Ciencia y compromiso político, la receta para salvar los bosques tucumanos

Ciencia y compromiso político, la receta para salvar los bosques tucumanos

Ambientalistas convocaron a gobernantes a un workshop. Allí hicieron una revelación: en las últimas décadas se han recuperado los bosques andinos; es decir, los de montaña (no es el caso de los bosques de llanura, que se encuentran casi extinguidos). La cuenca del río Muerto, en El Corte, es un ejemplo de esa sanación (pese a la expansión urbana). El desafío pasa entonces -dijeron- por lograr una gestión sostenible de esos nuevos terrenos forestales.

- LA GACETA /FOTO DE ANALÍA JARAMILLO.- - LA GACETA /FOTO DE ANALÍA JARAMILLO.-

Casi nos hemos quedado sin bosques en nuestras llanuras. Las fronteras agrícola y ganadera han ganado la guerra en las tierras bajas. Pero todavía quedan esperanzas en otros ecosistemas de Tucumán: investigadores han comprobado que en las últimas décadas ha habido una regeneración espontánea de los bosques de montaña. La noticia fue dada a conocer la semana pasada durante un seminario sobre transición forestal, y causó sorpresa hasta en los biólogos, acostumbrados a renegar por la desaparición de cubierta arbórea.

Durante tres días, los seminaristas pasaron de disertación en disertación. Una de esas charlas estuvo a cargo de Mitchell Aide, un ambientólogo de Puerto Rico que se especializa en cambios demográficos y que viene a ser el Messi de las ciencias ambientales. ¿Qué dijo? Justamente, que han comenzado a renacer los bosques andinos. Sin tecnicismos, eso significa que la deforestación ha dejado de ser el patrón dominante.

“En la montaña se ha producido una migración. La gente ha abandonado sus tierras. En consecuencia, se dejó de practicar la agricultura. Este cambio socioeconómico ha impulsado el regreso de la vegetación”, reveló, y enseguida reiteró la aclaración de que esa dinámica ha sido constatada en los bosques situados arriba de los 1.000 metros de altura en Argentina, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. No ocurre lo mismo en las áreas bajas -como en el noreste de este país, ejemplificó-, donde se sigue arrasando con la vegetación.

WORKSHOP. Imagen de la actividad de tres días, organizado por el Instituto de Ecología Regional. LA GACETA / HECTOR PERALTA.- WORKSHOP. Imagen de la actividad de tres días, organizado por el Instituto de Ecología Regional. LA GACETA / HECTOR PERALTA.-

El workshop había sido organizado por los miembros del Instituto de Ecología Regional (IER), que es una unidad ejecutora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Tucumán. Participaron investigadores, gobernantes, funcionarios y representantes del sector productivo, como citrícolas y mineras.

A decir de Ricardo Grau -director del IER y otro de los disertantes- esa transición forestal debería ser vista como una oportunidad (“es necesario que pensemos qué vamos a hacer con esta recuperación”). Según el ecologista, la cuenca del río Muerto, en Yerba Buena, podría ser considerada un ejemplo de dicha situación. Y aunque aclaró que en ese sector la mancha urbana también se ha extendido, dijo que todavía se está a tiempo de planificar cómo vincular estos nuevos bosques con la sociedad.

Cuando le tocó el turno de plantarse frente a su auditorio, el biólogo Ezequiel Aráoz reforzó la propuesta de su colega. Primero, mostró una secuencia fotográfica sorprendente: la ribera del río Muerto en los años 1949, 1977 y 2017. En esas imágenes aéreas, se observa que donde hace 60 años había cultivos, ahora se yergue un bosque. La hipótesis del puertorriqueño Aide sonó -en ese momento- tangible. “Hoy, quienes estudiamos los cambios en la naturaleza les estamos diciendo a los tomadores de decisiones que no sólo hay deforestación, sino también recuperación. Eso nos coloca ante un gran momento. Tenemos que pensar en el diseño de esos paisajes naturales. Tenemos que pensar en cómo conservarlos. Y tenemos que pensarlos como prestadores de servicios ecosistémicos”.

