Cartas de lectores
26 Febrero 2019

LAS JINETEADAS

Jineteada: crueldad, no tradición. Vale preguntarse si toleraría acaso algún “tradicionalista” (como al parecer se hacen llamar los que defienden la continuidad de la jineteada como deporte en Argentina) de ocho a doce segundos de picana eléctrica todos los domingos de su vida a cambio de poder dedicarse al ocio… Lo dudo, pero ese es el argumento en que se basan para justificar el “uso” de caballos “reservados” (indomables) cada semana: “sólo” de ocho a doce segundos de golpes de rebenque y pinchos de hierro de cuatro y nueve centímetros clavándose en el abdomen, son el precio justo (para estos señores) que paga un caballo por retener la vida durante 20 de sus tal vez 25 de vida. Parece ser que las aberraciones evolucionan en Argentina según la oportunidad económica que generen. Ignacio Besteiro (ex jinete y animador de jineteadas, en nota para El Eco de Tandil) declara: “hay criadores de muchos años que han seleccionado yeguas que no sirven para otra cosa que no sea para corcovear, es decir para la jineteada”, y destinan su descendencia a ese fin. Venta de ejemplares, apuestas, festivales que convocan a extranjeros y curiosos y movilizan cual todo evento sectores relegados de hotelería, gastronomía regional, souvenires y afines, han afianzado una cruenta práctica bajo el erróneo mote de “tradición” por conveniencia económica. Las jineteadas “no” son tradición nacional. No más jineteadas en la Argentina. No más sufrimiento animal evitable.

Karina Zerillo Cazzaro

CONTROLEN AL PODER

Hace unos días pasé por ese elefante blanco llamado “Honorable Legislatura”, y lo primero que se me vino a la mente fue lo ocurrido hace cuatro años cuando, días antes de las elecciones, la Legislatura invirtió todo lo ahorrado en ayuda social antes y durante el proceso electoral. Motivo por el cual al escuchar a nuestro gobernador anunciando el adelanto de las elecciones para el mes de junio, me lleva a exigirles a los legisladores que cumplan el rol de controladores del Estado, cargo para el cual fueron honrados por el voto del pueblo, de tal manera que este bochornoso hecho no se repita en las próximas elecciones, ya que el dinero que tiene ahorrado esta Legislatura podría ser invertido en los más de 10 puentes que se cayeron y ninguno fue construido nuevamente, así como el sistema cloacal que está colapsado en toda la provincia. Cómo así también la nula reactivación de las obras públicas. Espero no tener que escribir de nuevo esta carta dentro de cuatro años.

Juan Américo Digangi

DEMOLICIÓN

Veo que se concreta la autorización para demoler la propiedad construida en San Martín al 700, que ocupó el Banco Francés y donde funcionó la Dirección de Rentas cuando la adquiere la Provincia. Todo esto creó una polémica, y sobre todo esgrimiendo la erosionada frase de “Patrimonio Arquitectónico” usada hasta por los mozos de bares o empleados de comercio. Dolorosamente hay que reconocer que nuestra ciudad perdió su identidad hace mucho tiempo. Este accionar está avalado por técnicos de Universidad Nacional de Tucumán (UNT), porque la explicación es simple: está asentado (el viejo edificio) sobre una sub base inestable; hay que recordar que durante la construcción del Banco Nación (esquina sudoeste de San Martín y Maipú) se bombeaban cientos de miles de litros por día (desde las napas subterráneas). Esta propiedad, por la época en que se construyó, carece de estructura sismorresistente, bases, columnas, vigas y arriostramiento (factor imprescindible e ineludible actualmente), por lo que se convirtió en un peligro latente. Hay quienes sugieren submuraciones u otro tipo de recursos para recuperarlo, pero a un costo imposible de afrontar. Ahora pregunto: en calle 25 de Mayo al 300 (cuadra donde prácticamente viví 20 años) demolieron propiedades de las familias López Pondal (en ambas aceras), Elwart, Chenaut, Fagalde, y en la otra cuadra la que pertenecía a la familia Páez de la Torre (incluso estaba resuelta en dos plantas), todas las nombradas en perfectas condiciones y fiel a un estilo y a una época, desaparecieron de un plumazo... ¡y nadie dijo nada! (salvo tibios comentarios). La Casa Sucar, que con el boom inmobiliario se salvó por un pelo, y personalmente me hubiera resultado muy penoso por los días y horas de mi vida que pasé en ella por cuestiones de afecto, y por cierto hoy sigue allí con sus materiales de gran calidad y una mano de obra de excelencia, con detalles que hoy sería casi imposible de realizar. Sugiero observar sobre la misma acera (de la Casa Sucar) hasta cruzar la calle Salta, por lo menos un par de propiedades casi desmoronándose y supongo que terminarán de la misma manera.

