Nelson Ledesma, de jardinero fiel a brillar entre los mejores golfistas del planeta

Nelson Ledesma, de jardinero fiel a brillar entre los mejores golfistas del planeta

"Muru" será el segundo tucumano en la historia en jugar en el PGA Tour de Estados Unidos, la elite de la elite. El paso a paso de su vida, su auto y el saludo de Macri.

LA FAMILIA. Nelson en el centro, rodeado de su sangre y amigos del barrio, en Yerba Buena. LA FAMILIA. Nelson en el centro, rodeado de su sangre y amigos del barrio, en Yerba Buena.

Nos volvimos a encontrar con Nelson en el mismo bar de hace exactamente un año y medio. En aquella oportunidad hablamos de su crecimiento como golfista profesional, de cómo se fortaleció a partir de vivir su propio efecto cebolla. Este chico no quemó etapas, lo suyo fue encarar con gusto un eterno pan y queso.

“A los 12 años le dije a mi papá que no quería estudiar más, que quería jugar al golf”, David, el gran David, le hizo la segunda y le dijo que él iba a hablar con su mamá.

La crisis de 2001 dejó en la lona a los Ledesma. David perdió la panadería y debió ingeniárselas para que el pan no falte a la mesa. Junto a “Muru”, su mano derecha, hacían trabajos de jardinería y también llevaban los palos de quienes contrataban sus servicios en Las Yungas.

Siendo caddie, Nelson tomó conciencia dónde quería y cómo quería estar en el futuro, “dentro de una cancha de golf, pero jugando”. Fue avanzar casillero por casillero, sin atajos. “A mí viejo le había dicho que me veía a los 28 años jugando el PGA Tour y que si eso no pasaba iba a colgar los palos”, pasó lo que tenía que pasar y se dio lo que Nelson buscó: convertirse en el segundo tucumano en la historia en llegar al circuito más importante del mundo, a la NBA del golf, al show donde compartirá cartel con ídolos eternos como Tiger Woods y el resto de la tropa de los no tan millennials que triunfan.

REFERENTE. Nelson abraza a su padre, David, su gran amigo. Este año le sacará la visa para viajar a Estados Unidos. REFERENTE. Nelson abraza a su padre, David, su gran amigo. Este año le sacará la visa para viajar a Estados Unidos.

“No caigo, la verdad. Pasaron varios días, pero todavía no caigo. Igual te digo que no tengo miedo por lo que venga, me siento en mi mejor momento, en la edad ideal”, confiesa quien se aseguró la membresía en la elite del golf tras ganar en Colorado, por el Korn Ferry Tour, la B Nacional del golf yanqui.

La diferencia entre un circuito y otro se reduce a los números, a los millones de dólares a repartir por evento (la relación es 13 a 1), a los cientos de miles de fanáticos que asisten y a que el mundo está pendiente de cada parada como si fuera un novio celoso: siempre al pie del cañón. “Me gusta”, me dice “Muru” ahora devenido en el “Pity”, por Gonzalo Martínez, el ex River. “Es que mi mánager me decía que yo estaba loco por lo que conseguimos”, algo de eso hay.

Da gusto hablar con Ledesma.

En realidad, hablo con un amigo; nos conocemos desde su adolescencia y lo conozco también cuando estuvo algo golpeado porque los resultados le hacían la bicicleta.

Pero si algo hizo bien, y hace bien este chico, es no pensar en el dinero. "Jamás pensé en la plata, ni ahora ni antes. Estoy cómodo como estoy, no me falta nada a mí, ni a mi mujer ni a mi hijo”.

Nelson no es millonario, a no confundirse. Tiene un buen pasar. “Ahora puedo darme quizás el gusto de salir a comer, de poder invitar a mis amigos a comer un asado, disfrutar bien de mi familia”, las carencias que hoy puede sufrir Ledesma son afectivas. “Imaginate, hay veces que estoy afuera entre 10 y 12 semanas. Una eternidad”.

La nueva vida

En septiembre arranca su participación en el PGA Tour, en Napa. Hasta final de año jugará nueve torneos. El objetivo es asegurar la membresía para 2021 lo más rápido posible. Si arranca bien, chau elefante sobre la espalda. En dinero, la salvación se llama 1 U$S millón, aproximadamente. Si logra embolsar ese monto en ganancias estará del otro lado. Igualmente, tiene un plan B.

“En el peor de los casos, volveré al Korn Ferry con categoría completa, pero no pienso en eso. Sé que nos puede ir bien. Las canchas son más difíciles y yo juego mejor en canchas difíciles”, tenga. Eso se llama confianza y fe en él y en su equipo de trabajo.

“Antes tenía vergüenza de todo, pero ya no. Me siento respetado y querido. No sé lo que es ser famoso, dejame que vea cómo termino el año que viene y ahí te digo, je. Si me va bien en el PGA todo puede cambiar”, lo que segurísimo no cambiará es Nelson.

