Abroquelarse

Abroquelarse

Hoy empieza el proceso electoral para definir quién será el próximo Presidente de la Nación. El ciudadano afronta un acto trascendental para ejercer su libertad. Poderes que disimulan su potencia pero no dejan de actuar.

Hoy es su día. ¡Feliz día! La libertad máxima de decidir está en sus manos. Hoy definirán los candidatos tal cual lo proponen las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Sin embargo, en el sobre entrarán varios mensajes. Habrá para todos.

El gobernador Juan Manzur, vestido con la camiseta de candidato, pone en juego su rol nacional. Para eso ha desatendido cuestiones institucionales y ha utilizado el avión de la Provincia electoralmente. Esta noche se irá a dormir tranquilo si los votos que consiga el oficialismo le alcanzan (proyectándolos a octubre) para renovar las tres bancas. Pero en el fondo aspira a obtener una más como mínimo. Manzur, a diferencia de su antecesor en el sillón de Lucas Córdoba, siempre quiere mostrarse como ejemplar único y diferente. Así trató de exhibirse cuando llegó al Ministerio de Salud de la Nación y ahora aspira a sentarse en las mesas chicas del poder nacional, algo que estuvo a punto de hacer Ramón Ortega, hasta que se peleó con Carlos Menem.

En ese mismo espacio peronista se pondrá a prueba la figura de Cristina quien, sin intermediarios, aparentemente tiene una potencia inusitada en la provincia.

Hundido

En el juego de la batalla naval, los barquitos suelen recibir uno, dos o tres “tocado” hasta que se hunden. José Alperovich parece un de esas embarcaciones. Después de sus dislates y mesas vacías de los últimos comicios provinciales, hizo lo que no se debe hacer en las PASO. Primero se fue de viaje; luego no hizo campaña; y, finalmente, sólo habló -no hubo hechos- de apoyar a la fórmula Fernández-Fernández. Alperovich es un ex gobernador y un senador de la Nación. Se olvidó de ello y brilló por su ausencia. Lo mismo parece haber hecho la ex senadora y ex diputada nacional Beatriz Rojkés. Alperovich “fue el mejor gobernador de la historia” de Tucumán (así lo dijo el ahora vicegobernador Osvaldo Jaldo) y en estas PASO empieza a ponerse en juego el futuro del país y del peronismo: debió haber hecho algo más que una mera foto para las redes sociales. Tal vez esté empezando a retirarse de la política.

El lugar que ellos hubieran podido ocupar es propiedad privada de José Vitar, quien no sueña con vencer, pero sí con herir al menos a Goliat en la carpa oficialista.

Potencia juvenil

La política tucumana está en un proceso de transformación. Manzur se le animó a Alperovich y desafió su poder. En el espacio macrista (ya sólo se habla de “partidos” en la Constitución nacional y en las leyes), para estos comicios saltaron el cerco los “chicos” de Yerba Buena. Cual adolescentes que desobedecieron a sus mayores, el intendente Mariano Campero y su compañero de andanzas desafiaron al poder. Hoy, con la postulación del jefe de Gabinete de Yerba Buena, Manuel Courel, buscarán sacarle canas verdes y ponerlo colorado a Domingo Amaya, quien, con la bendición presidencial, durante la campaña tocó con un cuarteto de ministros de la Nación que actuaron bajo la batuta del diputado José Cano. Algo nuevo, porque hasta ahora el director de orquesta había venido siendo un hombre del PRO como Pablo Walter.

En la carpa amarilla, la insolencia de la juventud desafía al poder.

Carpa desarmada

En la provincia el poder no siempre está en las ligas mayores. A veces se esconde en las segundas filas, entre la multitud, y hasta se diluye en células desconocidas y asesinas como las que manejan los narcos.

Las víctimas de la impunidad judicial se juntaron con un sector gremial de los judiciales en una carpa y desafiaron al poder. Gritaron broncas e impotencias. Les duró poco más de una decena de días. La Policía provincial arrasó con la protesta de un plumazo -y algunos forcejeos- y desarticuló la protesta en plena madrugada. Salió airoso el ministro fiscal Edmundo Jiménez.

El episodio mezcló todo. A menos de cinco días de los comicios, el Poder Ejecutivo provincial mandó a una veintena de policías de madrugada a desplazar a dos mujeres que estaban en la carpa. En una síntesis brutal, se podría decir que Manzur salió en defensa de Jiménez. Lo curioso es que aplicó una política propia del gobierno nacional, que impuso el protocolo antipiquetes. Algo inesperado de quien viene siendo el primer espadachín del norte contra el macrismo con todos los gremios como fieles escuderos de esa cruzada.

Pero no sólo el Ejecutivo mostró ese respaldo con Jiménez, ya que la Legislatura no dudó en darle más poderes al concederles a los ministros Fiscal y de la Defensa la facultad de designar sin concurso a fiscales y defensores regionales. Tanto Jiménez como Washington Navarro Dávila dejaron en claro que atesoran un poder inusitado. Tanto el Ejecutivo como el Legislativo se pusieron a sus pies sin recriminaciones. Y las entidades intermedias hicieron mutis por el foro, tal vez por temor también.

Tres Oscar legislativos

No fue el único guiño de los legisladores al Poder Judicial. Después de días de estudio, los legisladores Zacarías Khoder, Sara Assán, Enrique Bethencourt, Elena Cortalezzi, Graciela Gutiérrez y Norma Reyes, del oficialismo, y Alberto Colombres Garmendia, del Pro, no encontraron pruebas para enjuiciar políticamente a tres jueces de paz. Estos siete (faltaron los peronistas Nancy Bulacio, Christian Rodríguez, José Gutiérrez y Reneé Ramírez, y el radical Eudoro Aráoz), legisladores-jueces de la conducta, consideraron que la presentación de actas firmadas en el lugar de la jurisdicción donde se desempeñaban los jueces de paz confirmaban que no habían incurrido en falta alguna. Obvio. No pudieron tener en cuenta que los jueces de paz “inventaron” una nueva jurisdicción nacional al ocuparse de casamientos en otras regiones. La “absolución” fue en realidad el premio a los mejores actores porque los mismos jueces de paz argumentaron de sus propias bocas que las actas de casamiento se hicieron en sus lugares de trabajo y que fueron a otros lares a hacer un “acting”, es decir una representación. La comisión tuvo una llamativa forma de evaluar la conducta de los jueces de paz.

El más invisible

Abroquelarse. El diccionario confirma que ese verbo nos invita a resguardarnos, a defendernos. Y, también nos ayuda a mantenernos inamovibles en una idea o en una actitud. Si buceamos un poco más en su etimología, descubriremos que además significa cubrirnos o protegernos con el broquel. Y el broquel es un escudo pequeño.

Abroquelarse fue la palabra que utilizó el ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer. Preclara síntesis para afrontar lo que se sabe, lo que todos (funcionarios, jueces, legisladores, ciudadanos) tienen claro: la droga deambula por las escuelas como los lápices, las carpetas o las gomas de borrar. Esta semana se transparentó: a una jovencita le encontraron en sus manos varias dosis asesinas.

Abroquelarse. Esto, también en este Tucson deformado, implica transparentar, hablar, poner palabras para defenderse. Eso hizo la docente de la escuela al conversar con los chicos que confesaron cómo la droga cabe en la cartuchera o en la mochila.

Abroquelarse implica, además, reconocer que el problema está y que lo maneja un poder asesino que da trabajo, que camina por los suburbios y en la oscuridad, pero se viste de traje o camina por los pasillos más inesperados. La droga es un auténtico poder aún en su invisibilidad.

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