Duke Ellington, esa leyenda que nos tocó el corazón

Duke Ellington, esa leyenda que nos tocó el corazón

Hace medio siglo, el notable músico de jazz y su orquesta abrieron el IX Septiembre Musical en el Club Estudiantes. Memorable concierto.

DUKE ELLINGTON.- DUKE ELLINGTON.-

Miró el reloj. Las 20.30. Le habían advertido que las autoridades estaban demoradas. Pero era la hora señalada. Bajó el brazo y la banda abrió el fuego con “Black and Tan Fantasy”. Cuando el mini ministro tucumano entró, él le dirigió una mirada de disímil interpretación. Tras el intervalo, el locutor anunció que el funcionario iba a discursear y nadie logró persuadirlo de que no lo hiciera. Al concluir sus palabras, el pequeño funcionario avanzó glorioso con la mano tendida hacia el músico. Este curvó su elegante silueta y le estampó sorpresivamente un beso en cada mejilla -como antes había hecho con unos niños-, provocando la hilaridad del público. El alma de las más de 1.500 personas constituidas ese 7 de septiembre de 1968, en el club Estudiantes, vibró con el hechizo sonoro de la orquesta de Duke Ellington.

“Me quedo a vivir acá”

“Me impresionaron los cantantes desconocidos que trajo, sobre todo esa mujercita (Trish Turner)… Los músicos llegaron en el avión de la mañana y luego de la actuación se los llevó, así de rápido. Y uno de los morochos no quería volverse, la gente los había recibido tan bien a los negros, que uno de los tipos se había machado y no quería subir al avión: ‘Yo me quedo acá, me quedo a vivir acá’, decía. Recuerdo que Ellington entró caminando al escenario como una pantera por frente a los músicos, que eran como 20, llegó al piano y tocó la nota justa, tenía tan estudiada la presentación de ellos, que fue brutal… Cootie Williams, Hodges, un montón de músicos de primera línea…”, memora el músico Luis Víctor Gentilini, quien asistió a concierto con el pianista Eduardo Cerúsico que se había venido de Catamarca. Para el “Pato”, Ellington es uno de los cuatro o cinco referentes más grandes del jazz: “increíble pianista, increíble creador, increíble tipo”.

EN ACCIÓN. La banda de Duke Ellington en el escenario de Estudiantes, el 7 de septiembre de 1968. Junto con él, desde la izquierda, los saxofonistas Paul Gonsalves, Harold Ashbey, Johnny Hodges, Russell Procope y Harry Carney.- EN ACCIÓN. La banda de Duke Ellington en el escenario de Estudiantes, el 7 de septiembre de 1968. Junto con él, desde la izquierda, los saxofonistas Paul Gonsalves, Harold Ashbey, Johnny Hodges, Russell Procope y Harry Carney.-

Como locos

Pero ese sábado tuvo sus sobresaltos. El saxofonista y periodista Roque Sergio Clua cuenta que por la tarde había que trasladar el piano del teatro San Martín al club Estudiantes. “Cuando lo estaban subiendo al escenario se cayó. En esa época, Hernández tenía un taller de pianos enorme, en la Córdoba y 25 de Mayo, justo frente al Postino, que antes era el bar Central, donde está el edificio. Él trabajaba con Décima, un afinador que era ciego; entre los dos trabajaron como locos para dejarlo al piano en condiciones. Ellington dijo después: ‘En Estados Unidos esto hubiera sido imposible que ocurriera porque directamente se hubiera puesto otro piano’. Pero acá no había otro, este es un país donde las cosas que se rompen se arreglan”, relata.

Clua manifiesta que no podían creer que esa orquesta estuviese en Tucumán y el principal gestor de la venida fue René Alderete Bimbi, presidente del Jazz Club Tucumán. “Había muchísima gente, se lucieron todos sus músicos… en el concierto anduvo todo bien, Ellington tocó todo su repertorio conocido. Eran tipos increíbles. Me impactaron los arreglos, la conducta de los músicos en el escenario, el sonido de la orquesta y el respeto absoluto que le tenían todos como director. No permitían grabar, por eso no hay registro de la visita. Tampoco en esa época había los elementos, técnicamente era imposible. El crítico Stanley Dance que vino con la orquesta, escribió luego el libro El Mundo de Duke Ellington, donde menciona la gira sudamericana y habla de Tucumán. Acá pude hablar con Paul Gonsalves que tocaba el saxo tenor, era un virtuoso, hablaba un poco de español, también con Harry Carney que tocaba el saxo barítono. En esa época yo estudiaba violín y el primer saxo que tuve en mis manos fue el de Carney porque me pidió que se lo tuviera un momento para ir al baño”, cuenta el músico.

