Jacinto Roldán: "cuando era chico mi papá quería que sea boxeador"

Jacinto Roldán: "cuando era chico mi papá quería que sea boxeador"

“Roly” realizó un pormenorizado repaso de sus comienzos en el fútbol, en el que edificó una carrera que lo llevó a ser considerado el máximo ídolo de los “Santos”.

Jacinto Eusebio Roldán es uno de los mayores referentes de la historia futbolística de San Martín. “Roly” ocupa un lugar preferencial en el corazón de los hinchas, al punto que en una encuesta que hace unos años realizó LA GACETA fue elegido como el mejor jugador que vistió la camiseta del club en los 110 años desde su fundación. Para recorrer parte de su brillante trayectoria deportiva, Roldán concurrió a los estudios de LG Play y se prestó a una entrevista para el programa “La otra pregunta”.

-En tu niñez, ¿en algún momento te imaginaste lo que la vida te tenía reservado en el fútbol?

-Si tengo que ser sincero, no soñé tanto. Nunca como en mi caso, puedo decir que la realidad superó todo lo que podría haber imaginado cuando era chico. Desde chico, cuando iba a la cancha a ver a San Martín, me desvivía la idea de entrar a ese campo de juego vistiendo la camiseta del club del que soy hincha desde que nací.

-Lograste entrar rápidamente en el corazón del hincha...

- Lo que me facilitó las cosas fue que el idilio con la gente fue mutuo. Es indudable que haber jugado bien los clásicos con Atlético fue decisivo para que el hincha me tuviera como uno de los preferidos. Ese amor incondicional se fue incrementando con el correr de los partidos.

- Lo que pocos saben es que tu padre quería que fueras boxeador, como él...

- A mi papá le gustaba el boxeo, incluso lo había practicando como amateur. Cuando venía de la escuela me entrenaba para que fuera boxeador y me llevaba a ver todas las peleas que los viernes a la noche se organizaban en el club Defensores de Villa Luján. En mi casa, más precisamente en el fondo, tenía una bolsa para entrenar, las botitas y los guantes. Pero lo que a mí me gustó desde siempre fue el fútbol.

- ¿Y qué hiciste para que cambiara de opinión?

- Lo que pasa es que cuando él salía de la casa rumbo al trabajo, me iba a jugar a la pelota en la canchita que teníamos en el barrio. Mi mamá, que estaba de mi parte, me iba a buscar antes que mi papá regresara a la casa. En esos tiempos se hacía lo que el papá quería. Más que pedidos eran órdenes lo que recibíamos.

- ¿Y cómo empezaste a jugar en forma formal?

- Recuerdo que un día Alfredo Márquez, un señor que tenía un equipo que jugaba en los torneos infantiles de Tucumán Central, fue a mi casa a hablar con mis padres para pedirles que me dejaran jugar en su equipo. De inmediato, mi padre le dijo que yo no quería jugar al fútbol y que era boxeador. En cierto momento de la charla, mi viejo me preguntó si yo jugaba al fútbol. Le dije que sí, que lo hacía a veces. Al final, lo terminé convenciendo y esa misma noche me acompañó a jugar.

Jacinto Roldán: cuando era chico mi papá quería que sea boxeador

- ¿Y cómo fue esa primera imagen de futbolista que tuvo tu padre?

- La mejor. No me acuerdo bien, pero convertí dos o tres goles y tuve un muy buen rendimiento. Recuerdo que luego de ese partido, nos fuimos a comer algo y allí me preguntó cuánto me gustaba el fútbol y si quería ser futbolista. Con cierto miedo, le dije que yo iba a hacer lo que a él le pareciera lo mejor para mí. Juro que esperé que me retara, pero me tranquilizó cuando me dijo que no me pusiera mal y que iba a respetar mi decisión. A partir de ese momento, blanqueé la cosa.

- ¿Dónde empezaste a jugar con más continuidad?

- En ese tiempo, jugaba en un equipo del barrio Lincoln, donde nos fuimos a vivir con mi familia. Yo nací en el barrio San Bernardo. Jugué en un equipo que se llamaba Matienzo, que tenía su sede cerca del estadio.

-¿Cuándo se produjo tu desembarco en San Martín?

- A los 13 años. Integrando un equipo de Tucumán Central jugamos una final contra San Martín, en La Ciudadela. Ese día ganamos, incluso tuve la suerte de convertir el gol del triunfo en los famosos torneos Evita. Al final del partido, “Lucho” Schiavone y “Catala” González, que en ese tiempo, estaban trabajando en las inferiores, me hablaron para llevarme a San Martín y acepté, previa anuencia de mi padre.

- ¿Fue fácil desvincularte de Tucumán Central?

- Recuerdo que en ese tiempo los directivos de Tucumán Central me ofrecían 50.000 pesos por la firma, mientras que en San Martín me daban 30.000. En ese momento, a la hora de decidirme, privó el amor que tenía por el club. Incluso, en esos momentos mi padre se había enfermado y Schiavone lo llevó al médico. A modo de agradecimiento por lo que San Martín había hecho por él, me dijo que firmara y que no recibiera ningún dinero por la firma.