De buena madera, este chico es socio del club de la solidaridad. “Regalo todo lo que puedo, ayudo donde puedo. Si puedo dar una mano, la doy”, generosidad ante todo. Sus sponsors, por caso, le hacen pagar exceso de equipaje. “Pido una remera, me mandan cinco. Pido dos bermudas, me mandan 10. Así, con todo. Entonces le regalo ropa a mis tíos, amigos, al que necesite”.

Eliana está a en la dulce espera, de cuatro meses y medio. “Sí, vino con el pan bajo el brazo”, se ríe Nelson mientras Lorenzo pone cara de pocos amigos. “No sabés lo celoso que está”, me cuenta Eliana, uno de los pilares de Nelson. El peque está chinchudo.

EL BANQUETE. La tradición dice que el campeón de un torneo de golf debe pagar el asado. Nelson cumplió. EL BANQUETE. La tradición dice que el campeón de un torneo de golf debe pagar el asado. Nelson cumplió.

Cena de campeones

Llegó a casa el hombre y no zafó del asado que paga el campeón a los amigos del golf. “Desde que estoy acá, hace una semana, estuve en un asado, en uno solo, pero fuerte. Fuerte. El problema es el chupi. El fernet...”.

La juerga saltó a este jueves, por los 29 de un Nelson que se rehúsa a cambiar el auto de toda su vida, y por eso es blanco de chicanas por parte de sus amigos. “Un Gol Power, que es una maza. Para qué querés que lo cambie si no lo uso, aparte quiero juntar para comprarme mi casa. Me corrijo, para construirla”, no es que se haya vuelto cogotudo, como él llama a los de saco y corbata, pero a Nelson le gustaría vivir en un barrio cerrado o country. “Por ellos, para que estén más seguros. Si fuera por mí me quedo en el barrio o me voy a vivir al campo. Me encantan los animales, me gustaría tener caballos. Sería muy feliz, je”, la cara de Eliana es tan letal como el rayo fotonico de Mazinger Z: derrite a su marido. “Bueno, que ella se quede y yo me voy con Lorenzo”.

En su vientre, Eliana espera por Justina. Los dos quieren que sea nena, pero no se deja ver bien en las eco. “Que nazca con buena salud, es todo lo que queremos. El sexo es lo de menos”.

LA MEJOR RECEPCIÓN. Eliana y Lorenzo recibena papá en el aeropuerto. LA MEJOR RECEPCIÓN. Eliana y Lorenzo recibena papá en el aeropuerto.

Cambio de hábitos

Si debutar en la Primera de tu club es casi una utopía, formar parte del selecto grupo del PGA estadounidense se traduce, directamente, en casi imposible. Argentina es un mercado de diamantes exóticos para el circuito. “Salvo el 'Camarón' Rodríguez (México), nosotros debemos ser los únicos que llegamos siendo caddies. La mayoría viene de familia con dinero o estudios en universidades de Estados Unidos. Nosotros, y sumo a 'Pigu' (Romero), al 'Pato' (Cabrera), a Fabián (Gómez) y a José (Cóceres) venimos bien de abajo, y acá estamos, je”.

Lo que viene será estar mucho tiempo lejos de casa. Por logística, Tucumán es una piedra en el zapato. “Pero no te la cambio por nada del mundo, eh”. Lo que hará Nelson es radicarse en Miami, en las pausas cortas. “Por el idioma y así puedan viajar Eliana y Lorenzo. Cuando tenga un hueco de dos semanas sí voy a venir, pero por una sola ya no. Generalmente viajo desde Dallas a Buenos Aires. Salgo el lunes y llego el martes a las seis de la tarde a Tucumán. Y ya el domingo tengo que viajar de nuevo. No tiene sentido, amén de que también es dar ventajas. Si estoy donde estoy es porque trabajo y mucho”.

Felicidades

Entre los mensajes curiosos que recibió está el del presidente Mauricio Macri. “No me lo esperaba. Me mandó un texto y un audio de WhatsApp”, comenta todavía con sorpresa, y se ríe. De la nada. No es por Macri sino por una anécdota que lo define como es. Un tipo simple, se titula.

“Estábamos en el aeropuerto de Miami. Lorenzo me pide que le compre un autito con la promesa de que no iba a pedir nada más. Bueno, le compro el auto. Me pide que se lo lleve yo y que hagamos una carrera. Yo de ojotas. Corremos. Me movía como podía. En eso, me enredo con una ojota, trastabillo como 10 metros y caigo al suelo. Culiao, no sabés el golpe que me pegué, faaaaaa. Una de las chicas del Shopping me decía que iba a llamar a la ambulancia. Le digo que no. Me quedó desaparramao en el piso haciendo show. Me levanto como puedo y me siento en uno banco. Chango, no sabés el dolor que tenía: espalda, codos, piernas, muñeca. Roto estaba. Para colmo, Eliana venía atrás mío cagándose de risa y Lorenzo contándole cómo se había caído el papá. Bueno, un tropezón no es caída, ¿no?”, te lo firma Nelson Ledesma, el caddie que cumplió el sueño: vivir de lo que le gusta. Y eso es jugar al golf.

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