuando la pone presa. Leí el libro de Verbitsky (La libertad no es un Milagro) y el de Alicia Dujovne Ortíz (Milagro) y me puse a escribir un artículo crítico sobre esos dos libros para el diario Perfil.

- ¿A qué apuntabas a través de la biopolítica?

- El tema biopolítico incluye la presencia del gaucho, del inmigrante y, respecto de los pueblos originarios, no me interesaba su cultura ancestral ni la recuperación de sus tradiciones, sino la índole política con proyecciones de futuro de un pueblo sojuzgado que pedía su lugar en la modernidad. Se hablaba de lo que se robó Sala y otros procedimientos delictuales de los que se acusaba a la Tupac, pero lo que me interesaba era una obra político-social de dignificación que no tiene muchos antecedentes. Existe la ayuda a movimientos sociales, pero en este caso se trató de una importante tarea educativa, de educación laboral, de políticas para la salud de la comunidad, proyectos y realizaciones en la construcción de viviendas levantadas con las propias manos de la gente que las habitaría, una visión placentera del ocio con los piletones, los cibercafés. Además medidas de protección a la mujer golpeada, la lucha contra el alcoholismo y el narco. En cuanto a los delitos, nada excusable como tampoco lo son la corrupción endémica de su provincia de la que son corresponsables los partidos políticos, décadas de poder latifundista e ingenios en el que hubo trabajo cuasi servil, el narcotráfico, etcétera.

Un genio y un fanático

- ¿Y Sarmiento?

- Amo a Sarmiento. Sí, digo que Milagro Sala es sarmientina. Incluso en mi libro Mis héroes mi último texto es Yo amo a Sarmiento, una conferencia que dicté en la Biblioteca Benjamin Franklin de San Juan, creada por Sarmiento. De acuerdo a Tulio Halperín Donghi, es lo más parecido a un genio que hubo en la Argentina. Sarmiento quería una Argentina que explote. Era un loco. Se enfurecía ante la pereza, proviniera de un parásito ibérico, de un borracho irlandés o de un gaucho dormido. Cuando Sarmiento escribe, en San Juan, La Rioja y Catamarca, no había un solo maestro. Soñaba con Estados Unidos por su empuje industrial. Con ferrocarriles, puertos, escuelas. ¿Cómo hacía para soñar con todo eso en medio de la nada cuyana y la parsimonia colonial? Para nosotros hoy es fácil porque tenemos wi fi. Tenemos todo. Pero Sarmiento no tenía nada: tenía un burro en la puerta de su casa. Europa le parecía decadente, con la restauración monárquica. Fue a Estados Unidos y le gustaba la transgresión yanqui, la irreverencia. Todo el mundo tenía que leer. ¿Y por qué allá todos leen? Porque la publicidad vende cosas, entonces necesitaban que la gente leyera. Sarmiento no era bueno, era un genio y un fanático. Cometió barbaridades como lo fue la muerte del Chacho (Peñaloza) y su apoyo irrestricto a la guerra contra el Paraguay. No conozco una persona importante en la historia de la humanidad que tenga un certificado de buena conducta. Los grandes son grandes por otras cosas. Tienen contradicciones. ¡Cómo voy a buscar carmelitas descalzas! Higiene, educación popular, salud y trabajo: ese es Sarmiento. Quería democracia. Además, ¡qué escritor que es! Uno de los más grandes escritores de la Argentina, que creó el Facundo. Un ensayista, y también un presidente con visión. ¿Cuántos presidentes tuvieron visión?

-¿Solemos los argentinos carecer de términos medios respecto de las personas que por distintos motivos se vuelven simbólicas?

-Es una característica de nuestra cultura: la moralina. Será por raíces o religión o lo que sea que tenemos santos y diablos y nos olvidamos de los procesos históricos. Hay quienes tienen una tendencia además de un placer morboso en buscar pecados y crímenes con el fin de dar un diagnóstico tenebroso de la historia de la humanidad: Roca, por el genocidio de los indios; Yrigoyen, por la Semana Trágica; el general Justo, por la década infame; Perón, por el fascismo neonazi; Cámpora, por secuestros y terrorismo; Menem, por la AMIA; De la Rúa, por el 2001; los Kirchner, por los robos; Macri, por todo y algo más. Y dejo de lado lo obvio que son todas las dictaduras militares. Se borra de acuerdo a las predilecciones que Roca constituyó el Estado nacional, que Yrigoyen fue el primer presidente que integró políticamente a quienes conformaban la nueva Argentina, que Perón cambió radicalmente el país con el protagonismo ciudadano de las capas populares… Los procesos históricos no son procesos de blanco y negro. Tienen costos. Y hay buscadores de víctimas. Está lleno de buscadores de víctimas que tienen buena prensa porque despiertan compasión, ese certificado de buena conducta sentimental, que es el principal obstáculo para entender la historia.

Foucault

- Antes decías que te parecieron atractivos los libros que aparecieron sobre la intimidad de Foucault. ¿Te interesan esos materiales?

- Por supuesto. Y quería saber más. El chisme me atrae porque me interesa la ficción, la intriga, la vida privada, la persona. No leo filosofía o lo que sea como si estuvieran compuestos por algoritmos. Trabajo con detalle el texto, pero la vida de los filósofos, de los pintores, de los escritores, me interesa. La vida de todo el mundo me interesa. Tengo conciencia de que no por eso conozco a alguien. No conozco nada, es una ilusión, imaginación impura por estar documentada. Me fascina la imaginación impura, por eso me interesan los buenos libros de historia y las biografías. Conocí a Foucault como profesor. Sabía de la pantalla que interponía a pesar de su sonrisa y su amabilidad y su discreción. Se dijo que era homosexual, que iba a los saunas, a los gimnasios… Hubo gente que siguió esa pista con él ya muerto. Pero esa pista siempre me pareció vulgar e idiota porque se arrogaba pretensiones hermenéuticas. Su obra es independiente de su vida. Su obra es su obra, es su pensamiento, que tiene vida propia.

(c) LA GACETA

PERFIL

Reconocido filósofo y escritor, Tomás Abraham nació en Timisoara, Rumania, en 1946. Vino a la Argentina en 1948. Tiene una maestría en Filosofía de Vincennes y una de Sociología en la Sorbonne. En sus años de estudiante participó del Mayo francés. En los 80 inició el conocido Seminario de los jueves. Es profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires y doctor honoris causa de la Universidad de Tibiscus (Rumania). Autor de más de 30 libros, La dificultad, Mis héroes y El deseo de revolución son los que anteceden a La máscara de Foucault.

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