La heroica “Capitana” de Belgrano

La heroica “Capitana” de Belgrano

María Remedios del Valle sirvió en las batallas de Huaqui, Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma, admirada por todos.

LA MUJER Y LA GUERRA. El famoso óleo “La paraguaya”, de Juan Manuel Blanes, representa un momento que “La Capitana” vivió muchas veces LA MUJER Y LA GUERRA. El famoso óleo “La paraguaya”, de Juan Manuel Blanes, representa un momento que “La Capitana” vivió muchas veces

Sin dientes, llena de arrugas y con los ojos empañados, cubierta por “un manto de bayetón oscuro”, la anciana mujer de color solía implorar limosna en la Recova de la Plaza de la Victoria, o en el atrio de los templos porteños, en la década de 1820. La gente le decía “La Capitana” y a veces se compadecía y le compraba los pasteles, las tortas fritas o las frutas que exponía en su batea.

Habitaba “un rancho de las afueras, donde empezaban las quintas” y se alimentaba con lo que le daban los conventos. El historiador Carlos Ibarguren le dedicó un capítulo de su libro “En la penumbra de la historia argentina”, y Jacinto R. Yaben, en sus “Biografías argentinas y sudamericanas”, aportó a su semblanza importantes referencias documentales. Los textos de ambos historiadores, constituyen la base de esta nota.

LA RECOVA PORTEÑA. Dividía en dos la plaza de la Victoria, hoy de Mayo. Allí se apostaba a mendigar María Remedios del Valle LA RECOVA PORTEÑA. Dividía en dos la plaza de la Victoria, hoy de Mayo. Allí se apostaba a mendigar María Remedios del Valle

“Es ella”

Un día, acertó a pasar junto a la anciana el general Juan José Viamonte, guerrero de la Independencia en las campañas del Ejército del Norte. Iba con un amigo. La reconoció sin titubear. “Sí, es ella, ‘La Capitana’, la ‘Madre de la Patria’, la misma que nos acompañó al Alto Perú”, dijo. Se acercó a la mujer, confirmó que era su nombre y le dijo que se presentará de inmediato al Gobierno, para pedir una pensión que la sacara de la mendicidad.

La mujer se llamaba María Remedios del Valle y era porteña. Su esposo se enganchó como soldado en el Ejército del Norte, con dos hijos, y ella los acompañó. Partió el 6 de julio de 1810, en la división del comandante Bernardo de Anzoátegui. Estuvo presente en el desastre de Huaqui (20 de junio de 1811), que canceló la primera campaña patriota al Alto Perú, y en la penosa retirada posterior. Marchó en el cuerpo que mandaba el teniente coronel José Bonifacio Bolaños, hasta Jujuy.

El 24 de setiembre

Cuando el general Manuel Belgrano asumió el comando de la fuerza, la mujer la siguió en ese retroceso que –como se sabe- se interrumpió en Tucumán, para enfrentar a los realistas de Pío Tristán.

Horas antes de librarse, en el Campo de las Carreras, la batalla del 24 de setiembre de 1812, se presentó María Remedios ante Belgrano, para pedirle que le permitiera asistir a los heridos. El general no accedió. Entonces, la valiente mujer se las ingenió para desobedecer la negativa. Pudo filtrarse a través de las líneas de la retaguardia, hasta llegar a las primeras del frente y ocuparse de los heridos.

Su actitud hizo gran impacto no sólo en los soldados, que empezaron a llamarla “Madre de la Patria”, sino también en el propio Belgrano, quien la designó “Capitana” del ejército. Esto no hizo sino aumentar la dedicación de María Remedios.

JOAQUIN DE LA PEZUELA- El general realista, con sus colegas Tristán y Tacón, hizo azotar a la heroína prisionera JOAQUIN DE LA PEZUELA- El general realista, con sus colegas Tristán y Tacón, hizo azotar a la heroína prisionera

Prisión y azotes

Iniciada la segunda campaña al Alto Perú, cumplió su deber en la victoria de Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma que siguieron. En esta última, resultó herida por un balazo, y los realistas la tomaron prisionera. Desde su cautiverio, se las arregló para facilitar la fuga de varios oficiales patriotas. Se desató entonces la furia de los jefes realistas. Los generales Joaquín de la Pezuela, Tristán y Tacón, la condenaron a ser “azotada públicamente durante nueve días”. Además –recordaría ella- “por conducir correspondencia e influir a tomar las armas contra los opresores americanos y batirme con ellos”, estuvo “siete veces en capilla”.

A pesar de todo, María Remedios logró fugarse. Se reincorporó a la fuerza patriota, para servir en los hospitales de sangre y participar en otros encuentros. Recibió heridas en seis ocasiones y, además, perdió a toda su familia, ya que su esposo y sus dos hijos, uno de ellos adoptivo, murieron en combate. Quedó entonces reducida a la mendicidad.

