Guillermo Martínez: Desafiando la inteligencia en tiempos de lectura fácil

Guillermo Martínez: Desafiando la inteligencia en tiempos de lectura fácil

El encuentro con el autor de “Los crímenes de Alicia” revela cómo un apasionado del arte de escribir se comunica con sus lectores. Intrigas policiales, científicos, filósofos y la vuelta de tuerca a un clásico.

                EN EL AUDITORIO DE LA UNSTA. Martínez (a la derecha) presentó su nueva novela.                EN EL AUDITORIO DE LA UNSTA. Martínez (a la derecha) presentó su nueva novela.

“No abundemos con el currículum y los antecedentes. Vamos al grano”, pide Guillermo Martínez. Tampoco quiere brindar una conferencia magistral. Prefiere la interpelación del público y el auditorio de la Unsta le da con el gusto, porque las preguntas fluyen. Preguntas de distinta naturaleza que va respondiendo con precisión, tomándose todo el tiempo necesario. Lo inquieren sobre “Los crímenes de Alicia” -la novela que vino a presentar en Tucumán-, sobre el género policial, sobre el oficio de escribir, sobre su condición de matemático. Le piden definiciones y hasta algún consejo. Si leer es una experiencia movilizadora, quedar frente a frente con el escritor multiplica el efecto. Pongamos el caso de “Crímenes imperceptibles”, la más conocida de las historias de Martínez. Después de disfrutarla, ¿quién podría resistirse a desentrañar sus claves y sus secretos charlando con el autor?

“Justo en esta mesa estuve sentado”, apunta Martínez mientras cruza la esquina de Congreso y Crisóstomo Álvarez. A media cuadra del bar se recorta la Casa Histórica. Queda claro que no es su primera vez en Tucumán y en un rato se encontrará con Cristina Bulacio y con Santiago Garmendia, amigos de la academia que acudieron a escucharlo a la Unsta. “También quería ver a Cristina Bosso, pero está de viaje”, se lamenta Martínez, que camina rápido y sorteando obstáculos. Pasa por el hotel Premier y subraya que ahí se alojó alguna vez. Va mayormente de negro -zapatos, pantalón, campera-.

“Los crímenes de Alicia” funciona como secuela de “Crímenes imperceptibles” por el ámbito en el que se desarrolla (la Universidad de Oxford), porque está situada un año después, en 1994, y por el regreso de algunos personajes, con el investigador Arthur Seldom y su ayudante -el becario argentino, a la vez narrador- a la cabeza. Pero no es imprescindible haber leído “Crímenes imperceptibles” para seguir el hilo de “Los crímenes de Alicia”. Al contrario; Seldom y su coequiper ponen manos a la obra con el mismo celo de los investigadores a los que Martínez suele colocar en el marco referencial: el Dupin de Poe; el Holmes de Conan Doyle; el Poirot de Agatha Christie, aunque sin imitar sus métodos. Cada caso, y cada detective, tienen sus aristas únicas e irrepetibles.

Guillermo Martínez: Desafiando la inteligencia en tiempos de lectura fácil

El pacto

La Alicia del título remite a “Alicia en el país de las maravillas”, y esa novela lleva a Lewis Carroll, una personalidad fascinante e intrigante, a la que Martínez coloca en el centro de su relato. No es difícil deducir por qué: como Carroll, Martínez es matemático; como Carroll, Martínez completó altos estudios sobre Lógica; y, por sobre todo, como Carroll, Martínez es escritor. Con tanto en común, incluyendo la educación en los claustros de Oxford, una novela focalizada en el autor de “Alicia...” parecía inexorable en el devenir literario del bahiense. Y qué mejor que en clave de policial.

Claro que hay distintas vertientes en el género. Martínez no adscribe a la más oscura y visceral, esos investigadores surgidos de la cantera de -por ejemplo- Raymond Chandler o Dashiel Hammett que luchan con sus fantasmas mientras resuelven el caso. Hombres duros, raspados por la vida, hundidos detrás del escritorio con los ojos vidriosos de alcohol y de mujeres letales. El pacto que Martínez le propone al lector pasa más por la inteligencia que por la emoción, lo que no quiere decir que sus historias sean incapaces de cortar el aliento. “Crímenes imperceptibles” y “Los crímenes de Alicia” empujan a acompañar a Seldom en el ejercicio de las deducciones y las conjeturas. Es una prosa en la que conviven la ciencia, la filosofía y, en “Los crímenes de Alicia”, la intriga literaria.

