Cartas de lectores
15 Octubre 2018

La obra del edificio legislativo

La foto que adjunto acompañó una carta que suscribí y publicó LA GACETA el 7/2/2011 con el título “El nuevo edificio de la Legislatura no tiene precio”. Simultáneamente, inicié un expediente para requerir que se me informe el monto de la obra. Silencio total. En siete años y medio “no” respondieron los responsables de ese poder. Más adelante (5/2/2012), LA GACETA publicó otra carta en la que agregaba una nueva foto donde se mostraba un letrero de otra obra, pagado a medias, y que el viento se encargó de descubrir. Con el fallo de la Corte que rechaza el fallo condenatorio del Gobierno de la Provincia de la Sala III de la Cámara en lo Contencioso Administrativo, llegamos a una conclusión de que lo que se llama en medios jurídicos “El Instituto de la Prescripción”: se presentará un día en los estrados y dirá: “Basta ya con el juicio: ha prescripto el derecho del actor”. Y tanto el ex legislador Robles (Roberto) actor en este juicio, como yo, que inicié expedientes sin respuestas, y toda la ciudadanía, pensaremos que el “derecho a la información” es una cuestión teórica, que adorna la Constitución y los códigos y los tratados internacionales de los que somos parte.

Carlos Duguech

Falta de respeto a jubilados

En la sala de espera de una entidad bancaria de calle San Martín al 900, dedicada al pago de jubilaciones y pensiones, la mayoría de los asientos están con los respaldos vencidos, con el lógico peligro de sufrir caídas que, por la edad y el estado de salud de los beneficiarios, se complica seriamente si ocurriera un accidente. Esta situación la puse en conocimiento de sus autoridades sin ninguna solución. Por otra parte, la obra social PAMI, sin comunicación previa, redujo las prestaciones de fisioterapia y kinesiología, servicios muy importantes para la recuperación y alivio de sus asociados que, en algunos casos, se hacen imprescindibles. De una autorización por 10 sesiones mensuales la redujeron a cuatro, y una por semana. Espero que estas arbitrariedades se reviertan, pues está en juego la salud de sus ciudadanos.

Mario Guillermo Sálica

Matheu 2.078
San Miguel de Tbucumán

Corrientes, la calle sin sueño

Qué misteriosos encantos tiene la avenida más ancha del mundo, que sigue siendo calle, convertida como los templos del medioevo en fortín inexpugnable de la cultura porteña. Su primer nombre fue San Nicolás, por la parroquia consagrada al Santo de Bari, aquel obispo que por sus caritativas obras inspiró la creación de Papá Noel. Era entonces de tierra librada de este a oeste sobre una pampa conocida como Buenos Aires. Pero en 1807, quizás con el chumbazo de las invasiones inglesas, tacharon al santo y pasó a llamarse Inchaurregui; luego, el que quedó para siempre en 1822 fue Corrientes y allí entró a florecer con ademanes de city, desde el pique predestinada a salones nocheriegos y una constelación de café con orquestas; era como un pequeño país a contramano y un mundo para disfrutar. Desde San Telmo era visitada por los mulatos del bombín; toma su nombre en avenida Madero y lo pierde al 4.550, donde se convierte en Triunvirato; pero la cosa empezaba al 1.500, allí estaba el café Iglesia, donde Roberto Firpo estrenó La Cumparsita. La fisonomía anochecida del teatro criollo, aterrizó allí el batallón de los Podestá, también abrían el Royal, el Smart, el Politeama. Había chocolate con churros al filo del amanecer, donde desayunaban las sanmarina del amor, dulces encantos, vestidas con luminoso raso o satén que hacían resaltar sus ojeras, con el empedrado humedecido de rocío de este Buenos Aires que partió. Esmeralda coqueta la cruza; la esquina de los encuentros, me parece verlos charlando a Homero Manzi, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Sebastián Piana, Scalabrini Ortiz y Florencio Parravicini; se saludaban vereda a vereda; claro, era Corrientes angosta. También los armadores de noches largas como “El Negro” La Madrid, Carlos de la Púa, duendes nocheriegos de la bohemia porteña. Los propietarios de los lugares que frecuentaban estas barras de amigos abandonaban el barco dejándoles las llaves, mientras estos distinguidos parroquianos lo hacían cuando el Sol entraba por las banderolas. Corrientes y Esmeralda es una esquina porteña donde había citas a granel, meresunga, mexicanos, por la infame meneguina, tangos, timbas, quinielas, locas, cabarets y curdelas, donde cualquier farabute infiel, en tus vueltas despierto sueña, con la pinta de Carlos Gardel.

