No hay circo, pero hay trinchera

1.- Max Webber dio una clásica definición de partido político: “una asociación dirigida a un fin deliberado, ya sea ‘objetivo’, como la realización de un programa que tiene finalidades materiales e ideales; ya sea ‘personal’, es decir, tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y seguidores; o si no, tendientes a todos estos fines al mismo tiempo”. En su Diccionario de Política, Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino reparan en que este concepto pone de relieve el carácter asociativo de una agrupación política, la naturaleza de su acción y la multiplicidad de motivaciones que conducen su acción. Así concebido, un partido comprende formaciones sociales diversas, que van desde los grupos unidos por vínculos personales o familiares hasta organizaciones burocráticas complejas.

2.- Advierten Bobbio, Matteucci y Pasquino que los partidos surgen en sociedades que prevén la gestión del poder por parte de “representantes del pueblo”. Y contribuyen a la democratización de la vida política: mediante ellos, sectores cada vez más amplios de la sociedad civil participan en el sistema político. Por ello la Constitución Nacional los declara “instituciones fundamentales del sistema democrático”. Partidos y participación se jalonan mutuamente. Hacia afuera y hacia adentro. Precisamente, ese es el papel de las internas. Incluso, la salud de los partidos y de sus referentes se puede mirar a la luz de internas. Raúl Alfonsín es el primer radical en ganarle al peronismo en elecciones libres de proscripción, luego de triunfar en la interna sobre Fernando de la Rúa en 1983. El gobernador de La Rioja, Carlos Menem, será presidente luego de ganarle las internas al gobernador de Buenos Aires, Antonio Cafiero, en 1988. De la Rúa será jefe de Estado, imponiéndose al peronismo, luego de ganarle en las internas de la Alianza a Graciela Fernández Meijide. Néstor Kirchner, gobernador de San Cruz, llega a la Casa Rosada luego de medirse contra Menem y el puntano Adolfo Rodríguez Saa, en las elecciones de 2003, que eran, con esos tres candidatos, una “interna hacia afuera” del PJ.

En Tucumán, las internas son “hacia afuera” desde hace 30 años. Antes, con los sublemas. Ahora, con los acoples. Con ese sistema, el peronismo ganó la carrera por la gobernación una vez más. Y el errático macrismo local salió segundo. El bussismo, con lista única, sentó más legisladores, pero terminó tercero. Las internas no son malas. Lo malo en el radicalismo es el internismo estéril que jamás llega a una elección interna.

3.- Las PASO garantizan esas internas. Les dan poder a los ciudadanos. No sólo para elegir a los candidatos en las generales, sino para decidir antes quiénes serán esos candidatos. Son un remedio contra los acuerdos de cúpula que se tejen a espaldas de prosélitos y de dirigentes. Si la patria es democracia, hay que hacer patria yendo a votar a las PASO.

Pero las primarias abiertas no sólo son valorables desde lo axiológico, sino desde lo práctico. Si hay lista única, hay que reunir el 11 de agosto el 1,5% de los votos positivos emitidos para presentarse el 27 de octubre. De otra manera, habría otra vez escenarios como el del 9 de junio, con 68 listas en cada cuarto oscuro de Famaillá, o 69 en el caso de Alderetes y de Banda del Río Salí. Hoy tienen reconocimiento 28 partidos de distrito en Tucumán. Sin PASO, podría haber 28 listas de diputados. Con PASO no hay circo.

4.- Se cuestiona de las PASO que son caras. Léase, en la Argentina hay gente que adscribe a un sistema político sin costo. Hasta aquí, el único que se conoce es la anarquía, porque implica la abolición del Estado. Por lo demás, desde que el pueblo de Israel le pide al profeta Samuel que interceda ante Jehová porque quiere nombrar un rey (y Dios accede y Samuel explica que tener un rey era costoso en términos militares, económicos, familiares y fiscales) se sabe que todo sistema de Gobierno cuesta. Y las democracias son caras. Con república, más. Y cuando son representativas y federales, el asunto se torna oneroso. Pero tras los golpes de 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, bien vale la inversión.

5.- En estas PASO, camino a las presidenciales, el esquema de las internas del peronismo tucumano es: hay lugar para todos. En la cena del martes en el Sheraton, el gobernador Juan Manzur destacó que la primera actividad de Alberto Fernández, luego de que el sábado fuese el único precandidato a presidente inscripto en el Frente de Todos, fue venir a Tucumán. Y le convidó la foto a su par santiagueño, Gerardo Zamora. Y cuando tomó el micrófono, dijo que los anfitriones eran él y el vicegobernador, Osvaldo Jaldo. Y entre los invitados estaba Mario Leito, que lidera la lista oficial, y también José Vitar, que encabeza la otra nómina. Y Vitar hasta se tomó una foto con Fernández, que en breve se verá en afiches. Cuántos más votos lleguen al frente, mejor. La etapa de esa agrupación es la búsqueda de poder objetivo y personal.

6.- El esquema de interna de Fuerza Republicana, en cambio, es que sólo hay lugar para los fieles. El discurso de Ricardo Bussi es que FR formó dirigentes que terminaron yéndose al macrismo o al kirchnerismo, en sus versiones tucumanas. Entonces ahora, como el 9 de junio, la lista es para los leales. La etapa de ese partido es, claramente, personal.

