Cartas de lectores

Microcosmos de mi esquina

Cuando digo “mi esquina” me refiero a la conformada por el cruce de avenida Sarmiento con Marco Avellaneda; en la que vivo hace más de 40 años. Como decían nuestras abuelas, si “para muestra basta un botón”, realizaré una escueta crónica de lo que veo y vivo cotidianamente, según cómo me pare en dicho cruce. Si miro hacia el norte: mi vista se posa en el asentamiento surgido sobre los terrenos del ferrocarril, por impericia y dejadez de las distintas y sucesivas autoridades administrativas del FFCC Belgrano Cargas y por incapacidad de las autoridades municipales que deberían velar por el orden habitacional del ejido municipal. Allí no sólo el asentamiento físico es lo que resalta, sino la inmundicia que cubre las vías, caldo de cultivo para distintas enfermedades y la proliferación de distintas especies de alimañas y roedores. Con la mirada hacia el norte me pregunto qué pasaría si por alguna mágica razón podría compartir esta vista con cualquier ciudadano común de la ciudad hermana, la capital de Turingia, Erfurt. El asombrado alemán le iría a contar a sus conciudadanos que conoció un verdadero vaciadero de basura, ¡a tan sólo 15 cuadras del centro de su ciudad hermana! Hacia el norte también vemos el avanzado estado de des-construcción de EDET, que tardó casi un año en reducir a escombros esa esquina y ahí está, todo sigue todo igual: otro sitio para que sea copado por algunos personajes, como ya ocurrió, más las consabidas alimañas y roedores. Ahora bien, si giro 45 grados a la derecha, mi vista se solaza con lo que veo hacia el este: allí surge ante mí el más imponente cuello de botella que tiene el tránsito automotor de nuestra capital: el destruido puente de avenida Sarmiento al 1.100/1.000, sobre las vías del FFCC Mitre. Inútil en todo sentido, la calzada se reduce a la mitad y ello redunda en los eternos embotellamientos de autos, colectivos, camiones etc., en las horas pico y, a veces, durante todo el día. Atreverse a cruzar ese puente -peatones que no tienen otra alternativa que hacerlo a diario-, me hace pensar que esos ciudadanos tienen genes de kamikaze: la vereda angosta, los baldosones levantados, los motociclistas y ciclistas transitando sobre dicha vereda a toda velocidad, hacen que cada vez que alguien de mi familia tiene que cruzarlo los encomiende a San Cristóbal. Me gustaría preguntar a la Municipalidad ¿quién limpia y mantiene ese puente? Desde todas las épocas y de todos los gobiernos he escuchado distintas acciones sobre este puente, sobre todo ensancharlo, eso significa hacer otro puente, cuando lo más fácil sería sacarlo y dejar un paso a nivel, tipo calle San Juan entre Suipacha y Marco Avellaneda. ¡Pero no, cómo vamos a hacer eso!, y vuelve de nuevo el reverencial temor a la tiranía del Ferrocarril que desde los inicios de su decadencia, mantiene sin ceder un ápice, el famoso cinturón de hierro de nuestra ciudad. A mí se me ocurrió bautizar a este puente como la “más fabulosa atalaya desde donde cualquier ciudadano puede pararse para observar, si puede, el deterioro diario e inexorable de nuestros ferrocarriles”. Nuevamente giro otros 45 grados a mi derecha y visualizo el Sur: allí puedo detectar el basural generado por los trasladadores de basura (léase carro tirado a caballo), prohibidos de transitar por la ciudad, pero no importa, ¡quién hace caso a las normas!, ¡quién se encarga de hacerlas cumplir! Aún más, algo que puede ser catalogado como el monumento a la impunidad, los carreros utilizan este sector para el pastoreo de su pobres y maltratados animales, que dejan su permanente aroma producto de sus deposiciones líquidas y sólidas. Y aparecen nuevamente las recurrentes alimañas y roedores. Alguna vez un concejal, ante mis reiteradas quejas, me dijo muy suelto de cuerpo: “no te preocupes, en un mes hago construir allí una pista de salud”. Si prolongo mi visión un poco más hacia el Sur, veo la calle Santa Fe, que en el cruce con Marco Avellaneda, está cerrada al tránsito (¿?); otro capricho más de la tiranía del ferrocarril y de la cual ninguna autoridad municipal, tránsito fundamentalmente, se hace cargo. Finalmente, en mi próximo giro de 45 grados a la derecha, antes de ver hacia el oeste, me topo con, ¡oh sorpresa! una desvencijada garita de tránsito y un deteriorado y sucio semáforo, ambos en la misma esquina, y ambos sin funcionamiento. Respecto al semáforo, nunca, pero nunca en serio, se prendió y allá está, cada vez más sucio y más ladeado, tal vez por la vergüenza de sentirse inútil. Párrafo aparte para la garita, ocupada en contadísimas excepciones, pareciera ser que los responsables del tránsito no pasaran nunca por mi esquina. Mi visión hacia el oeste está tapada por un monumental ejemplar de plátano, es decir, es el árbol de mi vereda. Recordemos que la publicidad y algunas normas municipales hacen mención a la obligatoriedad del vecino de cuidar el árbol de su vereda, pero en realidad no sé qué hacerle, tal vez las autoridades quieran que me acerque lo abrace y le diga que lo quiero, pero ni esto puedo porque está plagado de chinches ya que jamás, en 40 años, fue fumigado ni tampoco podado adecuadamente, al punto tal que una de sus ramas llegó a cruzar la avenida Sarmiento, la Municipalidad, ¡bien gracias! Bueno esta es una crónica sucinta de mi permanente convivencia con el entorno de mi esquina, alguna vez me gustaría que el Intendente haga una introspección hacia su ciudad, no quiero que la hermane más con otras ciudades, hasta que demuestre que quiere a la nuestra y eso implica cuidarla, limpiarla, mantenerla, embellecerla. Esta querida ciudad se lo merece, donde sus habitantes pagan impuestos del primer mundo y reciben servicios del cuarto mundo, donde sólo cabe la distopía.