Julio Mohfaud

Carnet de manejo I

Me dirijo al señor Intendente municipal para ver si alguien que gobierna escucha a los ciudadanos. He enviado una carta manifestando que las exigencias para renovar el carnet de conducir eran exageradas, y fuera de lugar, especialmente para mayores de 70 años. No he recibido respuesta ni eco de los gobernantes. Les informo, por si no lo saben, que en bancos, oficinas públicas y empresas comerciales dichos mayores no hacen “cola” ni esperan para ser atendidos. Me han felicitado por mi carta anterior muchas personas, pero una de ellas, de 78 años, me comentó que intentó sacar el certificado de buena conducta, uno de los requisitos que pide la Municipalidad para renovar su permiso de manejo; fue a Italia al 2.200 y había 100 metros de cola. Solicitó que lo atiendan por no poder permanecer parado mucho tiempo y le dijeron que pida número por teléfono. Dan 200 números por día. Resultado, este amigo decidió no volver a manejar. ¿Esto es justo? Señor Intendente: ¿usted cree que para estos mayores es necesario partida de nacimiento, certificado de buena conducta, etcétera, después de haber manejado más de 50 años? Le pido por favor que tome cartas en el asunto y responda a esta inquietud, que no es sólo mía, sino de cientos de mayores de 70 años que están en esta condición. Espero su respuesta.

Rodolfo Dagum

Carnet de manejo II

Leo en LA GACETA la carta de un lector en referencia a los trámites que deben realizar aquellos que necesitan contar con el carnet de manejo para automóviles particulares. Comparto plenamente la misma. Se me ocurre una barbaridad exigir como requisito, para la expedición del mismo, el certificado de buena conducta. No creo que la Ley de Tránsito nacional exija tal ridícula disposición. Menos aún cuando se trata de personas adultas mayores (más de 65 pirulos). Yo, con mis 84 años al vencimiento de mi carnet (que por la edad es anual), deberé concurrir a la policía para lograr obtener el mismo, con los inconvenientes propios que enfrenta un veterano como yo. Más burocracia ante absurdas disposiciones de personas que deben estar al servicio de los ciudadanos y no a la inversa, como en este caso. Pregunto: si es una necesidad contar con este ridículo instrumento policial, hoy, con la tecnología, un empleado de la Dirección de Tránsito con un clic podría averiguar, en la institución policial, los antecedentes de los ciudadanos, creando un programa por Internet, y no exigir que tengamos que andar cruzando la ciudad, perdiendo tiempo, sacando turnos, falta de playa para estacionar, largas esperas y un etcétera abundante. Ya es bastante con hacernos rendir todos los años la misma materia: Seguridad Vial. Observen señores funcionarios municipales las estadísticas en accidentes de tránsito y los “choreos”. La mayoría son producidos por esa plaga que son los motociclistas. Podrán contar con el certificado de buena conducta, con el carnet de manejo habilitante, pero son un peligro en la calle. Hacen lo que quieren. Allí debería estar centrada la autoridad municipal y policial. Señores de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán: Yo no los voté para que me compliquen la vida; y tampoco los voté para que ustedes burocraticen más un trámite. Así como tienen registradas las multas, se debe implementar un sistema que permita, en ese mismo momento, contar con la información referente a la conducta de los ciudadanos. Cobren por el servicio, pero háganlo más práctico.

Hugo César Navarro

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