Cartas de Lectores
Cartas de Lectores
31 Agosto 2019

- Apreciar la vejez

Movida por la presencia de una señora compañera mía en uno de los talleres y de avanzada edad, con sus 93 años me atrevo a agradecer a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) el apoyo a esta casona del EPAM (Educación para Adultos Mayores), donde el mito de envejecer nos induce a apreciar la vejez, a ensalzar el paso de los años. Al luchar desesperados por disimular en muchos casos la edad, ignoramos una cantidad de descubrimientos que pueden hacer del envejecimiento un proceso constante de crecimiento, satisfacción y placeres que tantas veces nos llevan a la risa, al buen humor. Junto a profesores idóneos aprendemos a no aceptar el fracaso. En fin... no darse por vencidos es beber el más precioso alimento del pozo de la vida ¡Adelante!, ya que no se mide la vejez que llega. Preciso es que se mida por el bien de tu entrega por la ayuda a un hermano. Agradezco a la señora Silvina Temkin, nuestra directora, que me alentó a escribir este mensaje.

Susana María Allegri

Chacabuco 220, 7° ASan Miguel de Tucumán


- Quema de cañaverales

¡Lo apropiado sería hablar de consecuencias de fenómenos naturales antes que de práctica! Por el avance de la masa de aire caliente y seca que causó desastres en el Amazonas (Brasil), estamos en presencia de incendios generalizados en todo el norte del país, donde Chaco y el norte de Santa Fe son las zonas más afectadas. Sería un verdadero milagro que no se registren eventos similares en Tucumán, con una vegetación mucho más seca que la del Amazonas en esta época. Las cifras de 40 focos contra 200 para la misma época del año, habiendo transcurrido más de la mitad de la zafra sin fuego, habla a las claras, en primer lugar, de la responsabilidad del clima en estos eventos y, en segundo lugar, de los avances para mitigarlos que se van logrando mediante la adopción de buenas prácticas y esfuerzos para educar a la población.

Santiago Paz-Brühl


- El valor de la educación

En estos días que estamos viviendo a partir de las elecciones últimas de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), en todo el país se está viviendo un clima de angustia y por no decir de mucho temor. Soy una persona que con mis 81 años he vivido muchas circunstancias parecidas, pero nunca una igual a esta. Muy lamentablemente, y lo repito, que no hay mejor historia, por lo menos para mí, que la que uno mismo vivió. A lo largo de la historia de las últimas décadas hay un concepto de su origen y fundamentalmente de la falta total de educación. Los diferentes gobiernos que se sucedieron a partir de mediados del siglo XX hasta el presente, no han cultivado el sentido del trabajo, que en definitiva es la creación real de riqueza para el engrandecimiento de las familias y del país. La pobreza, la indigencia y el querer vivir solo de las migajas que el señor Estado les brinda, ha creado un clima de no querer trabajar y vivir sólo de los planes, que en muchos casos son muy necesarios y útiles para gente que sufre las consecuencias de una situación económica extrema y complicada. Entiendo que se puede salir de esta triste realidad solo brindando cultura y, fundamentalmente, una educación de excelencia. Pero no es la cuestión de solo un año; para ello se necesita no menos, quizás, de una generación entera. Hasta el presente no he escuchado de ningún candidato a la Presidencia de la Nación un plan sobre la importancia de la educación. En lo que sí estoy muy de acuerdo es que debemos elegir vivir en una democracia, tal como existe en la Constitución nacional ideada por nuestro bien recordado tucumano, el abogado Juan Bautista Alberdi, en la que son respetados nuestros derechos y nuestras obligaciones. Quiero terminar con un pensamiento del libro “Alma” cuyo autor es Nacip Estofán (editado el 27 de febrero de 1942) que dice así: “Vida / No valdrías la pena ser vivida / vida que brindas amarguras y llantos / yo no soportaría tus quebrantos / si no fueras preludio de otra vida”.

Carlos Jorge Dumit


- Eterno desandar

En diciembre del 1983, unos días antes de que Raúl Alfonsin asumiera la Presidencia de la Nación, visitaba el país después de 10 años de ausencia el escritor Julio Cortázar. En esos momentos, un magnífico espíritu ciudadano estaba invadiendo el país con la recuperación de la democracia. Era el espíritu de la libertad que sobrevolaba e invadía al país, después de tres décadas y media de terror y despotismo. Ese noble invasor, el único anhelado en todos los tiempos por todas las civilizaciones, había llegado nuevamente a la Argentina. En ese marco de algarabía cívica, un novel periodista y escritor, Martín Caparrós, le pedía a Cortázar, en una improvisada entrevista, su opinión sobre el nuevo proceso que se abría en el país con el retorno de la democracia, a lo que el autor de Rayuela respondía: “tengo la impresión de que al pueblo argentino se le ofrece una oportunidad única de empezar un camino de ascenso”, y a disgusto y temeroso agregaba: creo que es la última oportunidad que tenemos, y que si la perdemos, dado el estado de quiebra tanto económico como ético en que ha caído el país, los resultados pueden ser catastróficos; los civiles tienen el destino en sus manos. Esto significa que el trabajo del gobierno se cumpla en un clima de unión y que las oposiciones sean constructivas. Tanta analogía a esta sucesión de crisis recurrentes e inveterada, es como extraer una novela de ficción o un laberíntico cuento fantástico borgiano de una biblioteca, que demanda releer tan rotunda similitud de este reflejo semejante que nos devuelve el espejo tantas veces. En una dicotomía que raya con el paroxismo, continuamos inmersos en una discusión estéril, sin rumbo; falta grandeza, renunciamiento para vencer este anatema que, como un estigma, daña y debilita nuestra endeble e incipiente democracia. Acusándonos unos a otros, en una diatriba interminable, hemos retrocedido sin alcanzar una ansiada estabilidad económica y vigorosa moneda. Después de décadas de fracasos y desencuentros, hemos cumplido con lo que afirmaba el filósofo español José Ortega y Gasset de este país, de las contradicciones y antinomias: “No sabemos lo que nos pasa y eso... es lo que nos pasa ”.

