Científicos argentinos están desarrollando “microbombas de quimio” para atacar tumores

Científicos argentinos están desarrollando “microbombas de quimio” para atacar tumores

Para asegurar su eficacia prueban el dispositivo en microórganos 3D humanos, de laboratorio.

LABORATORIO. El equipo con el que trabaja Mitarotonda (derecha). LABORATORIO. El equipo con el que trabaja Mitarotonda (derecha).
20 Octubre 2018

Tomado a tiempo, el cáncer de mama se puede curar en un gran porcentaje de los casos. Una mamografía al año a las mujeres de entre 40 y 70 años sigue siendo la mejor manera de conseguir la detección precoz. Pero así y todo, en la Argentina se producen más de 5.800 muertes por año por cáncer de mama, que es la primera causa de muerte de mujeres en el país. Así que científicos de todo el mundo buscan, día a día, nuevas formas de tratarlo.

También los científicos de nuestro país están en ello: el equipo del laboratorio de inmunología de la Universidad Nacional de Luján (UNLu) aunó fuerzas con el grupo de investigación del doctor Gabriel Fiszman, del Instituto de Oncología Ángel H. Roffo, para buscar soluciones a partir de nanopartículas.

“Imaginemos una pequeñísima bolita hueca, tan chiquita que no se puede ver ni con un microscopio óptico”, describe la licenciada en ciencias biológicas Romina Mitarotonda, investigadora y docente de la UNLu y de la Universidad de Buenos Aires (UBA), para explicar con la mayor sencillez posible su complejo trabajo. Este consiste en desarrollar nanopartículas terapéuticas que combatan el cáncer ayudando a nuestro sistema inmune a identificar células tumorales y eliminarlas: esa es la “bolita”, y va rellena, cual bombón de licor, de doxorrubicina, un potente quimioterápico.

Imaginémoslo como un diminuto “misil de quimio” que viajará por el cuerpo, dirigido por un anticuerpo ubicado en su superficie, hasta el sitio tumoral; allí atacará únicamente células cancerosas, resguardando las sanas.

“Una vez posicionado en las paredes de su enemigo -explica la bióloga a la agencia CTyS-Unlam-, deja que este permita su ingreso. Ya en las profundidades del tumor, libera su arma oculta, y lo elimina por completo”.

Es la forma simple de explicar un trabajo que parte de un molde orgánico que se recubre con óxido de silicio, elemento muy parecido al carbono, del que estamos formados los seres humanos. Por medio de reacciones químicas, la superficie de la nanopartícula se vuelve levemente porosa, se elimina el molde y queda un hueco donde se aloja la doxorrubicina.

“Es una síntesis compleja que lleva varios días, pero se obtienen nanopartículas homogéneas ideales para encapsular drogas y para ser modificadas superficialmente cuando sea necesario”, explica.

Con el arma cargada, sigue un proceso muy relevante: guiarla hacia las células tumorales y salvar el resto.

“Logramos depositar un anticuerpo monoclonal que se une específicamente a un receptor que sobreexpresan las células tumorales mamarias; así, al ingresar al torrente sanguíneo, la ‘bolita’ se depositará únicamente en el sitio tumoral”, cuenta la especialista.

Misiones

Y una vez ubicada allí, tendrá tres misiones. “La primera -detalla- es detener el crecimiento del tumor por acción del anticuerpo unido a su superficie. Y a las 24 horas la nanopartícula -ya dentro del tumor- se degradará, permitiendo la liberación de la droga desde dentro de las células tumorales”.

Luego, este infiltrado en territorio enemigo cumplirá su última misión, quizás la más relevante: marcar las células tumorales para que el sistema inmune las identifique como malignas y se sume al ataque.

“Los tumores liberan moléculas que engañan nuestro sistema inmune para que estén a su favor y no lo ataquen. La nanopartícula también va a corregir eso”, asegura la investigadora.

Lo que viene

Ahora viene la siguiente fase, pero como los niveles de fracaso con pruebas en animales de laboratorio son muy altos, ya que no se puede apreciar cómo interactuaría el sistema inmune humano, diferente del de los ratones, salieron a buscaron opciones.

Durante los últimos tres años comenzaron a probar dos alternativas: la primera es humanizar ratones, es decir, intentar que el sistema inmune del animal sea lo más parecido al humano. La segunda es producir lo que se conoce como “organ on an chip”: un sistema de cultivo celular que simula el microambiente y los aspectos funcionales clave de órganos vivos en una escala microscópica. Son versiones in vitro, simplificadas y miniaturizadas de órganos humanos en tres dimensiones.

Con estas dos alternativas, y tratando de simular lo más exactamente posible los que sucedería en el ser humano, se intentará evaluar la nanopartícula,

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