Para ello, es necesario que se establezca -como primera cuestión, observó Aráoz- un diálogo entre el conocimiento y la acción. “Tenemos que fijar, juntos, una agenda de investigación. Se ha acabado aquello de que el científico estudiaba lo que le interesaba: ahora, hay que preguntarles a los organismos gubernamentales y a los ciudadanos qué necesitan”.

¡Orden, orden en el territorio!

En el hotel yerbabuenense que le dio cobijo a la actividad, se oyeron más apreciaciones, como la del ecuatoriano Manuel Peralvo, geógrafo del Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina (Condesan). También él instó a construir “un puente” entre la ciencia y la política. Más tarde, Alejandro Brown, director de la fundación ProYungas, hizo el tercer llamado en ese sentido, pues expresó que los canales de comunicación entre los investigadores -quienes generan información- y los gobernantes -quienes toman las decisiones- no han sido nunca buenos. Con aire soñador, sintetizó en dos palabras la solución que él vislumbra: ordenamiento territorial.

No fue el único en exhortar por ese instrumento de gestión. Fernando Korstanje -consultor de la subdirección de Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos de la provincia- planteó que una de las principales amenazas que enfrentan los bosques es la falta de orden. “Luego, podríamos hablar de la expansión de los countries, del aprovechamiento silvopastoril, del descuido en estas áreas protegidas, de la agricultura en las riberas y de la usurpación de las tierras”, enumeró, en ese orden.

En definitiva, para que el eslogan de salvar los bosques no sea tan sólo una proclama, debería venir acompañado de al menos tres ingredientes: conocimiento científico que explique por qué hay que luchar por ellos; decisión política para hacerlo y (básicamente) dinero. Excepto esto último, los primeros factores parecieran haber convergido la semana pasada en Yerba Buena. “Falta el financiamiento”, observó Grau, en un pasaje de su exposición. Con todo, un paso ha sido dado. Restan más pisadas para que aparezcan resultados.

 LA GACETA / ANALIA JARAMILLO LA GACETA / ANALIA JARAMILLO

> Apuntes de foristas

Elementos de conservación.- Trayectorias para optimizar el equilibrio entre activos naturales y Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”. Bajo ese título académico, los organizadores procuraron que se identifiquen cuáles son los territorios que contienen elementos de conservación y que ofrecen bienes y servicios ecosistémicos, como alimentos, maderas o regulación de las escorrentías.

Paz y prosperidad.- Los ODS -también conocidos como Objetivos Mundiales- son un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que las personas gocen de paz y prosperidad. Se trata de 17 objetivos que se pusieron en marcha en enero de 2016, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Expositores.- Por parte de los científicos, expusieron, además, Hugo Fernández -decano de la Facultad de Ciencias Naturales y del Instituto Miguel Lillo- y las investigadoras del IER Cecilia Blundo, Yohana Jiménez y Sofía Nanni. Como representante del sector político, en el panel estuvo Julio Saguir -secretario de Gestión Pública y Planeamiento de Tucumán-.

Extranjeros.- Entre los presentes hubo enviados de organizaciones internacionales, como Mitchell Aide (profesor en una universidad estatal de Puerto Rico y especialista en cambios demográficos); María del Amor Torre-Marin Rando (del Instituto de Ciencias de las Plantas de la Universidad de Berna, Suiza); Sarah Wilson (geógrafa forestal canadiense); María de los Ángeles Torre Cuadros (experta peruana en Andes tropicales); Susanna Ehlers (del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global, con sede en Montevideo) y Manuel Peralvo, (geógrafo del Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina, Condesan).

Oyentes locales.- Algunos de los oyentes locales fueron Carlos Giobellina, subsecretario de Recursos Hídricos de Tucumán; Eudoro Aráoz, legislador; José María Rotella, médico y académico de la Academia Nacional de Ciencias y María Peral, del Siprosa.

Financiamiento.- La actividad fue financiada por el programa de investigación internacional “Future Earth”, a través de su brazo “Natural Assets Knowledge Action Network” y por el Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina.

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