Alfonso Giacobbe


- Noche de chistes

Durante muchos años fui tesorero de la Fundación “Ateneo del Tango”. Como no teníamos sede propia nos reuníamos en bares, en la Biblioteca Alberdi, en el Círculo de la Prensa, en el local de Empresarios de Artículos del Hogar o en otros lugares, bajo la luz de un farolito. Contra viento y marea siempre estábamos presentes el ingeniero Hugo Altamiranda, presidente; Mario Turbay, secretario; Simón Kantarovsky, vocal, y yo. Antes de comenzar las reuniones nunca faltaban los chistes. Una noche Turbay, muy seriamente, me dijo: “Che, Gallucci, ¿viste la macana que escribió Pascual Contursi en el tango ‘Mi noche triste’?”. “¿Qué es lo que dijo?”, pregunté intrigado. “Dice que el tipo, cuando se acuesta, no puede cerrar la puerta”, me respondió. “¿Y eso qué tiene de malo?”, le volví a preguntar.  “¡Cómo que qué tiene de malo! Que si el tipo no puede cerrar la puerta cuando se acuesta ¿por qué no la cierra antes de acostarse?” remató Turbay. Entre las risotadas de los concurrentes, al mozo que nos atendía se le resbaló la bandeja.

Luis Salvador Gallucci


- Recuerdo de Juan Carlos Franco

Deseo escribir unas líneas para recordar a un amigo de San Pedro de Colalao, Juan Carlos Franco (alias “Cholo”, fallecido recientemente). Lo quiero recordar como un gran amigo pero, además, como un gran referente de aquel pueblo. Él, siendo senador del Gobierno de Celestino Gelsi, fue el mentor de llevar la energía eléctrica las 24 hs para esa villa. Recordemos que desde los años 30 solamente había luz de 20 a 24. Quien bajó la palanca inaugurando el servicio fue un tío del suscripto, el doctor Carlos Javier Aguirre (marzo 1962), ministro de Gelsi.

Franco Fogliata


¿Y la "diplomacia creativa?

Cada vez hay más complejos y efectivos sistemas de armas. Aviones desplegándose por cielos enemigos, artillados como ningún otro y, para mayor asombro, sin piloto, descargan sus mortíferos mensajes sobre blancos que aparecen en pantallas de oficinas de comandos operativos a distancia. Misiles de capacidad y alcances extraordinarios, prestos a surcar cielos en viajes de crucero y de muerte con sus ojivas nucleares. Ojivas que tienen una potencia destructora 100 veces más que las de Hiroshima y Nagasaki, el campo de pruebas de la primera potencia nuclear de la historia. Blancos que aún a distancia y de noche son visibles en las pantallas de los artilleros de “saco y corbata”, que desde oficinas con aire acondicionado y servicio de bar suman muertes de enemigos combatientes y de sus vecinos civiles. Los “efectos colaterales”, por llamarlos con voz enguantada para no herir demasiado la sensibilidad de los que se oponen a la guerra. Armas, casi fuegos artificiales, si no fuese que el efecto racimo es de uvas mortíferas matando y mutilando aquí y allá, indiscriminadamente. O las bombas “sucias” con uranio, que enferman, si no matan al instante, hasta que matan finalmente. O el empeñoso laberinto que desde la piel hacia adentro inicia infernal el fósforo blanco, en bombas armadas para ese fin. O armas biológicas o gas venenoso, para la muerte por enfermedades terminales que generan semejante engendros. Nos detenemos a meditar: “armas biológicas”. La etimología nos remite a la vida. El propósito es generar enfermedad, discapacidad, muerte. Es el objetivo de quien las fabrica, almacena y utiliza. Bárbaro y cruel animal es el hombre. Santos, entonces, los investigadores silenciosos de la medicina y la biología por nuestra salud, nuestra vida. Se acuñó una doctrina aparentemente “exitosa”: la de la “guerra preventiva” (la de Irak de Bush y sus aliados). También, por otra parte, en la ONU, se viene insistiendo en la “diplomacia preventiva”, desde hace por lo menos 10 años. Es hora ya de la “diplomacia creativa”, donde se esfuercen los pensadores de bien y técnicos de la comunicación. Imaginar, por ejemplo, que una delegación de personas sanas de ideas y antecedentes, de EEUU, del mismo Israel, de la UE, de la ONU, se propone viajar a Teherán para entablar diálogos con su gobierno. O a otro sitio, neutral, a elección del propio Irán. Sería uno de los 10 intentos de los que habla Alberdi en “El crimen de la guerra” (1869/70) nunca tan actual: “Todo Estado que no pueda dar 10 pruebas auténticas de 10 tentativas hechas para prevenir una guerra, como último medio de hacer respetar su derecho, debe ser responsable del crimen de la guerra ante la opinión del mundo civilizado, si quiere figurar en él como pueblo honesto y respetable”. Instaba a la “diplomacia creativa”. Es posible, ¿por qué no?

Carlos Duguech


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