“¡Bésela!”

El ingeniero Otto Barenbreuker, apasionado por el jazz, ya fallecido, contó que un día un hombre le pidió que le diseñara una casa en Aguilares. “No le quise cobrar. Me trajo de regalo un corte de tela de color lila, muy lindo. Lo llevé al sastre. Veía que en las fotos, Duke Ellington llevaba ese color en la ropa. Su concierto aquí fue brillante. Me paré a la salida del escenario, en el club Estudiantes. Pasó delante de mí y se quedó parado mirándome el traje. Entonces aproveché para decirle en inglés: ‘Tengo el placer de escucharlo todos los días porque tengo más de 100 discos de usted’. ‘¿Cien discos míos? ¡No puedo creerlo!’, me respondió. Y luego se volvió a conversar con nosotros. Celia, mi mujer era bastante bonita. Yo sabía que a él le gustaban las chicas. Iba a besarla y me miró a mí. ‘Bésela’, le dije y luego se quedó conversando con nosotros”, evocaba.

Esa velada inaugural del IX Setiembre Musical quedó en la memoria del corazón de los tucumanos, estremecido por el swing de esa leyenda, que el 24 de mayo de 1974, dejó abrochada a la eternidad su última bocanada de jazz.

> Black, Brown and Beige

La orquesta
La integraron Harry Carney (saxo barítono y clarinete), Johnny Hodges, Russell Procope (saxo alto y clarinete), Paul Gonsalves, Harold Ashby (saxo tenor), Cat Anderson, Cootie Williams, Herbie Jones (trompeta), Lawrence Brown, Buster Cooper (trombón), Chuck Connors (trombón bajo), Jeff Castleman (contrabajo), Rufus Jones (percusión), Trish Turner y Toney Watkins (vocalistas). Duke Ellington (piano y dirección).

La conferencia de prensa
A llegar al hotel Versailles, Crisóstomo Álvarez al 400, Ellington explicó que los músicos habían dormido solo tres horas y media, pero no quiso postergar la rueda con los periodistas. La primera frase galante fue para las recepcionistas. Sus respuestas fueron lacónicas. Acerca del cuál era el mejor jazz, dijo: “El de mañana”. Solo se puso serio cuando le preguntaron sobre las libertades. Dijo que solo era válida la libertad que se ejerce contra el odio, el miedo y el orgullo estúpido. “El mayor peligro que enfrenta esta civilización es no apreciar los que hemos heredado y su mayor posibilidad está en volver a la belleza y a la dulzura, como objetivos”, expresó.

Un truco eficaz
Alguien le preguntó a qué se debía que en 40 años su orquesta no hubiese desintegrado y cómo hacía para mantener a los músicos unidos. Con aire pícaro, Duke respondió: “Lo que pasa es que tengo un truco eficaz y novedoso: les pago bien”.

Flirteo y una emergencia
“En la conferencia fue intérprete el doctor Max Torres. Inveterado mujeriego, Ellington se mostró más interesado en flirtear con la actriz María Angélica Robledo que en contestar las preguntas de los periodistas. El día que llegaron los músicos, la esposa de René Alderete Bimbi que era dentista, tuvo que sacarle una muela al trompetista Cootie Williams, afectado por un intenso dolor que le hubiera impedido tocar. Con gran desazón, Alderete Bimbi comprobó que su señora no había tenido la precaución de guardar la muela para él, que era un inveterado coleccionista de jazz, y la había descartado”, recordaba el periodista Rodolfo Windhausen.

Brillante y equilibrada
“Solo es oportuno destacar, a modo de síntesis, la arquitectura sólida, brillante, vehemente y equilibrada de esta música del siglo XX que, sin duda, queda en nuestro medio como uno de los más valiosos acontecimientos de los últimos tiempos” (Crítica de LA GACETA del 9/9/68).

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