Héctor C. Ostengo

Avenida Sarmiento 1.206

San Miguel de Tucumán

Víctimas de accidente de tránsito

En octubre de 2005, la Asamblea General de la ONU, por Resolución 60/5, declaró el tercer domingo de Noviembre de cada año como Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico. Hoy es el día. El objeto es atraer la atención hacia los accidentes de tránsito, sus consecuencias y, especialmente, cómo evitarlos. El tránsito es un sistema compuesto por el camino, el vehículo y el ser humano. Como integrantes de esta tríada, ya sea como peatones, conductores o pasajeros, somos parte del problema, pero también depende de nosotros la solución. Para ello debemos: 1)- cumplir con las normas de tránsito; 2)- respetarnos como personas integrantes de una sociedad. Pero, además, se debe contar con políticas de Estado, exámenes rigurosos para otorgar la licencia de conducir, controles y educación vial eficiente y permanente. Imprudencia, irresponsabilidad, falta de control, etcétera, son algunas de las causas de muertes, incapacidades y mutilaciones que mes a mes engordan las estadísticas de la siniestralidad vial en Tucumán. Lo que no se atiende en debida forma es la situación de los familiares de las víctimas que deben enfrentar las consecuencias emocionales, psicológicas, y económicas de estos trágicos sucesos. Cabe mencionar la impotencia que se siente al ver qué leves son las sanciones penales para los conductores de vehículos que han ocasionado la muerte de personas. Espero que el Estado y las organizaciones privadas vinculadas con los accidentes de tránsito y su prevención, tengan en cuenta este día y actúen en consecuencia. Se ha derramado demasiada sangre en las calles y rutas tucumanas debido a los accidentes viales. Es hora de que esto se detenga.

Juan Francisco Segura

Agua y suelos

El libro de los Cinco minutos de Dios nos insta a entonar el salmo del agua cristalina y fugaz: quiero ser como el agua, que sirve gozosa a los hijos de Dios. Quiero ser como el agua que calma la sed del sediento, sin fijarse si es hombre de ciencia, de poca cultura, de blanco o de negro color. Quiero ser como el agua, que es de todos y todos la poseen, la beben, la gustan, la utilizan; a todos refresca, los limpia y fecunda. Quiero ser como el agua que canta sonora sus silbos brillantes y desliza sus hilos por peñas y arroyos, llevando la vida, el frescor y la alegre canción. Esto ha de ser mi vida: agua. Agua que limpia los cuerpos y lustra las almas con luz bautismal. Y agua que fecunda y da vida, la vida de gracia que el buen Dios nos da. Pero el beneficiario de este regalo de Dios, se encarga de destruirlo todo, haciendo que esa misma agua, arrase tierras y pueblos. Cuando la acción descontrolada de la mano del hombre quita el manto vegetal que protege los suelos, esa misma agua se convierte en torrente que arrasa todo a su paso sembrando muerte y desolación. Esto ya lo vivimos repetidamente en nuestra provincia, pese a que existen normas de uso del suelo. Los desmontes cambiaron la fisonomía de gran parte del territorio provocando nuevos causes torrentosos donde no existían e inundando poblaciones enteras. No es casual que nuestro Papa argentino haya dedicado su primera Encíclica Laudato Sí, al cuidado del Medio Ambiente. Urge, entonces, controlar rigurosamente toda acción antrópica que implique modificar los usos establecidos por ley.

Luis Evaristo Sáez

Avenida Sarmiento 450 1° A"

San Miguel de Tucumán

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