JUAN JOSÉ VIAMONTE. El general que se empeñó en ayudar a la patriota olvidada JUAN JOSÉ VIAMONTE. El general que se empeñó en ayudar a la patriota olvidada

Pedido a la Sala

De su encuentro con Viamonte en la calle, se derivaron favorables consecuencias. Este general, al ser elegido para una banca de diputado a la Sala de Representantes de Buenos Aires, se movió para que “La Capitana” elevara la solicitud de pensión que le había indicado, “por sus servicios a la guerra de la Independencia”.

Ella presentó ese documento el 23 de octubre de 1826, firmado “a ruego” por Manuel Rico. Allí detallaba su historia, incluyendo las heridas, el cautiverio y los azotes. Decía que en el Ejército del Norte revistaba como “capitana y con sueldo”, y que ahora “ya no es útil y ha quedado abandonada, sin subsistencia, sin salud, sin amparo y mendigando”.

La Sala de Representantes consideró la nota y dictaminó que debía acordársele “sueldo de capitán de infantería”.

Pero el asunto fue cajoneado hasta mediados de 1828. El general Viamonte logró que la Sala lo tratara el 18 de julio. Leído el despacho, lo objetaron algunos diputados. Argumentaron que faltaba documentación escrita sobre los méritos invocados y que, en última instancia, Buenos Aires no tenía por qué compensar servicios prestados a la Nación. Entonces habló el general Viamonte. Afirmó que María Remedios del Valle era “realmente una heroína”, que “ha seguido al ejército de la Patria”. Aseguró que “no hay acción en que no se haya encontrado en el Perú”, y que la conocían “desde el primer general hasta el último oficial”.

TOMÁS DE ANCHORENA. Ante la Sala de Representantes porteña, testimonió con elocuencia los méritos de la heroica mujer TOMÁS DE ANCHORENA. Ante la Sala de Representantes porteña, testimonió con elocuencia los méritos de la heroica mujer

Habla Anchorena

La elocuencia de Viamonte contagió a otros diputados, como Silveyra y García Valdez, quienes defendieron a la solicitante.

Tomó la palabra entonces el doctor Tomás Manuel de Anchorena, ex secretario de Belgrano y congresal de 1816. Testimonió que “no había acción en que ella pudiera tomar parte, que no la tomase, y en unos términos que podían ponerse en competencia con el soldado más valiente; era la admiración del general, de los oficiales y de todos cuantos acompañaban al ejército. Ella, en medio de este valor, tenía una virtud a toda prueba”, aseguró.

Añadió que “era el paño de lágrimas, sin el menor interés, de jefes y oficiales. Yo los he oído a todos, a voz pública, hacer elogios de esta mujer, por esa oficiosidad y caridad con que cuidaba a los hombres, en la desgracia y miseria en que quedaban después de una acción de guerra: sin piernas unos y otros sin brazos, sin tener auxilio de recursos para remediar sus dolencias. De esta clase era esta mujer”, afirmó con vehemencia, entre otros cálidos elogios.

Grado militar

La intervención de Anchorena fue decisiva, y la Sala resolvió conceder a María Remedios del Valle el sueldo de capitán de infantería. Además, se acordó nombrar una comisión que redactase su biografía, y hasta dispuso que se le erigiría un monumento.

El doctor Ibarguren escribió que “La Capitana” nunca logró cobrar la pensión acordada, y que murió en la miseria. Pero investigaciones posteriores y los documentos que publicó Yaben, corrigen esta afirmación.

El 21 de noviembre de 1829, María Remedios del Valle fue ascendida a sargento mayor de Caballería, y en 1830 se la incluyó en la Plana Mayor Inactiva. Luego, el gobernador Juan Manuel de Rosas, por decreto del 16 de abril de 1835, la destinó a la Plana Mayor Activa, con su jerarquía y sueldo de sargento mayor. En las listas, figuraba como “Remedios Rosas”. Falleció en Buenos Aires en noviembre de 1847.

Deuda de Tucumán

No se conoce un retrato auténtico de María Remedios del Valle. El que circula profusamente por internet, es un invento de ejecución moderna, razón por la cual no lo utilizamos como ilustración de estas líneas: la iconografía debe tener fidelidad.

Lleva su nombre una escuela en la Capital Federal. Es curioso que en Tucumán nunca se la haya recordado, a pesar de que aquí actuó, en la batalla del 24 de setiembre de 1812. Sería de todo punto de vista justo que, en la nomenclatura de calles de San Miguel de Tucumán (tan abundante en designaciones inexplicables o exageradas) se incluyera el nombre de esta excepcional mujer.

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