El Mercado del Norte mutó del orgullo a la vergüenza

El Mercado del Norte mutó del orgullo a la vergüenza

14 Marzo 2019

Si se pudiera resumir en una frase la historia del centenario edificio del Mercado del Norte, esta sería: “una larga historia de promesas incumplidas, decepciones, egoísmos y fracasos”. Es impactante comprobar, cuando se busca en el archivo de LA GACETA, la cantidad de proyectos y anuncios que pesan sobre ese emblemático inmueble, considerado en sus inicios, según narran las crónicas periodísticas de la época, uno de los mejores mercados de Sudamérica y el más importante del norte argentino, como su nombre lo indica. El mercado funcionó en el mismo terreno que hoy ocupa desde mediados del Siglo XIX. Se llamaba Mercado del Algarrobo y desde el comienzo perteneció a la capital de Tucumán. En 1880 se construyó el primer edificio, que seis décadas más tarde y debido a la gran actividad que concentraba resultó insuficiente. Durante la gestión del intendente radical Raúl Roque Aragón (1936-38) se decidió demolerlo y construir uno nuevo desde cero. El resultado fue el edificio que aún hoy funciona, que fue inaugurado en 1939 por otro radical, el recién asumido intendente José Lozano Muñoz. A la apertura asistieron miles de tucumanos, ansiosos por conocer uno de los centros de abastecimiento más modernos del continente. Contaba con 250 puestos y representaba un gran orgullo para toda la provincia, tal cuentan las notas informativas de ese entonces. Hoy funcionan menos de la quinta parte de los puestos originales. El resto están vacíos, algunos semiderruidos y en estado de abandono. El subsuelo del mercado fue clausurado hace varias décadas porque está inundado por napas freáticas casi en su totalidad. Según expertos consultados en distintas crónicas del diario a lo largo de los últimos años, es una incógnita el estado estructural del subsuelo, ya que está cubierto de agua desde hace tanto tiempo, y sobre todo porque se trata de una construcción que el 9 de diciembre cumplirá 80 años. Según testigos, además, esa laguna subterránea representa una de las mayores concentraciones de roedores del centro tucumano. “Se encara la remodelación del Mercado del Norte”, titulaba LA GACETA el 3 de junio de 1978. En esa nota las autoridades municipales afirmaban que urgía una remodelación integral del edificio, porque ya no ofrecía las condiciones de salubridad, higiene y comodidad que demandaba la época. Eso se denunciaba hace ya 41 años, aunque el proyecto de remodelación integral al que se hacía referencia ya venía dando vueltas por los escritorios de la administración pública desde hacía una década. Cuatro años más tarde, en marzo de 1982, rendido ante las sucesivas frustraciones y las numerosas trabas de los locatarios, el intendente Oscar Paz anunció su privatización, la que, claro está, nunca se concretó. A partir de allí, gestión tras gestión municipal se sucedieron los anuncios, las promesas y de nuevo las decepciones, casi en forma rotativa: privatizaciones, reformas integrales, demoliciones, centros comerciales y un largo etcétera de frustraciones. El actual gobierno municipal no fue la excepción y a poco de asumir también anunció que “algo hay que hacer”. En más de tres años nada se hizo. La ciudad no puede seguir ignorando a uno de los edificios y predios neurálgicos del centro, no sólo por su valor patrimonial y económico, sino porque hoy es un foco infeccioso, sucio, feo y maloliente, que no sólo lastima el corazón del comercio en uno de sus puntos más neurálgicos, sino que también afecta al turismo, a nuestra historia que supo ser pujante y a la vida misma de los tucumanos.

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