Tentaciones peligrosas

La llegada de diciembre tiende a alimentar un fenómeno que, al menos este año, parece que no se replicará de otros períodos: el calentamiento de la demanda de dólares. Por el contrario, en la plaza financiera local se observa que cada vez más ahorristas salen a quemar los dólares que atesoraban debajo del colchón o en una cuenta bancaria. Y no responde precisamente, en la mayoría de los casos, a la volatilidad del tipo de cambio; pasa que el Banco Central salió a secar la plaza de pesos y, paralelamente, la población ya está agotando las pocas reservas para cumplir con todas sus obligaciones.

La situación es más que complicada. Financiarse en pesos es hoy casi un suicidio económico con el nivel de tasas de interés existente. Aún más, este verano será menor el volumen de argentinos que se irán al exterior, sencillamente porque es mucho más caro, partiendo de la base de una devaluación acumulada en este año de entre un 55% y un 65%, de acuerdo con las mediciones de consultoras bursátiles.

Sin embargo, en el equipo económico del Gobierno nacional dan por sentada de que la situación tiende a estabilizarse y que se está desacelerando la inflación. Por esa razón, el Comité de Política Monetaria del Banco Central ha decidido eliminar el piso de tasa de interés de 60% que regía desde el 30 de agosto pasado, tras constatar la “caída significativa en las expectativas de inflación durante dos meses consecutivos”.

¿Qué otros indicios han precedido a esta medida?

Tal vez la más visible sea la que habla del “efecto G20”. El éxito de la cumbre ha marcado, según dicen cerca del presidente Mauricio Macri, el restablecimiento paulatino del mercado en la confianza hacia la Argentina. Naturalmente que el primer indicio que puede marcar esa tendencia es nada más y nada menos que el riesgo país. El indicador elaborado por la banca de inversión JP Morgan aún se ubica por encima de los 700 puntos básicos, lo que no contribuye a bajar la percepción de riesgo por parte de los inversores. En el medio se sitúa los comicios generales del año que viene que le ponen un ruido adicional al rumbo económico de corto y de mediano plazo en el país.

Las cartas de presentación para la eliminación del piso de la tasa son tres:

• El equipo económico considera que sobrecumplirá las pautas de base monetaria durante este mes. Esa es una de las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

• También se habla que a partir del primer trimestre del año que viene se ajustarán las bandas cambiarias a un ritmo del 2% mensual.

• Finalmente, para el caso de que se produzca un quiebre a la baja del tipo de cambio, las compras de divisas serán a razón de U$S 50 millones, mientras que si es al alza, se venderán por U$S 150 millones diarios. Indudablemente, todo esto será posible en tanto se mantenga la tendencia hacia la desaceleración del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Pero como se sabe, diciembre suele ser un mes de incrementos de precios por mayor consumo. El interrogante, entonces, será: ¿hay margen para subir los precios cuando la sociedad trata de cuidar los centavos de un salario que ha perdido poder adquisitivo a una mayor velocidad de lo que se pretendía ganar con las negociaciones paritarias? Ni las cláusulas gatillo han permitido al asalariado recuperar parte del terreno perdido en un año devaluado.

Christian Buteler es un analista bursátil que, en Twitter, viene advirtiendo que el Gobierno nacional, con una relajación en demasía puede caer en algo que, si fuera un film, se llamaría tentaciones peligrosas. “No deberíamos repetir el error de subestimar el peligro que implicaban las Letras del Banco Central (Lebac) con las Letras de Liquidez (Leliq)”, posteó en la red de microblogging. Y la diferencia es clara: más allá que éstas últimas estén en poder de los bancos, inciden en el desenvolvimiento del resto del sistema financiero, al tomarse los depósitos. Peor aún, los vencimientos son a de cortísimo plazo, a siete días. Cada vez que se desarmaron las Lebac, la economía se exponía a una corrida cambiaria. Cuando un fenómeno de esa naturaleza aprieta, el miedo cunde en el mercado y, así, no hay tasa que aguante. Eso es lo que debe prever el Gobierno para que el país no tenga otro verano caliente.

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