Muy gatillados

Juan Manzur fue el primero de los gobernadores peronistas que ingresó a la porteñísima sede del Consejo Federal de Inversiones, durante la mañana del miércoles. En comparación con los siete cortes de calles que ayer sumieron en el caos el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde “el tránsito” es una entidad tangible y sufrible), no hubo inconvenientes anteayer para llegar a San Martín 871. Él arribó vistiendo un particular sobretodo negro Perramus que, a la vez, tiene cierre frontal y, por delante, botones y ojales con una solapa vertical. Todo un paradigma de prenda: puede vestirse de modo tal que lo que de verdad está cerrado no se ve, o de forma en que luzca abrochado por fuera lo que, por dentro, continúa abierto.

El tucumano, eso sí, no llegó temprano. Por el contrario, entró al edificio del CFI (la “cancillería” de los gobernadores en el puerto) en horario para ser quien recibiera a los otros 18 representantes de las provincias peronistas. Junto con él fueron, en total, 17 gobernadores, más el vice de Santa Cruz y el ministro de Economía de Córdoba (Alicia Kirchner y Juan Schiaretti estuvieron ausentes, pero sus distritos no). Todos congregados para lanzar advertencias al presente y mensajes al futuro.

Manzur, por supuesto, no es “más” que sus pares. Es cierto que hoy, cuando los mandatos de 2015 aún no han expirado, es el gobernante de la circunscripción peronista no macrista más importante del país. Pero en todo caso, es un primus inter pares: el primero, entre los mandatarios, en la consideración de Alberto Fernández.

En esa condición, el norteño fue uno de los promotores de la reunión (ayer, en el Foro Democracia y Desarrollo que organizó Clarín, el presidenciable lo reconoció como quien lo ayudó a convocar a los gobernadores). Fue también uno de los que plantó bandera contra el impacto financiero de las medidas fiscales que el presidente, Mauricio Macri, dispuso después de los traspiés en las urnas, en la bolsa y con el dólar. Como se sabe, la baja del IVA en 13 productos de la canasta básica y la suba del piso no imponible del Impuesto a las Ganancias impactan en la recaudación de esos tributos que alimentan la Coparticipación Federal de Impuestos. A ello se suma que el congelamiento en el precio de las naftas afecta las regalías petroleras: las provincias con hidrocarburos ya acudieron a los Tribunales.

Dos cuestiones

De lo mucho que muchos dijeron, dos cuestiones (que estuvieron en boca de Manzur) parecen centrales. Por un lado, la pauta de que el Gobierno central puede hacer cuanto quiera con sus recursos, pero no puede afectar los fondos de los Gobiernos locales.

Esta advertencia es el elogio de la tautología: la plata de la Nación es de la Nación, la plata de las provincias es de las provincias. La explicitación de lo obvio, entonces, hace referencia a otro asunto. En rigor, tiene que ver con que el contrato político entre la Casa Rosada y las Casas de Gobierno peronistas, durante los últimos tres años y medio, ha consistido en que las Provincias apoyaban en el Congreso las leyes del macrismo a cambio de mejores ingresos. Unos y otros cumplieron: Cambiemos logró lo que no pudo el brasileño Jair Bolsonaro: la resistida reforma previsional; y las provincias atraviesan un ciclo de superávit de sus cuentas públicas. En 2018, según informó el Iaraf este año, la coparticipación para las provincias superó el billón (millón de millones) de pesos. Es un aumento en términos reales del 12% en comparación con 2015, el último año “K”. Entonces, si la Nación cambia las condiciones, los gobernadores harán lo mismo. Esa es la advertencia para el presente.

La segunda cuestión fue la estratégica mención al concepto de “federalismo”. En concreto: la Nación no puede afectar de manera inconsulta y unilateral los dineros de los gobiernos locales. Y en ese punto, los gobernadores le estaban mostrando al macrismo el argumento que llevarán a la Justicia. Pero el mensaje era también hacia el futuro, para la próxima administración, sea cual fuese: nadie quiere la reedición de la carestía financiera durante el kirchnerismo. Esa durante la cual había que mendigar a la Presidencia.

