La falta de agua potable y la suciedad en El Mollar

La falta de agua potable y la suciedad en El Mollar

Son antiguas e indeseables compañeras. A lo largo de los años no solo no le han dado respiro, sino que se han empeñado en hacerla pasar vergüenza ante las visitas y en opacar el imponente paisaje. El Mollar es una suerte de hermana pobre de Tafí del Valle, pese a los escasos kilómetros que las separan. La falta de agua y la basura se han convertido en iconos. Los fines de semana un tendal de botellas, latas, residuos de tetrabrik y bolsas de polietileno dormitan a la orilla del dique La Angostura.

Esta práctica se profundiza en los meses de vacaciones, en El Mollar se convierte en el paraíso de los jóvenes porque suele ser más económica que Tafí, tanto en el hospedaje como en la gastronomía. Lo insólito es que un imponente basural les da la bienvenida a los visitantes porque allí está enclavada una plata procesadora de residuos. Pero son a menudo más los comprovincianos que van a pasar unos días en la villa veraniega, que los turistas, los que tiran basura, ni siquiera el lago que atrae a los pescadores se salva de las botellas.

La falta de agua potable es otro de los problemas históricos que recrudece en esta época que  la población es elegida como lugar de descanso.  Agua turbia o con barro es lo normal que salga de las canillas, y algunos vecinos optan por sacar el líquido elemento en bidones de un criadero de truchas para poder cocinar o para otros menesteres.

A fines de septiembre pasado, este problema volvió a castigar a los vecinos. En esa oportunidad, el director de la escuela 38 Próceres Argentinos había afirmado que para su establecimiento habían conseguido la donación de un filtro que potabilizaba 100 litros de agua por día, que es lo que consumía a diario la población escolar. Acerca de cuál sería la solución, el comisionado rural señaló entonces que se necesitan 10 km de cañerías para trasladar el agua desde el río Alisos y ser potabilizado en cisternas; para ello se necesitaban $10 millones.

Comentamos en esa ocasión que no era nuevo el asunto de la falta de agua potable. Ya en 2003, LA GACETA informó que el precario sistema presentaba deterioro en los filtros de decantación del agua. La estructura de provisión, instalada en 1973, nunca había tenido el mantenimiento adecuado y tampoco se la había ajustado a la demanda, que iba en constante crecimiento. El servicio de provisión de agua potable se hallaba a cargo de la Junta Vecinal de Agua Potable y según uno de sus integrantes, las cañerías eran de un diámetro muy reducido lo que generaba inconvenientes. Ya en octubre de 2002, Saneamiento Ambiental de la Provincia había detectado un déficit alarmante en la potabilidad del agua en El Mollar. Se señalaba entonces que esta era la principal causa de que la gente contrajera parasitosis y patologías gastrointestinales.

En 17 años, esa realidad no ha cambiado demasiado, lo cual habla de un marcado desinterés de los gobernantes de turno por solucionar problemas básicos en una villa enclavada en el Valle, cuyo máximo atractivo son los ancestrales menhires, algo que no tienen otras poblaciones. La paradoja es que mientras Tafí se ha convertido en una ciudad con todos los servicios, El Mollar arrastra déficit elementales que le impiden progresar como si el turismo le estuviera vedado. Ello refleja una llamativa inequidad. Sin agua potable y con basura, difícilmente se pueda tener una buena calidad de vida para recibir a los otros.

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