Fuegos cruzados en la patria dividida

Fuegos cruzados en la patria dividida

“Sos un cheto desclasado”, le espetó una mujer a un hombre en su muro de Facebook.

El agredido, un votante de Cambiemos confeso, es un ferretero de la zona sur de la capital, bien al sur, casi cayéndose del mapa, y a juzgar por sus publicaciones en la red social, no tiene auto, vive en casa alquilada y lo más lejos que llegó en su vida fue Mar del Plata. Siempre según Facebook, donde difícilmente alguien muestre menos de lo que es o de lo que tiene.

La agresora, ferviente militante kirchnerista, es licenciada en Artes, becaria del Conicet, y posee un pasaporte inflado con sellitos de viajes a Europa. Su muro está empapelado de postales y autofotos en el viejo continente.

Otro caso. “Negra choriplanera, vaga inútil, dejá de embarazarte para seguir cobrando planes…”. Los agravios siguen y siguen pero no vamos a reproducirlos aquí porque no pasarían ningún filtro del Inadi.

En esta ocasión, la agredida es una empleada de un municipio del Gran Tucumán, encargada de un precario comedor comunitario, tan humilde que ni piso tiene.

La mujer, prosélita peronista declarada, participa en todos los eslabones de la cadena productiva del comedor, uno de los casi 900 que funcionan hoy en Tucumán.

Su actividad comienza a las 5 de la mañana, los 12 meses del año, y no acaba sino hasta la medianoche, cuando se lava el último plato, se barre el piso de tierra y se apaga la luz.

El agresor, en cambio, ostenta un status social que sería la envidia de cualquiera. No tiene ninguna foto tomada antes de las 11 de la mañana, en todas las imágenes sostiene un vaso de alguna bebida en la mano o un globo amarillo, siempre sonriente, nunca en el mismo paisaje, y la única actividad que se le conoce, según su Facebook, es arrendar campos para sembrar caña.

Dos ejemplos reales del fuego cruzado plagado de contradicciones que nos atraviesan a todos los argentinos, cada día con mayor caladura, más insostenible, más idiota.

Una pequeña burguesa kirchnerista que conoce media Europa acusa de “cheto desclasado” al ferretero macrista que apenas llegó a Mar del Plata.

Mientras que un terrateniente que amanece al mediodía y cuya única preocupación es revisar el AccuWeather para ver cuándo llueve en su finca, imputa de vaga y planera a una mujer que se desloma 18 horas por día a cambio de una miseria.

Colectivos casi vacíos

Dos ejemplos tan paradojales y descabelladamente absurdos, pero que abundan a diario en las redes sociales.

Miles y miles de tiroteos enceguecidos entre talibanes dueños absolutos de la verdad revelada, de un lado y del otro, y del otro y del otro. Porque cada vez hay más lados, más sectas, más motivos para pelearse, más colectivos que en vez de juntarnos nos separan, “colectivos” que a veces viajan casi sin gente.

Es la trampa que te tiende, tarde o temprano, el empobrecido pensamiento binario, esa lógica pordiosera del black or white, esa bipolaridad mental sin paleta de colores cerebrales. Mundo de grises.

Y afuera de las redes también ocurre el choque de (in)culturas, en el taxi, en el bar, en la sobremesa familiar, en el trabajo… Sólo que en “la nube” todo se nos presenta junto y de forma masiva y por ello resulta mucho más amplificado y contundente.

El que tira el afrecho

La culpa no es del cerdo sino del que le da el afrecho. Y ni dudarlo. Nunca más justa esta frase tan repetida. Nuestras autoridades son las principales responsables de la crispación que soporta la Argentina hace tanto tiempo.

Si una dirigente de peso como la diputada nacional Elisa Carrió se mofa arriba de un escenario del asesinato del ex gobernador de Río Negro, Carlos Soria, y una platea de notables, entre los que se encuentra el presidente de la Nación, Mauricio Macri, celebra el chiste a las risotadas, qué le queda al vecino más que agarrarse a los tiros con el que vota diferente.

Por si no se enteró, durante la reunión del gabinete ampliado que se realizó el jueves en el Centro Cultural Kirchner, Carrió dio un discurso donde, dirigiéndose a Miguel Pichetto, aclaró que ellos están “en las antípodas” y recordó su amistad con el histórico rival del candidato a vicepresidente en la interna del peronismo rionegrino.

“Yo era amiga del Gringo Soria, que decía ‘mi mujer me va a matar’ y la mujer lo mató”, disparó Carrió, entre carcajadas, en modo standupera.

Otro desafortunado derrape de la diputada, como cuando dijo “gracias a Dios se murió De La Sota”, o como cuando encontraron el cuerpo de Santiago Maldonado en el Río Chubut y bromeó con que “es como Walt Disney”.

Ninguna diferencia con los violentos exabruptos del dirigente social y piquetero Luis D’Elia, quien llegó pedir paredones de fusilamiento para los traidores y para la oligarquía vendepatria.

“A Macri habría que fusilarlo en la Plaza de Mayo delante de todo el pueblo, es un hijo de re mil putas”, llegó a decir en julio de 2018.

Hoy, desde la cárcel, dijo estar arrepentido. “No tengo bronca contra Macri. Ni la salida es la venganza ni los odios. La cárcel te hace reflexionar mucho”, declaró el dirigente en diálogo radial con el periodista Ernesto Tenembaum, un día después de las PASO, en un tono conciliador que desconcertó a todos.

Los votos del mercado

El propio Presidente profundizó la grieta entre los argentinos el lunes pasado, en un discurso tan desacertado que tuvo que salir luego a pedir disculpas.

Responsabilizó a los votantes por la estampida del dólar y analizó que los mercados no se equivocan, pero la gente sí lo hace cuando vota mal.

Fue lo más cercano a desconocer la validez del sistema democrático que se escuchó en el último tiempo, en sintonía con los desvaríos autoritarios de D’Elía o el patoterismo del kirchnerismo más exaltado.

El Macri del lunes fue lo más parecido al negacionismo obstinado y soberbio de Cristina Fernández durante la última etapa de su gobierno, que hasta culminó sin traspaso de mando presidencial.

Si los odios personales están antes que las instituciones, entonces también nuestros amores, deseos y urgencias estarán antes que las necesidades del pueblo.

Si nuestros líderes están así de locos, de crispados, tan salidos de eje, no podremos ver otra cosa que bronca en los muros de Facebook y de otras redes sociales, muros que nunca tardan en ser los de la calle, donde al final termina la violencia haciéndose materia.

En la misma conversación con Tenembaum en “Radio con Vos”, en una llamativa autocrítica, D’Elía opinó y propuso: “muchas veces los odios se generan no por las cosas que se hacen sino por las formas en que se hacen. La manera de hacer las cosas la tenemos que cambiar. Hay que dejar el odio de la escena argentina y tenemos que aprender a dialogar, yo el primero”.

Al final, uno de los hombres más violentos de la política argentina nos terminará dando un ejemplo de reconciliación. Quién sabe.

Argentina es un país que lleva demasiado tiempo dividido y si no son los líderes y los dirigentes los que bajan con mucha firmeza esa línea de acuerdo y unidad esto ocurrirá nunca.

Así, quizás, algún día llegue a cumplirse lo que anheló y anunció Juan Domingo Perón el 1 de mayo de 1974, justo dos meses antes de morir, al inaugurar el período 99 de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. Afirman algunos que fue el mejor Perón de todos, el de la paz y la conciliación. Ese día dijo algo que quedó grabado en la historia, aunque aún lejos está de cumplirse: “Ha comenzado de este modo el tiempo en que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.

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