Puesto en cifras, la última ley de coparticipación (la 23.548, de 1988, en el alfonsinismo) fijó una distribución primaria de los recursos del 42,3% para la Nación y de nada menos que el 57,7% para las provincias. En su último año como jefa de Estado, Cristina Fernández puntualizó por cadena nacional que la proporción en 2015 era ya del 70% de los dineros para la Nación y sólo el 30% restante para los 24 distritos.

Dos federalismos

La estadística revela, como tendencia, que el peronismo no practica el federalismo en términos de recursos. Por el contrario, gesta hiperpresidencialismos que tienen, como uno de sus baluartes, la acumulación de poder económico y financiero. En todo caso, practica un federalismo político. Es decir, es permisivo con los regímenes provinciales caudillescos y con reformas constitucionales destinadas a eternizaciones en el poder, en la medida en que obtenga en las urnas y en el Congreso el respaldo de esas gobernaciones.

Esa es una de las claves por las cuales el peronismo sobrevive a Juan Domingo Perón (en Brasil, al mismo tiempo, el varguismo murió con Getulio Vargas). “El Pocho” practicaba una relación “otomana” con las provincias: los Saadi, los Juárez o los Rodríguez Saá (sólo por mencionar tres de incontables ejemplos) podían diseñar sus esquemas de poder con libertad en sus distritos, en la medida en que, llegadas las elecciones, fueran tributarios de Perón.

Contrariamente, el macrismo parecía destinado al unitarismo: sus hombres y mujeres llegaron al poder en la Casa Rosada y en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Pero, si bien la gestión porteña y la bonaerense fueron sumamente beneficiadas, el resto de las provincias, incluidas las de signo peronista, gozaron de una tranquilidad financiera infrecuente. La viceversa se completa con la intolerancia macrista respecto de los diseños políticos de distritos como Tucumán: el Presidente reclamó hasta el hartazgo que Tucumán terminara con los “acoples”. Y, finalmente, Macri y Manzur se terminaron hartando el uno del otro.

Ahora los mandatarios anhelan el paraíso de la libertad económica y de la libertad política. Si no lo consiguen, siempre será revelador observar cuál libertad prefieren sobre la otra.

Dos reacciones

En este contexto, la foto es el mensaje. La imagen de 19 provincias defendiendo un interés común es más elocuente que el documento final. El texto, si bien es rudo en varios pasajes (dice que se pone en peligro la “subsistencia” de las administraciones; que se corre el riesgo de incumplir con obligaciones corrientes como el pago de salarios y la prestación de servicios públicos: y que está en juego la “paz social”), también ofrece una negociación. Pide una “compensación”. Léase, ATN: Aportes del Tesoro Nacional, nacidos de la ya citada Ley 23.548, para “atender emergencias o desequilibrios financieros”.

La Nación ha contestado ya, a través del ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, que “no hay recursos previstos de compensación”. Si esta será la tesitura, se verá en breve una relación de virulencia creciente entre la presidencia y los gobernadores y, a la par, una presentación masiva de acciones judiciales contra las medidas federales. Probablemente, surja algo más. Durante la reunión en el CFI, algunos gobernadores (Manzur no estuvo entre ellos) dejaron entrever que la única alternativa que les quedaba, si la Nación se negaba a la “compensación”, era reeditar la emisión de cuasimonedas.

Dos dramas

Toda esta escalada de acciones y reacciones muestra una partida de ruleta rusa política. El macrismo dice que el kirchnerismo llevará el país a una situación como la de Venezuela. El kirchnerismo contesta que el dólar está barato. El macrismo lo culpa de la disparada del dólar y vende reservas, a la vez que busca aliviar la crisis con medidas fiscales que afectan los recursos de las provincias. Los gobernadores responden que resistirán y que acudirán a la Justicia…

En esa dinámica de todo o nada, el macrismo no puede llevar las cosas al extremo, porque su esperanza de revertir el resultado de las PASO demanda gobernabilidad. El kirchnerismo no puede ir más allá porque aún no hay Presidente electo y necesita llegar a las elecciones generales en un clima de institucionalidad. Pero a la vez, el kirchnerismo tiene que seguir desgastando a Macri para conjurar su recuperación; y el macrismo tiene que seguir culpando al kirchnerismo de la crisis para intentar recuperarse.

Hay un doble drama en este escenario. El primero es que la dirigencia se disputa el poder, pero a la vez está timbeando el futuro inmediato del pueblo. El segundo es que ya han gatillado demasiadas veces como para seguir jugando…

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