Schiaretti y el sueño de Manzur

Juan Manzur jamás dejó de soñar con ocupar un lugar relevante en la cúpula del poder nacional. Sus dotes de seductor entre los barones bonaerenses, sus aceitados contactos con algunos empresarios influyentes -en especial del sector de laboratorios-, los mimos que recibe de sindicatos poderosos y la gestión gubernamental ordenada en medio de la crisis lo envalentonaron para convencerse que ese objetivo podía ser más que un anhelo.

Por eso en aquel acto del 17 de Octubre se encargó de invitar a gran parte de aquellos que podían ayudarlo a mirar más allá de Tucumán y se rodeó de la crema y nata del justicialismo no kirchnerista. Se cuidó, además, de no invitar a quien en ese momento significaba un peligro, Cristina Fernández de Kirchner. Ese día, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y su par de Salta, Juan Manuel Urtubey no asistieron a la cita. Ambos adujeron que debían participar de los actos por el Día de la Lealtad en sus respectivas provincias. Casi exactamente siete meses después de aquel acontecimiento que se publicitó a nivel nacional y que se festejó en Tucumán como un triunfo del mandatario anfitrión, el escenario político provincial y nacional se modificó de tal manera que ni Manzur ni sus aliados piensan igual ni exhiben los mismos aliados ni mantienen iguales aspiraciones.

El tucumano se chocó contra un muro que se erigió sobre los yerros de sus contrincantes políticos y las virtudes de sus otrora aliados. La debacle de Cambiemos y de la economía, sobre la base del plan que aplicó la administración de Mauricio Macri, elevó a Cristina a las alturas en cuanto a la consideración de los votantes por estas tierras; la misma ex presidenta a la que Manzur le había dado la espalda. La misma a la que el principal adversario de Manzur, José Alperovich, tempranamente había adoptado como tutora nacional. Así las cosas, el mandatario que aspira a la reelección quedó diezmado en lo que era su intención de llegar a este 9 de junio como gran favorito y posible ganador indiscutido de los comicios provinciales. Quería imponerse a lo grande y tener tiempo para pelear por “algo más”. De ahí el verdadero apuro para adelantar los comicios. Su visión de futuro lo había hecho apuntar a octubre.

Aquellos tiempos ahora parecen lejanos. Manzur recalculó su relación con el kirchnerismo y eso lo alejó de quien hoy es el hombre del momento: el arrasador Schiaretti. La división con Alperovich, aunque lo niegue, tuvo más impacto que el esperado y lo obligó a concentrarse más en la campaña tucumana, algo que al principio pareció soslayar.

Así las cosas, las reuniones con los líderes bonaerenses, los contactos con los grandes sindicatos y el armado por tocar aquel sueño quedó en stand by, al menos por el momento.

El triunfo aplastante del gobernador cordobés también podría complicar sus planes de antaño. Schiaretti es un moderado, que busca una tercera vía alejada de la diáspora entre Macri y Cristina. ¿Querrá allí al tucumano?

Es cierto que Manzur debe saltar el 9 de junio un obstáculo que terminó siendo más elevado de lo que quizás calculó, pero quienes lo frecuentan saben que jamás dejó de hablar sobre “el armado nacional”. ¿Cómo se parará ahora? ¿Podrá enfrentar a un cordobés poderoso y a un Lavagna en ascenso? ¿Si se impone en los comicios provinciales, lo hará con una contundencia tal que le permita sentarse en la mesa grande del peronismo nacional?

En aquel Día de la Lealtad, los viejos estrategas de las grandes batallas políticas habían dado un veredicto: tanto Manzur como Alperovich habían adelantado innecesariamente su disputa por el poder, tanto en lo comarcano como en lo nacional. Pasados varios meses parecen no haber errado en el diagnóstico y hoy apenas se oyen esas voces rebosantes de alegría que hablaban de un peronismo unido, que pedían por el tucumano y que hoy solo aguardan la palabra con tonada cordobesa para saber hacia dónde acomodarse.

Habrá que esperar para ver si todavía queda algún round para que una mano salvadora le permita al tucumano desacomodar a algunos rivales internos y volver a ocupar el centro del cuadrilátero. O relegar su sueño.

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