Desprotegidos

El mayor problema de la inseguridad es que se habla mucho y se hace poco para aportar soluciones. La situación es crítica. Los informes estadísticos están teñidos de rojo y transformarlos en amarillo tardará mucho tiempo. Y más aún si se tiene en cuenta que nuestros dirigentes no están haciendo el diagnóstico correcto del cuadro de situación. Las estadísticas son útiles para conocer a fondo cualquier realidad. En Tucumán, según los casos publicados por LA GACETA, se cometieron alrededor de 87 homicidios en lo que va del año. Esa cifra esconde un duro y crudo dato. La principal causa de los crímenes que se produjeron en lo que va del año tiene que ver con la inseguridad. Al menos 27 tucumanos murieron en casos de situación de robo. Fallecieron 13 víctimas de asaltos; hubo cuatro casos de ladrones que fueron abatidos por sus víctimas; se contaron siete crímenes de personas que hicieron justicia por mano propia y otras tres perdieron la vida a pesar de no tener nada que ver en el hecho.

Los homicidios en situación de robo no sólo dejan al descubierto las fallas en materia de prevención, sino que también reflejan el hartazgo de una sociedad que se siente abandonada por el Estado, que descree de sus instituciones y que está dispuesta a hacer cualquier cosa por proteger la vida y también los bienes. Es preocupante que 13 personas hayan muerto por sus victimarios, pero es alarmante que 11 tucumanos hayan decidido ultimar a sus supuestos asaltantes, ya sea en defensa propia o por venganza. Un caso en particular refleja el caos que se vive en la capital. Amelia Inés Álvarez estaba limpiando el patio de su casa de Bulnes y San Martín. En la calle, motochorros atacaban a dos jovencitas. Un automovilista observó la escena, detuvo su marcha y realizó disparos para espantarlos. Los ladrones respondieron el fuego, y un policía que estaba en la esquina también accionó su arma. Uno de esos proyectiles impactó en la cabeza de la mujer que murió al día siguiente. Al no encontrarse el plomo que le quitó la vida a esta docente jubilada, por el momento es imposible determinar quién la mató. Si ese es un dato horrendo, también lo es que más del 60% de los homicidios ocurridos en la provincia se cometieron usando armas de fuego. Y peor si se tiene en cuenta que desde el Registro Provincial de Armas no pueden informar cuántas hay en la calle.

El panorama no es alentador. El Estado sigue ausente. Pese a la falta de prevención en las calles, los ingresos a la Policía están frenados. En un principio, se incorporarían poco más de 100 por mes desde mayo para llegar a 900 en diciembre, pero eso no se cumplió y sólo 200 ingresaron a la fuerza. Tampoco hay inversiones. Eso se demuestra al ver el estado de los vehículos policiales que a gritos piden renovación o, al menos, un ingreso al taller. El poder político de Alderetes se hartó de esperar. Ya consiguieron que la Justicia Federal se involucrara en la lucha contra el narcomenudeo. Pero ahora va por más. No entienden cómo una ciudad con 80.000 habitantes sólo tenga 10 móviles (uno cada 8.000) para custodiar las calles.

Los legisladores tampoco parecieran observar lo que ocurre en las calles. En agosto, el ministro Claudio Maley brindó el informe cuatrimestral de gestión ante la Comisión de Seguimiento de la Ley de Emergencia de Seguridad. Su presentación generó muchísimo chisporroteo político, pero nada más. Hace un mes los integrantes de ese grupo se comprometieron a hacer una devolución, pero nada de eso ocurrió hasta ahora. Si no son capaces de ponerse de acuerdo para realizar ese trabajo, es muy poco probable que puedan elaborar propuestas para tratar de solucionar la difícil situación que se vive en las calles.

En la Justicia el panorama no es alentador. Los tucumanos quedaron espantados por el juicio de un crimen que desató la guerra entre los clanes Reyna y Farías y que generó cuatro homicidios en menos de dos años. Está tan colapsado el sistema judicial que sólo así se puede entender que una condena llegue a través de un juicio abreviado y no de un debate oral. En otras palabras, urge sacarse de encima las causas sin importar el mensaje que se le pretenda dar a la sociedad en general y a estos grupos en particular. Todas estas razones son suficientes para comprender por qué los tucumanos se sienten desprotegidos y desamparados.

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