Por un salto de calidad en la educación

Por un salto de calidad en la educación

12 Marzo 2019

Con cada inicio de ciclo lectivo se replica una expresión de deseos de los gobernantes: vamos por los 180 días de clases. El objetivo desnuda lo baja que se mantiene la vara en materia de educación, al punto de que termina festejándose la normalidad. Es como el político que enarbola su honestidad como bandera de campaña. Hubo un tiempo en el que la ciudadanía elegía a sus representantes a partir de las propuestas de gestión, hoy parece suficiente con la promesa de no robar. En materia educativa sucede lo mismo, porque el Gobierno celebra -y “vende” como un logro- que las clases hayan comenzado “en paz”, esto es sin paros ni agite gremial. Cumplir con una obligación no puede ser motivo de propaganda, pero de un buen tiempo a esta parte en Tucumán nos hemos acostumbrado a lo contrario.

La titularización de más de 8.000 docentes que ya venían trabajando, algunos desde hace varios años, contribuyó a conseguir esa “paz”, a la que se sumó el acuerdo salarial alcanzado el mes pasado. Casi medio millón de tucumanos, contando desde el jardín de infantes a las modalidades de enseñanza para adultos, se cobijan bajo el paraguas educativo. El verdadero desafío es elevar los niveles de calidad para que todos ellos terminen el ciclo lectivo mejor formados.

Así como no es sencillo conducir las fuerzas de seguridad en una provincia que vive en emergencia social, tampoco lo es dirigir la cartera de Educación, con lo variopinto que luce un escenario en el que conviven desde escuelas de alta montaña a colegios privados, sumado a la enorme cantidad de demandas de los dos lados del mostrador (directivos y docentes por un lado; educandos y sus familiares por el otro). Es una presión social permanente que invisibiliza los aciertos y subraya los errores, con el agregado de que gran parte de las críticas provienen de quienes no suelen conocer lo que realmente sucede en el aula. Surfear esa ola es una misión delicada, porque la materia de trabajo constituye -nada menos- el futuro de Tucumán.

El ministro de Educación abordó un tema en eterna discusión en el seno de cada escuela: el ausentismo docente, cuestión que saca de quicio a los padres y mantiene en alerta a los gremios. Cero tolerancia a las faltas injustificadas parece ser la decisión del Ministerio, atada al plan de capacitación que tanto necesitan los educadores para mantenerse a tono con las exigencias que plantea un mundo cambiante a cada minuto. El docente es un ecosistema cuyo equilibrio vive en constante amenaza, pero de cuya buena salud depende el éxito o el fracaso.

Habrá que ver cómo sigue la aplicación de la Educación Sexual Integral (ESI), teniendo en cuenta que los colegios católicos tucumanos diseñaron sus propios contenidos y no son los mismos que se imparten en la escuela pública. “No adoctrinamos ni violamos las libertades de nadie”, apuntó Lichtmajer, sabedor de que la ESI no es un capricho sectorial sino el producto de una ley. Las tensiones vividas en Tucumán durante las últimas semanas a partir del caso de la niña violada no deberían generar ruidos en torno a un tema que merece el más amplio consenso.

La coyuntura suele correr el foco de lo importante, que no es otra cosa que la necesidad de elevar la calidad de la educación en Tucumán, un esfuerzo nada sencillo pero posible aunando proyectos, ideas, voluntades, entusiasmo, creatividad y, sobre todo, el firme propósito de crecer.

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