7.- El esquema de internas de Consenso Federal consiste, aquí, en arrancar de cero. Desde el radicalismo no macrista, el vicepresidente segundo de la Legislatura, Ariel García, viajaría la semana que viene a Buenos Aires para reunirse, junto con Ricardo Alfonsín y los “correligionarios” de la Democracia Social, con el candidato presidencial Roberto Lavagna. Desde el peronismo no “K”, el legislador Silvio Bellomio recibió esta semana al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, compañero de fórmula, en un acto que motorizó el legislador elector Federico Masso, de Libres del Sur.

8.- El esquema de Juntos por el Cambio en Tucumán es la novedad disruptiva de las PASO locales. El diagrama planteado hasta ahora: hay lugar para pocos. Por eso, el intendente de la capital, Germán Alfaro, se anotó para participar en las PASO, pero el Ministerio del Interior de la Nación le pidió que desistiera. Y con Domingo Amaya a la cabeza, el “cupo peronista” ya estaba completo. Por eso se apuntó el intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, con una lógica de hierro: darles a los electores macristas la oportunidad de votar dentro del espacio sin hacerlo por un justicialista. La respuesta también fue “no”. La Casa Rosada, en estas internas, no quiere internas. Pero Campero se anotó igual...

9.- Los diálogos entre los interlocutores de la Nación y de Yerba Buena arrancaron en marzo. En febrero vino el ministro Rogelio Frigerio y se anotaron cuatro dirigentes para disputar la gobernación. En marzo sólo quedó Silvia Elías de Pérez. Alfonso Prat-Gay se fue indignado. Y Amaya se retiró con el compromiso de que Elías de Pérez lo apoyaría públicamente para una diputación, cosa que no pasó. Todo ello luego de que José Cano fuera el primero en resignar su candidatura.

Justamente, las voces porteñas manifestaron que, frente a semejante gesto, había que darle al diputado radical lugares expectables en las listas de legisladores. Las tonadas yerbabuenenses no se opusieron, pero avisaron que, a cambio, “jugarían en las PASO”. Así fue: José Ricardo Ascárate, del plan Belgrano, lideró la nómina del oeste, y Jorge Mendía, otro referente de Cano, secundó a José María Canelada en la capital. Y Campero se anotó en las PASO. Pero entonces, las reglas empezaron a cambiar.

Primero se escuchó decir que había que propiciar una lista de unidad, “¿viste?” La respuesta fue “meta”, pero con dos advertencias. La primera: que el sector de Cano buscaría imponer a su propia gente debajo de Amaya. La segunda: si ese era el caso, los yerbabuenenses -otra vez- “jugarían en las PASO”. Así se hizo. El camperismo pidió por Soledad Gettas, secretaria de Política Social de la intendencia. El canismo se negó. Impuso en segundo término a Lidia Ascárate, una histórica dirigente de la UCR, docente de la UNT y funcionaria del Rectorado. Y, también, una referente del espacio de Cano: es hermana de José Ricardo Ascárate. Luego, Campero inscribió la lista para las PASO. Y las reglas empeoraron.

Los porteños apretaron para que desista de la lista. Argumentaron que nunca creyeron que en Tucumán no habría acuerdo. Y afirmaron que como el diputado que termina el mandato es Facundo Garretón, “el lugar es del PRO”. ¿La UCR qué es en Cambiemos: socio o mozo de mano? Finalmente, advino el ultimátum: no autorizarán que la lista del camperismo lleve el binomio presidencial. La amenaza, además de andidemocrática, es contraria a la naturaleza de las PASO. A las primarias no van partidos diferentes apoyando una fórmula de otra fuerza (como en los acoples), sino que compiten líneas internas en una misma agrupación. El binomio es de todo el espacio, no de una lista.

Existe un reglamento de conformación del frente Unidos por el Cambio que en su artículo 26 plantea que una lista necesita de la autorización del apoderado para anexar a su nómina la del binomio presidencial. Pero también está la resolución del 27 de mayo pasado de la Convención Nacional de la UCR, que ratifica su permanencia en Cambiemos. En su artículo 4 planteó que, para preservar los intereses de los afiliados, todas las listas de precandidatos a diputados podrán adherirse a la de presidente y vice.

El radicalismo santafesino acudió ayer a la Justicia para hacer valer esos derechos frente a las presiones de los apoderados del PRO nacional. Manuel Courel, cabeza de la lista que defiende Campero, acudió ayer a presentar su modelo de voto, incluyendo al binomio presidencial.

Igualmente, la ley que crea las PASO (26.571) es infinitamente más que reglamentos internos de partidos. Es una ley nacional de orden público. Se llama, para más datos, “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”.

10.- La resistencia contra la lista que impulsa la Municipalidad de Yerba Buena no tiene que ver con el riesgo que representa hoy, sino con el que puede encarnar mañana. Puesto en cifras: el macrismo, en la categoría “Gobernador y vice”, obtuvo el 9 de junio 183.000 votos, según el escrutinio provisorio. De estos, 100.000 son de capital, 17.500 de Yerba Buena y 11.500 de Concepción. Estos 129.000 sufragios quieren decir, que en estos tres municipios se obtuvo el 70% de todos los votos que logró ese espacio para la categoría mayor. ¿Y si aunaran esfuerzos Alfaro (ninguneado por la Nación luego de su reciente triunfo), Sánchez (habría pedido infructuosamente un lugar para María Inés Tarulli) y Campero? Ya no sólo se hablaría de esta elección. Sino también de 2021. Y de 2023. La etapa de esta fuerza: trincheras.

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