“Una manera colectiva de construir teatro”

“Una manera colectiva de construir teatro”

El director y maestro cordobés Roberto Videla recordará la experiencia de Libre Teatro Libre en Tucumán, a principios de los convulsos años 70.

NUEVA PASIÓN. Roberto Videla está volcado a la escritura, que reemplazó a la escena teatral en su faz creativa. NUEVA PASIÓN. Roberto Videla está volcado a la escritura, que reemplazó a la escena teatral en su faz creativa.
31 Octubre 2018

Era 1973 y los integrantes de Libre Teatro Libre (LTL) decidieron abordar una creación a partir de las luchas sociales por el cierre de los ingenios azucareros tucumanos, con una investigación en el terreno. “El fin del camino” tomó un carácter mítico, ya que el grupo cordobés que lideraba María Escudero la estrenó al año siguiente y casi de inmediato debió partir al exilio en Venezuela por los ataques y agresiones que sufrió de los sectores paramilitares, en tiempos en que el desafío al poder se pagaba con la vida.

Pasaron 42 años hasta que la obra pudo ser estrenada en Tucumán. Uno de los actores de entonces es Roberto Videla, que será protagonista del cierre de las Novenas Jornadas de Investigación Teatral que organiza Teresita Terraf en la sala Paul Groussac, con el auspicio de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, del Ente Cultural, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y de la Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral.

El evento tiene como lema “El teatro como herramienta de transformación social” y se anuncia “en homenaje a la lucha docente estudiantil”. Este es un doble anclaje para que Videla relate las experiencias innovadoras de LTL, en especial del proyecto realizado en Tucumán. Además, presentará “Maestros. Traiciones”, su último libro, en el que cuenta su experiencia con quienes lo guiaron por la experiencia teatral: por sus páginas transitan, inevitable y cariñosamente, Escudero, Eugenio Barba, Jerzy Grotowski, Ryszard Cieslak y Marisa Fabbri, entre otros con los que se vinculó en su exilio europeo.

“Nos tuvimos que ir antes de la dictadura militar, porque si no nos íbamos, nos mataban. Cuando estrenamos ‘El fin del camino’, teníamos gente que nos cuidaba en los techos de los edificios de la Ciudad Universitaria de Córdoba. La situación era terrible. El grupo era muy famoso y estaba señalado, y queríamos alejarnos un poco para calmar todo. Nos fuimos por dos meses y me quedé 10 años afuera, mayormente en Verona”, recuerda en diálogo con LA GACETA.

- ¿Cómo se desarrolló la experiencia creativa en Tucumán?

- Fue realmente muy importante. Tratamos de investigar la realidad de los sectores marginados y expulsados de la sociedad. Fueron muchos meses de investigación y los recordaré en mi exposición. Pero en ese momento no pudimos mostrar lo que habíamos hecho.

- ¿Cuánto te marcó LTL?

- Es esencial para mí. Tanto en Italia como acá, traté de recrear su espíritu de trabajar en creación grupal, aunque las dirigía yo, para mostrar que había una manera colectiva de construir teatro. En el regreso fue muy importante para mí el grupo Fra Noi, con el que trabajamos la inmigración italiana. Luego fundé El Cuenco, y me permití otras cosas con Rodrigo Cuesta, con obras muy importantes referidas a la represión y a la dictadura, y clásicos universales. A la vez mantenía mi relación con la juventud en mis cátedras en la Universidad Nacional de Córdoba, a quienes les transmitía lo que consideraba que era importante de mi experiencia y me nutría de su vitalidad. Las nuevas generaciones le dan continuidad al hecho artístico, le permiten fluir.

- ¿En qué consiste “Maestros...”?

- Tiene que ver con mi vínculo con los que me formaron y la relación maestro-discípulo, para explorar el vínculo personal sobre la creatividad; espero que le sirva a la gente. Siempre les contaba muchas anécdotas a mis alumnos de teatro, y una colega me dijo que las escriba. Ya venía haciendo algunas obras de teatro y otros textos. Tuve la suerte de conocer gente muy importante, porque LTL también se conectó bien con la historia del teatro.

- Sin Escudero no se podría haber dado nada del resto.

- Mi historia es especial, porque mi comienzo fue en el cine. No empecé en LTL, me incorporé luego y fue una parte importante de mi vida. Su figura es sorprendente y extraordinaria, con una personalidad que se ponía en juego a sí misma en lo que hacía.

- Hace poco declaraste en medios de tu provincia que te estabas alejando de las tablas. ¿Se mantiene esa distancia?

- El teatro fue toda mi vida. Ocurre que el año pasado me jubilé, pero ya desde hacía años me dediqué a escribir; lo que comenzó como un juego, me gustó muchísimo y se transformó en una pasión. No sabía que tenía esa posibilidad expresiva y toda mi inclinación creativa y para producir la volqué por allí. Me di cuenta de que me interesaba más la escritura que las tablas. Tengo un caudal muy fuerte que lo vuelco en la escritura, que es una pulsión muy nueva. Sigo mirando obras aunque no estoy relacionado con el hacer.

- Son formas diferentes de expresarse...

- Es que en este momento mi forma de manifestarme como ser humano y como ciudadano pasa por una reflexión más íntima, pequeña y personal. Siempre formé grupos de teatro y hubo una especie de cansancio respecto de esa modalidad de creación. Tiene que ver con muchas cosas, como la edad y la energía, que modifican la manera de relacionarme con el otro.

> La agenda de la despedida
Mesas panel y presentación de libros
El segundo y último día de las Jornadas de Investigación Teatral empezará a las 14 con una sucesión de paneles sobre experiencias de elaboración de tesinas, el grupo Manojo de Calles, la narración oral, el vestuario y el gesto corporal como signos dramáticos. También se presentarán los libros “El circo en Tucumán”, de Natalia Díaz; y “El universo fugaz de la palabra o el giro teatral”, de Marcos Acevedo. Roberto Videla estará desde las 19.45, con su conferencia de cierre.

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