No ceden los depredadores del patrimonio urbano

No ceden los depredadores del patrimonio urbano

Los inadaptados sociales no descansan. Se valen de la ausencia de vigilancia y de la nocturnidad para perpetrar destrozos el patrimonio urbano. No solo asuelan con frecuencia San Miguel de Tucumán, sino también -aunque con menos periodicidad- localidades del interior de la provincia, como San Pedro de Colalao. En la madrugada del 13 de septiembre vándalos rompieron el enrejado que protegía la escultura “El hachero”, la voltearon y la rompieron.

La obra, que había sido erigida por la escultora Liliana Aguirre de Insaurralde, en ocasión de los 150 años de la villa veraniega, acontecimiento que se celebró en 2009, estaba enclavada en la entrada y le daba la bienvenida al visitante. El comisionado rural dijo que el acto merecía una profunda investigación.

A fines de agosto pasado, a solo 25 días de la inauguración de la ciclovía en Tafí Viejo, vándalos destruyeron parte de los cordones amarillos, que dividen el sector para las bicicletas de aquel de los autos. Desde el primer día, la bicisenda sufrió varios traspiés: estacionaron en medio de la ciclovía a las 72 horas de su estreno y se robaron bicicletas.

El sábado pasado, la Secretaría de Servicios Públicos de San Miguel de Tucumán informó que algunos de sus operarios encontraron un banco destrozado en las inmediaciones de la Casa de la Cultura, en el parque 9 de Julio.

En la madrugada del 7 de octubre, en la esquina de San Martín y Laprida, a casi dos cuadras de la seccional I y a una de la Casa de Gobierno, los inadaptados rompieron una farola que quedó tirada en el piso.

A comienzos del mes en curso, mentes perturbadas arrancaron y destrozaron un banco en el bulevar Adolfo de la Vega, y días antes unos jóvenes inadaptados que se movilizaban en una camioneta, se grabaron mientras chocaban un banco de Amador Lucero al 100.

A inicios de septiembre, luego de que finalizara en la plaza Alberdi el II Encuentro de Arte Público y Muralismo, fueron vandalizados bancos, sacaron barrotes de las rejas de la estatua de Juan Bautista Alberdi y robaron plantines. Luego un hombre fue filmado descargando cartones desde su camioneta en el paseo público. Un funcionario municipal dijo en esa ocasión que durante los fines de semana se suele profundizar la vandalización en los espacios verdes y aseguró que los daños causados al patrimonio por estos hechos sumaban alrededor de $250.000 mensuales. Señaló que reparar, reponer, limpiar y arreglar los destrozos era cosa de todos los días en los paseos públicos de la capital. Indicó que los bancos de hormigón, merenderos, cestos de basuras y juegos infantiles son las víctimas preferidas de los depravados, pero también las estatuas.

Si alguien destruye un objeto público por diversión, por aburrimiento o por una necesidad de agredir o de expresar su malestar individual, está evidenciando algún tipo de trastorno. Los inadaptados son a menudo el resultado de la educación de sus padres; en muchos casos, estos no provienen de sectores marginales de la comunidad, sino todo lo contrario.

Desde el Estado, se deben diseñar estrategias para combatir este flagelo, comenzando por concientizar a los escolares acerca de la importancia de apreciar y cuidar el patrimonio urbano, es decir lo que es de todos, incrementar la vigilancia durante la noche o consultar cómo hacen otras ciudades para combatir a estos depredadores.

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