Teatro tucumano: tragedia y humor negro en “Yiya”

Teatro tucumano: tragedia y humor negro en “Yiya”

Gustavo Delgado recreó la historia de la famosa “envenenadora de Monserrat”

PROTAGONISTA. Cristina Correa, lista para actuar caracterizando a Yiya. Prensa.- PROTAGONISTA. Cristina Correa, lista para actuar caracterizando a Yiya. Prensa.-
07 Diciembre 2018

DOS FUNCIONES

• Hoy y mañana a las 22 en la sala Tríbulo del teatro Alberdi (Jujuy 92).

A fines de la década del 70, una sociedad argentina sacudida por la violencia cotidiana callejera se estremeció por un hecho criminal que sucedió dentro de cuatro paredes y entre familias de clase acomodada porteña.

María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, más conocida como Yiya o “la envenenadora de Monserrat”, fue acusada y condenada a prisión por haber asesinado a tres personas (Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, Nilda Adelina Gamba y Lelia Elida Formisano de Ayala), en una espiral de ambición y especulación con dinero que ellas le habían entregado para que invirtiera y cuya devolución no pudo concretar. Toda la trama de su vida estuvo envuelta en el escándalo público (desde sus amantes hasta su afición por la cocina), más aún cuando logró una primera condena absolutoria y luego otra de prisión, donde estuvo por 16 años.

La recreación de los crímenes llega esta noche y mañana al teatro Alberdi (sólo se harán dos funciones), con la actuación del elenco del taller teatral de la Caja de Abogados y Procuradores de Tucumán, que integran Cristina Correa, Pablo Arlati, Bety Bibas, Sofía de la Fuente, Ileana Tell, Edith Montoya y Josefina Cajal.

“‘Yiya, sabor a mí’ se basa en una historia que siempre me llamó la atención y que me pareció que era hora de contarla en el teatro, con una obra mía basada en hechos reales -explica el autor y director Gustavo Delgado a LA GACETA-. Cuando la escribí, no sabía que había dos musicales inspirados en el libro del hijo de Yiya. Yo solo imaginé la situación en base a la información que leí en los informes policiales, y es una versión libre de cómo podrían haber sucedido los acontecimientos”.

- ¿Por qué decidiste hacer esta puesta?

- Antes de encarar una propuesta, previamente indago entre mis amigos qué les gustaría ver. Siempre me gustaron los casos policiales, vi el éxito y el interés en la sociedad en historias como las que cuentan las películas “El clan” y “El Ángel” y me dije, antes que los cineastas, vamos con Yiya.

- ¿Qué querés contar?

- Muchas veces escribo pensando en una cosa y cuando dirijo reinterpreto mis propios textos. Ahí dimensiono, tal vez, lo que quiero decir. Un poco me sorprendió entender la ambición de las víctimas que las llevó a esa situación, y la doble moral de hacer algo malo como la usura con el convencimiento de que está bien. Abordo también el proceso que encara un criminal, no solo en el quiebre emocional que lo lleva a matar, sino también en cómo sostiene su mentira, que es lo que más estremece a la sociedad. Yiya no solo no muestra arrepentimiento, sino que además niega su autoría.

- ¿Es una obra de humor negro?

- Es inevitable en esta historia, pero no lo abordé desde la comedia sino desde un drama que tiene toques de humor negro, cosa que sienta muy bien en el público.

- ¿Qué te acordabas de la historia de su momento antes de ponerte a investigar?

- La personalidad magnética de Yiya, su look, la frialdad con la que ejecutó sus actos y la popularidad que tenía. Tal es así que hasta hoy, cuando se sirven masas en un mesa de amigos, en broma se pregunta si no estarán envenenadas.

- Todo ocurrió en el tiempo de la dictadura y de los desaparecidos. ¿Que los argentinos nos hayamos conmocionado por Yiya no es grotesco, una forma de no asumir todo lo otro?

- Los hechos ocurrieron en 1979, cuando ella tenía 39 años y un padre y un hermano militares, lo que en esos tiempos supongo que habrá sido un dato no menor. Este personaje paseó por cuanto programa de televisión pudo; en una de las mesas de Mirtha Legrand le convidó masas a la conductora, elemento que, se supone, usó para envenenar a sus víctimas. Lo que a mí me envenena es el fanatismo.

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