Le preguntan a Martínez cómo encaja el matemático en el escritor y él retruca desplegando una extensa lista de científicos que se dedicaron a las letras, desde Ernesto Sábato a Boris Vian. Se autodefine como “un escritor que hizo una carrera como matemático”, guiado por una máxima transmitida por Liliana Heker, en cuyo taller encontró el empujón definitivo: “el escritor no puede tenerle miedo a la imaginación”. La imaginación es un motor que no debe detenerse, por más que la corrección política lo amenace. De lo contrario no podría abordarse la figura de Lewis Carroll, de quien se sospechan prácticas abusivas, pero a quien la luz de la historia explica de otro modo. Las fotos que le tomaba a niños desnudos no escandalizaban en su época; hoy son un tabú. La mirada del escritor no puede desenfocarse, subraya Martínez, para quien “no existe literatura sin maldad”.

Quienes acudieron a escucharlo a la Unsta, organizadora del encuentro junto a LA GACETA y al Grupo Planeta, quedaron impactados por este tema. “Los crímenes de Alicia” giran en torno a una página arrancada de los diarios íntimos de Carroll. En esas pocas palabras traspapeladas -a propósito- radica, tal vez, el gran secreto que una hermandad integrada por estudiosos de Carroll persigue desde siempre. El ansia por conocer ese secreto se paga con la muerte en Oxford. Martínez, que admira a Patricia Highsmith y la cita seguido, recorre el camino que tan bien transitó la escritora texana: la “novela enigma”.

Estímulos y consejos

Para la edición española, y para el cine, “Crímenes imperceptibles” se convirtió en “Los crímenes de Oxford”, dirigida por Alex de la Iglesia. Le preguntan a Martínez si ya habló con el realizador para que “Los crímenes de Alicia” también llegue a la pantalla. Contesta que no, pero que sí hubo contactos con el productor, que a fin de cuentas es el que pone la plata. Hay risas en el auditorio de la Unsta, distensión. Que Martínez le ponga seriedad y contenido a cada respuesta no implica que se incomode. Lo suyo no son ni el histrionismo ni las carcajadas, sino la sonrisa con mucho de timidez.

Pero hay situaciones que lo encienden, como la posibilidad de mostrarle al público tucumano el tráiler de “El hijo”. Es la adaptación cinematográfica de “Una madre protectora”, cuento que forma parte del libro “Una felicidad repulsiva”. Dirigida por Sebastián Schindel, con actuaciones de Joaquín Furriel y Martina Gusmán, la película se estrenará en mayo. Además de orgulloso, Martínez está contento porque participó del proceso creativo, lo que le estuvo vedado en una superproducción como “Los crímenes de Oxford”. Así que se apagaron las luces, bajó la pantalla y -superado un pequeño inconveniente técnico- en la Unsta se vieron las primeras imágenes de “El hijo”. Martínez las acompañó con un ojo, mientras el otro medía la reacción del público.

Claro que lo suyo es escribir y escribir. Lo hacía de niño en Bahía Blanca, donde nació el 29 de julio de 1962, y en el marco de una familia enamorada de las letras. Lo hace día a día, como un proceso al que define como “una cuestión de ardiente paciencia”. Se da por satisfecho si al término de la jornada produjo, al menos, una página. Entonces le piden una recomendación para quienes se inician en el oficio y Martínez les contagia distintos estímulos: que se formen en algún taller, que compartan lecturas, que salgan de la endogamia de la familia y de los amigos. Y que, si pueden, se instalen una temporada en Buenos Aires, porque observa un panorama de absoluta centralización del mundo editorial argentino, a contramano de lo que sucede en España o en Estados Unidos. “Y no esperen a ser descubiertos -enfatiza-, porque así no funcionan las cosas”.

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