- En esos tiempos, parecía que al jugador se le hacía más fácil llegar a Primera división. ¿Es así?

- Lo que pasa es que en mis comienzos había sólo cuatro categorías federadas: Primera, Cuarta, Quinta y Sexta división. A los 13 años firmé en el club y ya estaba jugando en Sexta con compañeros que en su mayoría tenían 17. Era habitual que el sábado a la tarde, jugaras en Quinta o Sexta y al otro día te citaran para integrar el plantel de Cuarta. En ese tiempo, no teníamos sueldo y nos pagaba premios. Por ese motivo, nos desvivíamos por tener la chance de jugar en la mayor cantidad de divisiones posible.

-¿Te citaban siempre para jugar los domingos?

- Por suerte, sí. Un fin de semana tuve la chance de jugar en las cuatro categorías ante Sportivo Guzmán. El sábado había jugado los 90 minutos, luego entré en el segundo tiempo en la Quinta. Luego me citaron para jugar al otro día en Cuarta. Recuerdo que al final del primer tiempo, el técnico me sacó. Yo no entendía nada, porque había jugado bien esos 45 minutos. Al ver la cara de tristeza que tenía me explicó que como un jugador de Primera se había enfermado, iba a salir en el banco de esa división. Fue un fin de semana soñado, porque entré en el segundo tiempo, hice un gol y pude cobrar los cuatro premios.

- En ese tiempo, al fútbol se lo vivía sin tanta ansiedad ¿es así?

- Sí.... en ese tiempo, a los premios se los cobraba los días miércoles. Recuerdo que íbamos al Solar de los Deportes, en ese mítico escenario de calle Lavalle. Luego nos íbamos hasta un almacén de la zona donde comprábamos fiambre y gaseosas, y nos quedábamos un largo rato conversando. Por aquellas épocas también se jugaba para ganar, pero no era de vida o muerte como lo toman ahora.

- ¿Te acordás de tu debut en Primera?

- Fue a los 15 años, en un partido que jugamos contra Central Córdoba en el estadio de Argentinos del Norte. Lo que me acuerdo es que un día estaba entrenando con el plantel de la Sexta, en la Quinta Agronómica, y en determinado momento de la práctica llegó un directivo buscándome porque Segundo Corvalán que, en ese entonces era el técnico de la Primera, quería que fuera a hacer fútbol con ellos. Pensé que iba a mandarme entre los suplentes, pero me puso entre los titulares. Imaginate mi sorpresa cuando me anticipó que ese domingo iba a ser el N° 9 de la Primera.

- En ese tiempo era más fácil pegar el salto...

-Es verdad. Lo que pasa es que también sólo había cuatro categorías y uno estaba más en contacto con los técnicos de las divisiones superiores.

- ¿Quiénes fueron los técnicos que más te enseñaron a lo largo de tu carrera?

- Un día, cuando era pibe, me dieron un consejo: si uno quiere trascender en este deporte tiene que aprender de todos, hasta de los que se equivocan. Es indudable que Segundo (Corvalán), por haberme tenido confianza para hacerme debutar en Primera, está entre mis preferidos. También a Guillermo César Reynoso, que fue más un amigo que un técnico. Por allí, Don Guillermo no era un gran entrenador, porque lo que más le gustaba era hacer fútbol, pero era una persona que sabía como pocos los secretos del fútbol. Otro que me dejó muchas enseñanzas fue Federico Sacchi, que fue como un padre para mí, ya que me enseñó muchas cosas dentro y fuera de la cancha.

- ¿Qué compañeros te dieron los mejores consejos?

- Si hay algo que agradecerle a la vida es haberme criado futbolísticamente con jugadores de una enorme calidad como son Víctor Pereyra, “Chacho” Lizondo, Miguel “Cucaracha” Sánchez y Miguel “Pamperito” Toledo. Ellos, que son próceres de San Martín, me aconsejaron y me guiaron muy bien.

- Pero los que peinan canas saben que tu “compadre” futbolístico fue Roque Martínez.

- Será porque tuve la dicha de haber jugado tanto tiempo con él, que al final nos entendíamos de memoria. Cuando él tenía la pelota, yo ya sabía qué iba a hacer. Pero, por lo general, en mi carrera no tuve muchos inconvenientes para encontrar socios dentro de la cancha. También me gustaba jugar con Raúl Chaparro, Ricardo Troitiño y José Estoquin, el mejor amigo que me dio la vida.

- ¿En qué lugar del campo te gustaba jugar más?

- Yo empecé como 9, pero recorrí todos los puestos del ataque. Como era chico me tiraron hacia la izquierda, luego hacia la derecha. Hasta llegué a jugar de 5. De todos modos, cuando ya había ganado mi lugar en el equipo, una tarde me senté a conversar con Segundo (Corvalán) y le dije que me dejara jugar de 10, porque allí es donde más cómodo me sentía. Él comprendió mi pedido, porque tenía la certeza que era el lugar de la cancha donde más podía rendirle al equipo.

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