“Si no tuviéramos pobreza o desigualdad, no tendríamos asentamientos informales”

“Si no tuviéramos pobreza o desigualdad, no tendríamos asentamientos informales”

La Costanera suele relacionarse con pobreza, indigencia y el consumo problemático de adicciones. Más allá de las “etiquetas”, recorrer sus calles -de pavimento y tierra- da cuenta de que es una de las zonas más castigadas y estigmatizadas de la capital.

¿La causa? “Si no tuviéramos problemas de pobreza o de desigualdad no tendríamos asentamientos informales”, le dice a LA GACETA la investigadora del Conicet Paula Boldrini.

La barriada está ubicada a la vera del Río Salí, a unas 15 cuadras del centro de la ciudad. “Si bien el río podría ser un espacio que llamara la atención desde el punto de vista paisajístico, en este caso es al revés porque está contaminado. Los sectores populares se concentran donde tienen menos posibilidades de ser desalojados”, explica la docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT.

Deudas políticas

Sobre el barrio penden desde hace mucho tiempo promesas de mejoras en la calidad de vida. “Hay una gran deuda de sus gobiernos a la Costanera y a muchos otros barrios que concentran ese núcleo duro de pobreza, de indigencia, de desempleo. A ese combo se le sumó en los últimos 15 años la droga”, reconoce el secretario de Atención de Urgencias Sociales del municipio capitalino, Federico Masso. El funcionario señala la complicidad de la política con la venta ilegal de drogas a pequeña escala. “Usan a los que venden la droga para juntar votos”, dice.

Las respuestas del Estado ante esto, según el ministro de Desarrollo Social de la provincia, Gabriel Yedlin, deben apuntar a la educación y la generación de trabajo genuino. “La situación de barrios con muchas dificultades se repite en el gran Rosario y en el gran Córdoba. Tiene que ver con pérdida de oportundidades en el interior de las ciudades y con la gente pensando que puede encontrar una solución más cerca de los núcleos urbanos”, analiza Yedlin.

Luis Lobo Chaklián, subsecretario de Planificación Urbana de la capital, recuerda que el barrio se consolidó como un lugar vulnerable en 1966. “Era un basural y a nadie le importaba porque estaba lejos del centro”, dice.

53 años han pasado y la situación no parece haber mejorado mucho. “Si no hay un trabajo conjunto, no vamos a tener resultados. Esto no se soluciona de un día para el otro”, concluye Lobo Chaklián.

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