Alberto Antonio Segulja

AÑORANZAS

Agradezco al lector Marcelo Maza (carta “Añoranzas”, 19/2) sus conceptos acerca de este grupo de médicos que integramos desde distintas instituciones de los “60”, haciendo un breve relato Es bueno vernos a la distancia y recordar nuestro pasar en el viejo y querido Hospital Padilla (en mi caso también el inolvidable Hospital de Famaillá) , la prestigiosa Primera Cátedra de Cirugía dirigida por Alejandro Torres Posse, donde fuimos no sólo a aprender sino también hombres médicos dignos para toda la vida; la de Historia de la Medicina que me permitió ir para atrás, ver lo que fue la Medicina al servicio de la esperanza de lo que quizás puede llegar a ser y muchas otras instituciones integradas durante año. Sigo escribiendo y publicando lo que considero útil para los demás, totalmente convencido que los hombres hemos nacido para servir y que sin este sentimiento no tendría sentido nuestra vida: hacer “buenos médicos buenos” que sepan qué hacer, pero hacerlo bien. Algunos compañeros ya se han ido de este mundo a ese paraíso de guardapolvos, bisturíes, estetoscopios, y cofias que hacen de ilc77jaaquellos que somos médicos sigamos disfrutando en el futuro lo que más amamos.

Armando Pérez de Nucci

¿QUIÉNES SALVARÁN AL PAÍS?

Hay que reflexionar acerca de con quiénes se va a “salvar” el país a partir de 2020. Uno de los candidatos parece ser la ex presidenta y actual integrante del Senado, Cristina Fernández de Kirchner, quien cuenta con 17 causas y 6 procesos judiciales. ¿Con qué dirigentes formaría equipos? ¿Con los ya conocidos? Según más de 5 millones de votantes y seguidores (es una obviedad que tienen todo el derecho de pensar, decir y defender lo que mejor crean), ante las evidencias de los delitos de corrupción y enriquecimiento ilícito perpetrados por 28 años una vez llegados al sector público, o sea el Estado, tienen tres respuestas invariables: 1) Son construcciones falsas de los medios, repetidas y agrandadas; 2) Sí, pero… 3) Es mentira que robaron porque ¿dónde está la plata? Una persona de bien, y con mayor razón si es un líder de un sector, ante los requerimientos de la Justicia debe responder con claridad a las preguntas concretas, y no limitarse a entregar un escrito que nada contesta, yéndose por las ramas. Para estos y los otros, las variables macro a fines de 2015 estaban mejores que las de Alemania y los Países Bajos; lo concreto (ver datos estadísticos no truchos) es que desde 2011 hasta diciembre de 2015, se consolidaron el déficit fiscal (ingresos vs. egresos del Estado), el déficit comercial (importaciones vs. exportaciones), el déficit de infraestructura (vial, educacional, sanitaria, etcétera), el cepo cambiario, las reservas del Banco Central en casi cero, estancamiento de las inversiones privadas y superpoblación de empleados públicos en todo el país, como un medio para compensar la desocupación real. No obstante, está bueno confiar en la sociedad, en la que todavía existen personas inteligentes, capaces, de acción, honestas y con vocación de servicio, en todos los estratos, con inclusión de jóvenes, adultos y muy adultos. Para salir (no “salvar”) de las crisis cíclicas, con visos de perdurabilidad, es indispensable comenzar por un acuerdo político amplio, con individuos presentables y coherentes, para aggiornar los sistemas tributario, laboral, previsional, judicial y la administración pública del país.

Mario Alberto Ricci

HISTORIETAS Y CONFUSIONES

En la carta “Elegancia” (24/2), del lector Luis Salvador Gallucci, ocupándose de la “elegancia” del presidente Manuel de la Quintana, ponderando su modo de vestir, el recorte cuidadoso de la barba y sus gráciles desplazamientos en la vía pública, cosa que a nadie que tenga dos dedos de frente puede interesar ni siquiera como hecho anecdótico, olvidando lo que representó históricamente ese personaje, al servicio siempre de la oligarquía argentina y los intereses del imperio británico en perjuicio de su propio país. Actitud que alcanza el máximo desenfado y cipayismo cuando siendo abogado del Banco de Londres en Rosario y a causa de una sanción que le fuera impuesta por el Gobierno de Santa Fe a esa entidad, por desobedecer la orden impartida de respaldar con oro sus emisiones, se dirigió a Londres a requerir que el gobierno británico “bombardeara” -como suena- aquella ciudad portuaria. De la Quintana fue el último representante, por fortuna, de la generación del ‘80, conocida, a más del fraude electoral, por su sometimiento al Imperio y por colocar la economía argentina a su servicio como agroexportadora. Con esto renunció a la industrialización que hizo grande a los EEUU y pudo hacerlo al Paraguay, de no mediar la infame invasión de la Triple Alianza, también ordenada por Inglaterra a Brasil y Uruguay, que produjo una masacre en el pueblo guaraní y el endeudamiento de los países cómplices, precisamente ante Gran Bretaña, es decir, la propia beneficiaria del exterminio. El pecado paraguayo había sido querer industrializarse y competir con las manufacturas británicas, lo que habría redundado, por supuesto, en beneficio de los tres países lacayos, a pesar de lo cual estos la destruyeron. Sin embargo, aparece ahora el lector colocando a De la Quintana a la par de un Domingo Faustino Sarmiento, a quien también menciona, pero tan sólo a propósito de la misma fruslería: su manera de vestir, lo que no causa ninguna sorpresa porque De la Quintana es una figura muy a tono con otro defendido suyo, el ingeniero Mauricio Macri. En otras palabras, la fatuidad y la actitud confusionista típicas de la historia oficial contada como historieta, que oculta lo importante: la realidad socioeconómica en la que se desarrollan los hechos y se mueven los protagonistas.

Clímaco de la Peña

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