El héroe menos pensado
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A Carlos Bilardo ni se le ocurre analizar el cambio. Sabe que el “Tata”, a quien en la intimidad le dicen “Caballo”, no dejará la cancha del estadio Azteca por más que tenga el hombro destrozado. En el partido más importante de la carrera de cualquier futbolista -la final del Mundial- el “Tata” marcó su primer gol con la camiseta de la Selección. El cabezazo perfecto tras la salida a ninguna parte del imponente Schumacher. Pero ahora el “Tata” lleva el dolor incrustado en la piel. Los tanques alemanes lo arrollaron, pero él se puso de pie, agujereó la camiseta para convertirla en un cabestrillo y así llegará al epílogo, cueste lo que cueste.

A Bilardo, que lo crió de potrillo y le pintó de Estudiantes el corazón, el “Tata” lo mira desde lejos. Los alemanes se pusieron 2 a 2. ¿Salir? ¿Ahora? Ni muerto, le dice el “Tata” sin hablar.

Dieciseis años antes, en la misma cancha del Azteca, Alemania e Italia disputan una semifinal que escapa a toda lógica. Ganarán los italianos en el alargue (4-3) al cabo de una ópera en varios actos disfrazada de partido de fútbol. La fiesta es “azzurra”, al drama lo protagoniza el mejor jugador de los perdedores. Tras un embate de Pierluigi Cera, el hombro derecho de Franz Beckenbauer termina irremediablemente dislocado. No le quedan cambios a Alemania, así que Beckenbauer completará los 120 minutos con la mitad del torso inmovilizado por un vendaje.

Pero ahora Beckenbauer es el técnico de los alemanes. ¿Qué pensará viendo al “Tata” en el mismo trance? ¿Le queda margen, con la vorágine del partido marcándole las palpitaciones, para recordar aquel traumático mediodía, para recordarse llegando tarde al cruce de los delanteros italianos, traicionado por su propia carrocería de Kaiser?

Y eso que el “Tata” es un invitado que había llegado a México consciente de que el suyo era un papel de reparto. Argentina tenía su propio Kaiser, su propia leyenda: Passarella, el capitán que levantó la Copa. Pero Passarella desaparece de la escena por culpa de un virus y Bilardo saca al “Tata” de la manga. Es su hombre, su creación moldeada en la factoría de City Bell. Nadie imaginó al “Tata” en ese momento, en ese lugar.

La cuestión es que Bilardo sabe lo que Beckenbauer piensa. Y que Beckenbauer sabe lo que Bilardo piensa. O creen saberlo. O tal vez nadie sea capaz de pensar cuando a la final le quedan pocos minutos y todo está por verse. El “Tata”, mientras tanto, estrecha filas con Ruggeri y con Cuciuffo, sabedor de que los alemanes se juegan un pleno en cada centro.

Hasta que Maradona manda a Burruchaga a galopar y así, al galope, Argentina hará historia. Beckenbauer no fue vencido por el otro Kaiser, sino por el héroe menos pensado. El “Tata”, pura humildad desde que salió de Ranchos hasta el último instante de su vida, homenajeó al crack alemán como lo hacen los grandes: superando al maestro. ¿Cómo iba a sacar Bilardo a José Luis Brown? Si la sangre de campeón le fluía por cada vena...

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