Terremoto diplomático

De una sola cuestión debió hablar dos veces ayer el canciller argentino, Jorge Faurie, ante la prensa. De ninguna otra cosa más que del comunicado matutino de la vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, que consignó que su jefe, Donald Trump, y el presidente, Mauricio Macri, expresaron durante la reunión bilateral que mantuvieron “su compromiso compartido de enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad depredadora china”. Tal vez, el temblor que estremeció ayer a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, era la réplica del terremoto diplomático que representó semejante declaración. Durante la mañana y la tarde, Faurie hizo malabares dialécticos para tratar de desmentir, tratando hasta lo imposible de que no pareciera una desmentida, que su jefe haya comparado con una manga de langostas a Xi Jinping.

“No creo que haya habido una referencia en esos términos”, aseveró minutos antes de las 10, cuando la prensa le consultó sobre la cuestión. Minutos antes de las 17, cuando los periodistas le dijeron que no se trataba de un rumor sino de un comunicado del Gobierno estadounidense, no tuvo más margen: “en el diálogo no se usó la palabra depredador”. Trump, como se preveía, vino a buscar alineamientos. Y comenzó trazando una divisoria de aguas desde los mismísimos despachos de la Casa Rosada.

La “foto de familia” que ilustra esta página, precisamente, muestra al anfitrión del G20 en el justo medio de la grieta. Como la alemana Ángela Merkel no pudo arribar a horario para saludar ante el flash, Xi posa al lado mismo de Macri. Del lado derecho, al argentino lo flanquea Shinzo Abe (próximo presidente del G20). Y al lado del líder nipón, quien desconfía del gobierno chino por el pasado, el presente y el futuro que tienen en común, se ubica Trump. El mandatario argentino quedó parado, en el primer día de la cumbre, con un pie a cada lado. Como si debajo de él se hubiera rajado el suelo y la tierra se hubiera partido en dos. Igual que como el cine ilustra los terremotos.